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domingo, agosto 30, 2020
Un maledetto imbroglio: El asesinato de Trotsky y el caso Gorkin
Con ocasión del 80 aniversario del asesinato de León Trotsky no han faltado comentaristas que han citado El asesinato de Trotsky como “la obra” sobre este emblemático acontecimiento, e incluso citar a su autor como un autorizado representante del “trotskismo”, detalles que, junto con la singular biografía del valenciano Julián Gómez García alias Gorkin (combinación de Gorki y Lenin) que en la segunda posguerra mundial llegó a ser seguramente el personaje más popular del exilio republicano gracias al “amigo norteamericano” o sea del Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC). 1/
El que podíamos llamar “el extraño caso de Gorkin”, tiene numerosos pliegues. Tachado burdamente de “trotskista”. Aunque todo queda ahora bastante lejos, es más que probable que en los años de mayor apogeo de la “guerra fría cultural”, Julián Gorkin fuese el “trotskista” más mediático del planeta; Trotsky ya quedaba atrás en tanto que Ernest Mandel o Hugo Blanco, apenas empezaban a ser conocidos en los círculos de la izquierda clandestina e insumisa. Previamente, Julián Gorkin, se había declarado “ni trotskista ni estalinista” ante del proceso del POUM del que acabó siendo había sido expulsado en 1949, pero estos detalles carecían de valor para los “especialistas” así como para cierta militancia comunista que seguía creyendo en el “modelo soviético”.
El comunista disidente
Se podría decir que Gorkin tuvo mucho de personaje barojiano. Precoz socialista fue uno de los cofundadores del primer PCE, un “revolucionario profesional” que admiraba por igual a Gorki y a Lenin, de ahí el seudónimo. Ensayista literario no justamente reconocido, dramaturgo, trató con Romain Rolland (del que tradujo su famoso Danton) Fue contertulio de Blasco Ibáñez, entusiasta editor de Panait Istrati, y del penúltimo Unamuno en el París del exilio bajo Primo de Rivera. Según cuenta el mismo: «La deportación de Trotsky a Alma Ata en 1927 Y su expulsión de la URSS dos años más tarde, precipitaron mi ruptura. Había traducido un libro suyo al castellano y una especie de tribunal comunista exigió una autocrítica completa. No me presté a esa farsa: entre mi conciencia de hombre y el escalafón burocrático preferí mi conciencia». También tradujo y prologó El nuevo curso aquí titulado De Octubre rojo a mi destierro…La dirección del PCE le exilió autocrítica, pero según su testimonio: “No me presté a esa farsa: entre mi conciencia de hombre y el escalafón burocrático preferí mi conciencia. Poco después recibí una larga carta de Trotski, fechada en Prinkipo, invitándome a ponerme a la cabeza de la Oposición, en el exilio español y de cara al interior. Intervine en la edición en castellano de su magnífico documento político y humano que es Mi vida; y más tarde hice editar otro de sus libros, pero me negué a adherirme a su causa.» 2/
Orador engolado pero capaz de exaltar a las 40.000 personas reunidas en agosto de 1935 por la Alianza Obrera en un tiempo que fue una de las voces más intensas de la revolución asturiana de 1934. Durante la Guerra Civil actuó como encargado de asuntos exteriores del POUM, pero especialmente intervino en la redacción de un Estatuto de autonomía para el Marruecos antifranquista que puso nervioso a Franco, un episodio cuya importancia resulta difícil exagerar. En México fue amigo de Víctor Serge, tachado de “trotskista” amén de “agentes de la Gestapo” por lo estalinistas que atentaron con hasta que evolucionó hacia la socialdemocracia más atlantista. Considerado como un descarado charlatán por sus amigos (en los mítines presumía de haber conocido personalmente a Lenin, a Trotsky y a Bujarin, a los que advirtió sobre la figura oculta de Stalin, al que acabó comparando con Hitler), Gorkin tiene todos los elementos para que un buen novelista amante de la historia nos ofrezca uno de los retratos más poliédricos del siglo XX hispano.
