viernes, agosto 21, 2020

La vigencia del período abierto por la Revolución de Octubre



León Trotsky: a 80 años, la actualidad de la lucha por el socialismo.

La vigencia del periodo abierto por la Revolución de Octubre fue probablemente una de las cuestiones que más energía insumieron a Trotsky en los últimos años de su vida, cuando los cuestionamientos a esta vigencia se multiplicaban desde distintos ángulos y desde muy diversos protagonistas. Trotsky los cuestionó no sólo a través de sus polémicas y de sus textos sino también en el plano político y organizativo.

Revolución Permanente o “Socialismo en un solo país”

En primer lugar frente a los planteos de la burocracia stalinista en favor del “socialismo en un solo país”,que significaba el abandono de la revolución internacional. Esto se expresó tempranamente en la política de la III Internacional frente a la Revolución China de 1927, entregando el liderazgo a las fuerzas nacionalistas lideradas por Chiang Kai Shek, que acabaron reprimiendo y masacrando a los comunistas.
Su trabajo “La Revolución Permanente” no solo sacó las conclusiones de esta traición sino que ratificó el lugar de la Revolución de Octubre como parte e inicio de la revolución mundial. Explicaba que las condiciones que permitieron el triunfo de una revolución proletaria en un país atrasado como Rusia derivaban de la madurez de la economía mundial para el socialismo y mostraba la ligazón entre la forma nacional que adquiría la revolución y su contenido internacional. Y el rol que la clase obrera, como clase universal, jugaba como nexo entre los países desarrollados imperialistas, y los coloniales y semicoloniales en los cuales la clase obrera asumía las tareas democráticas pendientes, que la burguesía ya era incapaz de cumplir como parte de su propia revolución proletaria.

La Revolución Traicionada

En segundo lugar, Trotsky debió confrontar con quienes sostenían que la burocracia de la URSS, que había impuesto su dictadura y expropiado el poder a la clase obrera, había abierto una nueva época histórica y que esta nueva clase social, la burocracia, sería la protagonista de ese nuevo período histórico. Otros, se tomaban del mismo fenómeno para concluir que la dominación burocrática había cancelado la revolución como perspectiva histórica.
Trotsky dedicó buena parte de sus energías durante 1935 y 1936 a uno de sus más importantes trabajos, “La Revolución Traicionada”. En él, mostraba, en primer lugar los grandes avances que la atrasada Rusia había logrado en los casi veinte años desde la Revolución de Octubre, caracterizándolos como un anticipo del enorme potencial que tenía la expropiación de la burguesía y la economía planificada. Pero a su vez, demostraba que la burocracia, que usufructuaba una posición privilegiada, no constituía una nueva opción histórica, sino un desvío transitorio, resultado de haber derrotado y expropiado el poder a la clase obrera. Mostraba el doble carácter de la URSS, un estado obrero en tanto defendía la propiedad social de los medios de producción y al mismo tiempo burgués, en cuanto a la distribución desigual de los bienes producidos. Formulaba entonces su genial pronóstico alternativo: o la clase obrera lograba derrotar a esa burocracia mediante una revolución política y recuperaba el poder impulsando el camino hacia el socialismo, o la burocracia se convertiría de conjunto, o una parte de ella, en el agente de la restauración capitalista.

Los crímenes de Stalin. Bolchevismo y Stalinismo

Los procesos de Moscú, comenzados en agosto de 1936 y continuados durante 1937 y 1938, liquidaron a los que quedaban del comité central que lideró la Revolución de Octubre, para 1938 solo sobrevivían Stalin y Trotsky. Además liquidó a la cúpula del Ejército Rojo, que quedó así desmantelado para la inminente guerra, pero no solo eso, la represión “también golpea a sectores enteros del Partido Comunista (de la URSS), literalmente diezmado: de 1936 a 1938, más de la mitad de sus miembros son arrestados y, en su mayor parte fusilados o enviados al gulag, donde a menudo encuentran la muerte”.[i]
Trotsky responde en su obra “Los crímenes de Stalin” a todas las calumnias y mentiras que se difundieron durante los procesos. A su vez, en un texto polémico, “Bolchevismo y Stalinismo”, de agosto de 1937 va a refutar a quienes pretenden deducir de los crímenes del stalinismo, el fracaso del bolchevismo, del cual el stalinismo sería su continuidad. Una nuevo ángulo para cuestionar que vivimos en la época abierta por la Revolución de Octubre, negando a su principal impulsor, el bolchevismo, y asociándolo e identificándolo con el stalinismo, representante de una burocracia despiadada que se sabía cuestionada. Y que logro imponerse como una fuerza contrarevolucionaria. Inicialmente debutó como thermidoriana, para terminar como restauracionista.
Trotsky hace una defensa rigurosa de los aportes del bolchevismo a la teoría y tradición marxista que nada tienen que ver con la impostura stalinista. “El partido bolchevique ha enseñado al mundo entero como se realiza la insurrección armada y la toma del poder. Los que oponen una abstracción de Soviets, a la dictadura del partido, deberían comprender que únicamente gracias a la dirección de los bolcheviques, los soviets se elevaron del pantano reformista al papel de órganos del Estado proletario”.[ii] Y sintetiza los fundamentales aportes del bolchevismo, en una síntesis reveladora: “El análisis de la época imperialista como época de guerras y de revolución; de la democracia burguesa en el período de decadencia del capitalismo; de la relación de la huelga general y la insurrección, del papel del partido, de los soviets y de los sindicatos en la época de la revolución proletaria; de la teoría del estado soviético; de la economía de transición; del fascismo y el bonapartismo en la época de descomposición capitalista; en fin, por su análisis de la degeneración del mismo partido bolchevique y del estado soviético”.[iii]

