La andanada de críticas a los dichos de Duhalde se ha extendido desde el gobierno kirchnerista hasta el macrismo. El rechazo por parte del jefe del estado mayor conjunto solamente sirvió para dar crédito a los presagios de Duhalde, porque se trata de una clara intervención militar en política. El “nunca más” apiló a la grieta en la unanimidad, en un despliegue de hipocresía. Por supuesto, el “rechazo al golpe” fue proferido por los partidos cómplices históricos del golpismo.
La proclamada “democracia”, sin embargo, está floja de papeles: en estas mismas horas, los diputados del Frente de Todos acusan a los del macrismo de “socavar las instituciones”, porque no van a comparecer a debatir la reforma judicial en el Congreso. En la otra vereda, el PRO, para justificar esa ausencia, denuncia que esa reforma es, de nuevo, un socavamiento institucional. El régimen político funciona en medio de golpes y contragolpes de la justicia y los servicios de inteligencia, es un golpismo institucional o una institucionalidad golpista.
Aunque el ex presidente fue cruzado por sus advertencias sobre un golpe, nadie se hizo cargo del resto de sus pronósticos. Duhalde advirtió también sobre un escenario de “anarquía” y crisis social que asoció con el año 2001. Para el inspirador político de los crímenes del Puente Pueyrredón, una rebelión popular sólo puede tener como desenlace a una masacre perpetrada desde el Estado, con o sin golpe.
Pero el escenario de disgregación económica y social en curso es responsabilidad de los autoproclamados demócratas que están en la Rosada. La pobreza, que se acerca al 50% de la población, desborda todos los ´diques´ asistenciales. El gobierno, que está remunerando al capital financiero con generosos intereses, ha congelado las paritarias de sus trabajadores, incluyendo a los de la salud. Los dólares del banco Central languidecen, no por los que compran 200 por mes, sino por los acreedores de la deuda y las corporaciones capitalistas que no han cesado de perpetrar maniobras de fuga de capitales. Con la soga al cuello, el gobierno ha acelerado su negociación con el FMI, probablemente, con la expectativa de un socorro inmediato de divisas. El Fondo, inspirador histórico de todos los golpes continentales, exigirá a cambio la liquidación definitiva del sistema jubilatorio estatal.
La izquierda kirchnerista se empeñó en condenar ayer a Duhalde, para justificar el apoyo injustificable al gobierno Fernández. Están quienes amparan a Sergio Berni, que se desentiende de la desaparición de Facundo Astudillo Castro, para no declararse cómplice de sus subordinados. El mismo día en que se prodigaban de declaraciones “antigolpistas”, los demócratas reprimían a la movilización ambiental que llegó a la Plaza de Mayo.
Los oficialistas presentan a Duhalde como un opositor. Se olvidan de que, hasta hace pocas horas, era considerado un “ministro sin cartera” o asesor oficioso de Fernández. Sus advertencias y amenazas, por lo tanto, describen el temor a la desintegración que reina en la coalición oficial. ¿O CFK no acaba de bajarse de la ´reforma judicial´, que ahora resulta que no es ´la verdadera´? En estas condiciones, la lucha por las libertades democráticas se coloca a la orden del día como consecuencia del derrumbe del tercer kirchnerismo o del tercer derrumbe al hilo. No protege los derechos democráticos, sino que encubre su violación cuando no los viola.
Es necesario defender el derecho a marchar; a organizarse; a pelear por paritarias libres; a defender protocolos sanitarios de los trabajadores, con la claridad de que los aprestos represivos se cocinan adentro del propio Estado y del propio gobierno. Con esa convicción, marcharemos mañana en rechazo al gatillo fácil y por Facundo Castro.
Marcelo Ramal
26/08/2020
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