Simpatizante al inicio de los años treinta de la Izquierda Comunista, su nombre apareció junto con el de Juan Andrade en algún manifiesto trotskista internacional, y escribió en La Venté, el órgano del trotskismo francés, tradujo La revolución desfigurada y de El gran organizador de derrotas, dos de las primeras obras del Trotsky desarmado. Julián añade «su intervención en la edición en castellano de su magnífico documento político y humano que es Mi vida-», por cierto traducida del alemán por el oscuro Wenceslao Roces (¿luego Max Rieger?) para Cénit. En sus ínfulas, Gorkin llega hasta a presumir de que León trató de nombrarlo su “caballero” en España, citando como dato una carta de la que no ha aparecido copia. Que contradice el modo habitual de Trotsky en estos temas, de hecho el liderazgo recayó sobre Henri Lacroix y tras su regreso de la URSS, en Andreu Nin.
Sobre esta época llega a decir que se apartó del leninismo “ortodoxo”, que “rompió con el movimiento comunista cuando a principios de los años treinta se le encuentran entre los líderes de la Agrupación Comunista madrileña con Luis Portela e ingresa en el BOC del que será una de las plumas, sobre todo con ocasión de la contraofensiva antifascista de Octubre de 1934 cuando pone la pluma al valioso testimonio de Manuel Grossi titulado La insurrección de Asturias. Quince días de revolución socialista 3/ con un grado de escritura que obviamente sobrepasa a un minero que dominaba otras cosas. Esta es otra muestra de su capacidad de adaptación, de manera que, además de vibrantes artículos ofrece un encendida elocución en vindicación de la Alianza Obrera que, paradójicamente, resultó ser el punto de partida tanto de la creación del POUM como del PSUC un año más tarde, lo que deja patente que el abismo que se abre a finales de 1936, cuando Stalin trata de trasladar loa procesos de Moscú a Barcelona, en no poca medida porque el POUM había intentado de gestionar un visado a Trotsky en la Cataluña autonómica y había denunciado sin medias tintas los procesos presididos por Vishinsky. El partido será tildado con el estigma de “trotskistas” justo en el momento en el que Trotsky se mostraba más duro con estos antiguos amigos de ayer por aceptar el Frente Popular. Hasta Gorkin lo era porque el aparato estaliniano no estaba para matices. De hecho ya aplicaba el epíteto incluso contra disidentes propios que se habían distinguido en la ferocidad de su adhesión a Stalin como el mariscal Tito (el “titotrotskismo”) amén de José del Barrio, Jesús Hernández, Valentín González “El Campesino” y un largo etcétera con los que Gorkin acabará siendo extraños compañeros de cama.
Entre las actividades que llevó como responsable del POUM en la dimensión internacional de la guerra, Julián junto con su compañera Luisa Gómez (la alemana o suiza Louise Hensinger) y como tal es el camarada que recibe a Simone Weil, George Orwell, y a todos los que se prestan a contribuir al esfuerzo revolucionario y militar. Igualmente viaja por Europa para recabar más ayuda y auspicia la edición de revistas como La Révolution Espagnole junto con Colette Aubry (Alba) que tenia la virtud de entusiasmar con su belleza y desparpajo a los jóvenes poumistas, más tarde colaboradora de Sartre en Temps Modernes. Igualmente representó al POUM en el comité de Milicias Antifascistas de Cataluña, en nombre del cual formó parte en septiembre de 1936 de delegación que viajó a Madrid para defender ante Largo Caballero | principio de acuerdo para conceder una autonomía similar a la catalana, ya pactado entre los representantes de dicho comité con Destacados nacionalistas magrebíes. Anotemos que esto fue posible gracias a una iniciativa de Robert Louzon y de los militantes cuartointernacionalistas galos Jean Rous y David Rousset.
Dichos principios estaban establecidos en los siguientes compromisos: «a) A organizar la sublevación del Marruecos español en contra del franquismo y a favor a la vez de su autonomía y del triunfo de la República española que debía garantizarla; b) a oponerse con, todos los medios posibles, a la organización y el transporte de nuevos contingentes moros al servicio del franquismo y en contra de los defensores de la causa republicana; c) a realizar una intensa campaña de propaganda y de desmoralización entre las propias tropas marroquíes que se batían ya en zona franquista contra la zona republicana…»
Largo Caballero, demasiado a la izquierda para los planes de Stalin, no quiere molestar a León Blum del que esperaba todavía armas (compradas legalmente por la República), armas que, como es sabido, nunca llegaron a pesar de las buenas palabras del presidente del gobierno del Frente Popular francés.
Arrestado, juzgado y condenado, Gorkin, como los demás poumistas en la misma situación fue mantenido en prisión. Las tropas de Franco estaban entrando en Barcelona, pero pudo escapar e iniciar su tercer exilio. Como plumista, Julián prosiguió sus actividades en la capital mexicana donde se encuentra con el ambiente de todo vale contra los “trotskistas” lo que hace que tanto él como el grupo de amigos relacionados con la coalición internacional que apoya el POUM sean tratados como “agentes de la Gestapo”, acusación que serás obviamente matizada cuando se da el Tratado de no Agresión entre Alemania y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, conocido coloquialmente como Pacto Ribbentrop-Molotov….
El “amigo americano”
Este infame campaña añade leña al fuego de las disidencias que se amplificaran en un ambiente en el que la “guerra fría” ya funciona desde tiempo atrás. En realidad Gorkin ni tan siquiera había ido a ver a Trotsky, detalle que no le impide escribir sobre el asesinato un libro que llegará ser un best sellers internacional; llegó a obtener premios como el Voltaire en Francia, llegando a ser objeto (en 1966) de una inicial versión para el cine auspiciada por Raoul Lévy, productor (de las películas de Roger Vadim-Brigitte Bardot. La reacción del PCE de entonces no deja lugar a dudas: «Y el trotskista y agente de Falange, Julián Gorkin, declara de plano igualmente a quién sirven sus infamias anticomunistas y quién las paga. No hace mucho publicó un artículo en […] con objeto de hacerse él mismo la apología de un sucio libelo que acaba de editar. Y explicando por qué el libelo en cuestión no ha aparecido antes, confiesa: «Se me sugirió entonces por conductos oficiosos norteamericanos –y hasta oficiales– la inconveniencia de publicar el libro en tales circunstancias”…
La primera edición del “asesinato” data de 1948, en la España de Franco en1961 en Plaza&Janés, una editorial que había llevado los libros a los kioscos. Fueron unos tiempos en los que desde el régimen permitía editar clásicos antiestalinistas como el propio Trotsky (su Stalin maniobrado por Charles Malamuth ante la reacción airada de Natalia Sedova), amén de obras del interés de El caso Tulayev, una de las obras más logradas de de Víctor Serge (reeditada por Alfaguara, 2007 con prólogo de Susan Sontag 4/ o La noche quedó atrás, de Jan Valtin (reeditada por Seix Barral, 2008), publicados por el “camisa vieja” Luis de Caralt Editor , en cuyo repertorio se podían encontrar plumas que iban desde reconocidos jerarcas nazis hasta Wiston Churchill, siempre en una orientación anticomunista y “leal” al régimen. A finales de los sesenta se edita el Homenaje a Cataluña, de George Orwell con los mismos problemas: la censura “peina” las referencias duras contra el régimen…Hay un debate: mientras que para los comunistas oficiales se trataba de una evidencia de que la CIA está de por medio, para la nueva generación crítica lo era de testimonio que el régimen aleccionado por la el Pentágono se adaptaba a todo lo que oliera a denuncia de la URSS, un territorio que en España nadie exploró como Gorkin. Desde el CCL y en connivencia con el régimen, se prestó a recoger los “descargos de conciencia” de los disidentes y arrepentidos a condición de que todas las heces fuesen unilateralmente para URSS y el PCE mientras que los renegados aparecían impolutos.
En el caso de El asesinato…la simple lectura del texto permitía saber que su autor no era aquel “revolucionario profesional” de antaño. Su “asesinato de Trotsky” era ante todo una prueba de los crímenes de Stalin, mezclaba el testimonio sobre el personaje con una constante diatriba descalificatoria contra el “comunismo”, al que Julián calificaba como “totalitario” y por lo tanto, no le concedía esa “doble naturaleza” con la que algunos tratábamos de caracterizar tanto a la URSS como el mismo PCE-PSUC cuyos militantes más próximos estaban marcados especialmente por aquel régimen sostenido por Estados Unidos. Al prestarse al juego del “amigo americano”, Gorkin contribuía a la turbia causa anticomunista. Se caía por su propio peso: Gorkin del POUM “trotskista” era el mismo sobre el que las revistas más serias –Triunfo– informaban de connivencias con la CIA. Las protestas de Gorkin negando dichas connivencias no se las creía nadie, y mucho menos, algunos de los que habían sido sus amigos, tal como resultaba evidente tratando la historia con los poumistas de París.
Con todo, la tentación de la lectura por parte de la izquierda de El asesinato… fue tan fuerte en la disidencia de izquierdas que sobrepasó las acusaciones vertidas por celebridades con la autoridad moral de la categoría del poeta cubano Nicolás Guillen o del escritor brasileño Jorge Amado, quienes se habían hecho eco de una denuncia generalizada como “agente de la CIA” en tiempos señalados como los de Bahía Cochino, del cultivo de un hilo que reavivaba las tramas de la “quinta columna”…Conviene anotar que su Trotsky fue bastante deudor del informe del Coronel Leandro Sánchez Salazar así como de su admirado Alfred Rosmer (Gorkin dedica a éste casi un capítulo de elogios en su “revolucionario profesional”), que lo denunció. Con todo significó un salto cualitativo en la carrera de Gorkin lo que se desprende que fue la oportunidad el trabajo lo que le permitió sobrepasar una escritura plena de contradicciones. Por ejemplo, el autor afirmar haber abandonado el comunismo a finales de los años veinte cuando no fue expulsado del POUM hasta 1949. Por otro lado, ni siquiera había visitado a Trotsky, con el que tuvo unas relaciones mínimas al principio de los años treinta, pero aprovechó sus numerosos contactos para redactar un texto que, ni que decir tiene, cimentó su fama de trotskista, sobre todo entre los que no lo leyeron y daban por supuesta la filiación.
De lo que no hay duda es que el libro apareció en un momento oportuno. Gorkin lo percibe: “…se reedita la obra de Trotsky –sus libros figuran en el antaño prestigioso Círculo de Lectores- y numerosos comunistas descubren en ella un pensamiento vivo, ahogado durante largo tiempo”, mientras que “Stalin ha desaparecido ya, y Beria “fue ejecutado”´”. Se trata desde su punto de vista de restituir una justicia que se expresa las sucesivas ediciones de volumen. En un texto que abunda en la trama del asesinato será paulatinamente ampliada con los comentarios y análisis políticos que apuntaban contra el estalinismo como el “imperio del mal” en un tiempo en el que los USA pasan a ser los gendarmes de la estabilidad social, y favorecen dictadores “autoritarios” como Franco o Suharto, en el caso de éste después del exterminio de aproximadamente medio millón de “comunista” en 1965.
Gorkin también añade investigaciones sobre el medio español y catalán en México D. F. que llevaron a la identificación final de Ramón Mercader, el hijo de Caridad Mercader, que se escondía detrás del nombre de Jacques Monard, mérito que también se arroga Víctor Alba en Asaltar los cielos. El caso es que, fuera como fuera, el prestigio del libro fue tal que contó con ediciones en francés -la primera, en 1948-, inglés, italiano, sueco, alemán y holandés, En España conoció varias ediciones, una de ellas en el Círculo de Lectores, toda una garantía de amplia difusión en la época. Motivos no faltaban, así por citar un ejemplo, en la entrevista con Víctor Claudín, la imagen de Trotsky era cuestionada desde una izquierda que le era ajena. Citando la Asamblea Constituyente afirma que esta fue “la única elección libre y democrática conocida por Rusia en toda su historia, ¿no fue él quien la disolvió y quien, a la cabeza del Soviet de Petrogrado pronunció esta tremenda frase: Los bolcheviques en el poder y todos los otros a los cubos de la basura de la Historia ¿y no fue él –con el acuerdo unánime del Politburó, por cierto- quien hizo aplastar la revuelta de los marinos de Kronstadt, que tanto habían hecho por la Revolución y que exigían una auténtica democracia soviética? ¿En nombre de qué monopolio de la condición obrera y campesina se condenaba a desaparecer al guerrillero Maknó? Mis simpatías, mi adhesión cada día mayor, iban a esa gran figura que fue Rosa Luxemburg…”
En su línea de oscilaciones también puede afirmar que Stalin atacó a los viejos bolcheviques porque éstos «son los testigos del abandono (…) de la doctrina de Lenin y de la propia esencia de la Revolución de Octubre, porque Stalin y los suyos deben mantener a la clase obrera rusa bajo su dictadura totalitaria, que no es más que la negación de la dictadura del proletariado y de la democracia obrera». Confundiendo el comunismo –del que provenía- con el estalinismo, el funcionario soviético con el militante bajo la hostilidad de la derecha, Gorkin cultiva una “estalinofobia” que le permite acusar a cualquier sospechoso, por ejemplo a Pablo Neruda aprovechando que éste tuvo el turbio gesto de animar una campaña por la libertad de David Alfaro Siqueiros detenido por atentar contra Trotsky. Esta conexión se convertiría en la prueba primordial de una campaña internacional contra el poeta chileno, y específicamente en el territorio minado del Premio Nobel ya que la CÍA no podía consentir que se le diera a un poeta comunista (y antiimperialista), reduciendo por lo tanto al autor del Canto General a la categoría de mero cómplice con los crímenes del estalinismo, cargo dentro del cual desaparecían todas las razones de una militancia comunista concreta en su propio país, una lógica que llevará a Gorkin al extremo de justificar el golpe neoliberal de Pinochet e incluso, los acuerdos USA con Franco.
Toda esta dinámica se deriva de su compromiso (1953) en la plataforma titulada l Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC) formado por intelectuales con un perfil político ex comunista, entre los cuales Gorkin tuvo un papel significado de cara a América Latina donde un año más tarde el Pentágono promocionaba un golpe de Estado. La revista que también trata de jugar un papel de cara a España, publicara la revista Cuadernos, hasta febrero de 1963 En ella colaboran numerosos intelectuales ajenos a la trama política, y cuya intencionalidad básica podría definirse como una “tercera vía” en oposición tanto del estalinismo como del imperialismo.
Herejes y rengados
Ya lejano hereje, Gorkin asumió un papel decisivo en la manipulación de los renegados que traicionaron al comunismo, al más puro estilo del espionaje norteamericano. De su propia mano redactó los dos libros de memorias de Valentín González, El Campesino, también publicados legalmente por la España franquista: “Vida y muerte en la URSS” y “Comunista en España y anticomunista en la URSS” (reeditado por España en Armas-Renacimiento, 2018) firmado como autor por El Campesino. Gorkin igualmente promovió la publicación de las memorias de Jesús Hernández, antiguo ministro de Educación de la República, que oculta su propia responsabilidad en los acontecimientos que denuncia. El título Yo fui ministro de Stalin (G. Del Toro Editor, 1974) que no figuraba en el original de Jesús Hernández, pero que tuvo que consentir. La CIA otorgaba una gran importancia a que el nombre de Stalin reluciera por todas partes, de manera a sabiendas de la crisis provocada por el XX Congreso del PCUS, con el “Informe” de Kruschev, y con la consiguiente cascada de “arrepentidos”.
Obviamente, entre las familias del exilio Gorkin se situará en el ala derecha del PSOE, y en la época de la Transición pudo emplear su papel histórico para acentuar el carácter anticomunista de su partido. Eso sí, mostrando al mismo tiempo una cierta fidelidad a lo fue en tiempos en los que luchó junto con Maurín y con Nin, de su admiración por Trotsky, de una historia perdida al menos en los respetaba a lo que tocaba en el momento en el que la CIA pasó la página de la “guerra fría cultural” para ceñirse en la tarea de crear un régimen con unas líneas rejas que no tuvo la Republica, un democracia en la monárquicos y antiguos franquistas pudieran seguir como parte de una “nomenclatura liberal” desde la que todo lo fundamental quedaba atado y bien atado. Su actuación fue apreciada por plumas como la de Federico Jiménez Losantos, para el que Gorkin fue «demasiado importante, demasiado honrado, demasiado libre para un país en el que toda libertad parece demasiada».
Las izquierdas y la lucha por le poder…El objetivo de su mentor y prologuista, Fraga Iribarne, era utilizar la denuncia del estalinismo en un sentido no muy diferente al que había expresado el propio Gorkin en sus últimas obras, y de paso arremeter contra José Bergamín, el poeta católico republicano que acababa de encabezar una lista de firmas solidaria con las huelgas de los mineros de Asturias –el sector proletaria más emblemático del antifranquismo-, llamando la atención por su prólogo al libelo Espionaje en España, firmado por un inexistente Max Rieger, y sobre el que el mejor Bollotten dedicaba una atención tan minuciosa como inobjetable. 4/
Al cabo de los años, otro periodista e historiador prorepublicano, H. R. Southworth, reputado investigador de temas claves para la historia oficial franquista, el de la Cruzada en prevención de una revolución “comunista”, y el que Guernica fue obra de los mismos republicanos, ha escrito un detallado trabajo El gran camuflaje: Julián Gorkín, Burnett y la Guerra Civil española (texto incluido en la edición de Paul Preston, La República asediada, Península, 1999), en el que trata de establecer una conexión ante Gorkin y Bollotten para “demostrar” entre otras cosas que “el libro de Bollotten (…) fue la obra maestra de la labor encubierta de Gorkin para la CIA” (p. 483). De esta manera, los “asuntos” de Gorkin con la CIA han acabado sirviendo a la descalificación de una obra cuyo principal mérito se cifra en la labor de investigación sobre la existencia de una revolución española en la que –conviene no olvidarlo- la aportación de Bollotten es una de las más importante dentro de una enorme bibliografía en la que hay aportaciones de todo tipo, siendo el Homenaje a Cataluña, de George Orwell la más conocida e influyente, y por lo mismo, igualmente denostada como un producto que hay que explicar más por el contexto de la “guerra fría cultural” que por la realidad de la que da testimonio; algo no muy diferente ocurre con la película de Ken Loach, Tierra y Libertad .
Envuelto en un aparatoso andamiaje de notas, H. R. Southworth, describe a Bolloten desde la óptica de Gorkin, algo así como su tutor intelectual, y a Gorkin por su relación con la principal trama cultural de la CIA. 5/ Desaparece el Bolloten estudioso de la revolución española. Es más bien una obra que ignora la existencia del bando franquista. La represión del POUM queda limitada al asesinato de Nin, un hecho lamentable sobredimensionado por las actividades de Gorkin y Bollotten. A diferencia de Broué y otros, Bollotten va acentuando sus trazos gruesos en la crítica al PCE, a la URSS y a Negrín para acabar conformando sus tesis a posiciones que luego serán representadas por un Stanley Payne, cada vez más situada en el área de la equidistancia tan en consonancia con la «historia oficial” de la monarquía juancarlista. H. R Southworth ni siquiera considera la existencia de dicha historiografía revolucionaria a la que, sin ir más lejos, se refiere Chris Ealham en un trabajo aparecido en la misma edición: De la cima al abismo: Las contradicciones entre el individualismo y el colectivismo en el anarquismo español (1999; 227).
A pesar de lo concluyente de su diagnóstico, en realidad H. R. Southworth, solamente demuestra algunas cosas que ya se sabían. Su descripción de Julián Gorkin como un converso bastante singular que doblega sus referentes teóricos a las exigencias de un opción a favor del “mundo libre” contra la URSS y el comunismo con cuatro generalizaciones sobre el “totalitarismo” que no se sostienen más que como expresión de lo que algunos llamarían el “fascismo exterior” de los gobiernos norteamericanos, resulta bastante ajustada, y en honor a la verdad no oculta lo paradójico del personaje que a la hora de presentarse en busca de un visado para entrar en la nueva “tierra prometida” se presenta a sí mismo como un “socialista democrático y libertario”, cuando por menos que eso algunos norteamericanos habían tenido que exiliarse. Tampoco exagera al poner en evidencia que buena parte de las “revelaciones” que se atribuye Valentín González “El Campesino”, en su descargo contra el estalinismo, fueron cosecha del propio Gorkin, de hecho, el autor de unas páginas que solo no habría podido escribir en 50 años.
El caso es que a la hora de la verdad, toda la literatura y acusaciones contra “los agentes de la CIA” acabaron imponiendo sus criterios a través de la monarquía y del PSOE light pero después de que el “eurocomunismo” llevara a cabo una faena determinante: vaciar las calles, desactivar las movilizaciones. Una patética historia que ha contado Alfredo Grimaldos en La CIA en España (Debate, 2006), sin que nadie haya cuestionado sus datos.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
Notas
1/. Según Arthur J. Schlesinger, el CLC(1950-1967) representó la inversión más rentable, inteligente y exitosa de todos los gastos de la CIA. Este episodio está tratado por la especialista Olga Glondys en La guerra fría cultural y el exilio republicano español (Consejo superior de investigaciones científicas, Madrid, 2012). No hay que olvidar que esta “guerra” la ganó el imperio con la colaboración de la socialdemocracia, de personajes como Willy Brandt en una época en la que el “Welfare State” resulta una manera de contención contra el “peligro comunista”.
2/ Ver, entrevista con Víctor Claudín en Tiempo de Historia, Madrid, enero 1980, 62:35-38.
3/ Principal especialista sobre la historia del BOC, Andrew Durgan estima que la obra de Manuel Grossi, fue fruto de la narración de éste, pero la pluma tuvo que ser la de alguien tan ducho al respecto como Gorkin, sin duda el cuadro del BOC más implicado y prolífico en este acontecimiento. .
4/ Alfaguara se ha especializado en la edición de autores comunistas disidentes, y Susan Sontag orienta su bello trabajo con un doble juego, primero exaltando los méritos literarios y militantes de Serge, luego arremete contra el comunismo, un lugar en el que Trotsky no es mejor que Stalin. Dediqué un amplio trabajo (Contra la interpretación de Susan Sontag) a este prólogo en Víctor Serge, la conciencia de la revolución, obra colectiva bajo la dirección de Pelai Pagès y mío (Laertes, 2017). Nuestro malogrado amigo ángel García Pintado, admirador ferviente de Serge escribió por su parte Víctor Serge. Lucidez en la pesadilla (militante y creador)
5/ En el cuadro de la hornada de historiadores que regresan a la guerra española para subrayar la enorme importancia del factor revolucionario social, el caso de Burnett Bolloten (1909-1987) resulto el más complejo. Socialista de derechas, literalmente «pirateado» y trastocado por el flamante y prepotente Ministro de la Propaganda, Manuel Fraga Iribarne, quien instrumentalizó el libro desoyendo la voz del autor, cambió el título de El gran camuflaje por La gran traición, etc. Se trataba de disparar contra José Bergamín que había firmado un manifiesto a favor de los mineros en huelga en Asturias, hacía una contribución a la ceremonia de la confusión tratando de reforzar el enfoque oficialista del régimen según el cual el llamado «Alzamiento» del sector fascista del ejército estuvo motivado ante todo para evitar una revolución comunista, un argumento minuciosamente rebatido en el libro El mito de la «Cruzada» de Franco (Ruedo Ibérico), de Herbert R. Southwoorth con un enfoque limitado esquema República=Aliados en el que –obviamente- el proceso revolucionario específico español, desaparece.
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