La fundación de la IV Internacional y el Programa de Transición

Seguramente su mayor desafío político y organizativo fue dejar en pie la IV Internacional. Desde que en 1933, la desastrosa política del PC alemán facilitó el ascenso de Hitler y no provocó ninguna reacción crítica en los demás partidos que constituían la III Internacional, Trotsky llegó a la conclusión que la experiencia como Oposición de Izquierda estaba agotada y que era necesario encarar la constitución de nuevos partidos separados de los PC y de una nueva internacional, la IV. Nada indica en forma más contundente su convicción sobre la vigencia de la época abierta por la Revolución de Octubre, que su firme voluntad de construir la IV Internacional. Cinco años pasaron desde la proclamación de su necesidad y su conferencia de fundación, el 3 de setiembre de 1938 en las afueras de París.
La tarea no fue sencilla. A las vacilaciones de algunos de sus propios partidarios y algunos intentos frustrados, se sumaba la cacería stalinista que los juicios de 1936-38 no hicieron más que agudizar, asesinando a decenas de cuadros formados y dirigentes del movimiento por la IV Internacional, entre ellos el hijo de Trotsky, Sedov. Además la persecución que sufría el propio Trotsky, expulsado de Noruega a fines de 1936. Su llegada a México a comienzos de 1937 le permitió impulsar con más energía y dedicación lo que seguramente era su más importante tarea estratégica.
La conferencia tuvo el mérito de aprobar, además de la fundación de la IV Internacional, el Programa de Transición, redactado por Trotsky que llevaba como título “La agonía del capitalismo y las tareas de la IV Internacional” y como subtítulo “La movilización de las masas en torno a las reivindicaciones transitorias como preparación para la toma del poder”. Naturalmente, Trotsky era consciente que lo que le daba contenido a la nueva internacional era su programa. En uno de los momentos más difíciles de la historia y de su propia historia personal, en lo que denominó la medianoche de la historia, daba a luz uno de sus mayores aportes a la teoría revolucionaria, que es el Programa de Transición. Sus definiciones son rotundas “La premisa económica de la revolución proletaria ha llegado hace tiempo al punto más alto que pueda alcanzar bajo el capitalismo… Sin revolución social en un próximo período histórico, la civilización humana está bajo amenaza de ser arrastrada por una catástrofe. Todo depende del proletariado, es decir, de su vanguardia revolucionaria. La crisis histórica de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria”.[iv] Es la formulación más categórica de la vigencia del período abierto por la Revolución de Octubre.

La defensa de la URSS y “En defensa del marxismo”

La ocupación por parte de la URSS de la parte oriental de Polonia tras su pacto con Hitler generó críticas muy fuertes contra la URSS en los medios occidentales, como no había sucedido mientras el Kremlin llevaba adelante la política de los frentes populares y de alianza con los imperialistas democráticos (ni tampoco, acotemos, mientras se desarrollaron los atroces juicios de Moscú entre 1936-38). Especialmente en los ambientes “progres” de la época, que establecían una diferencia cualitativa entre el imperialismo “democrático” y el imperialismo nazi-fascista. “Este clima tuvo su impacto en el Socialist Workers Party (SWP, Partido Socialista de los Trabajadores), el partido trotskista de Estados Unidos, el más numeroso en ese entonces de la recién fundada IV Internacional. Una minoría de la dirección (Burnham y Shachtman) y un amplio sector de la juventud cuestionaron la política de defensa incondicional de la URSS, cuya conducta y acciones calificaban de “imperialista”. Y, por lo tanto, se oponían a la defensa de la URSS. Estos planteos terminaron cuestionando si la URSS podía seguir siendo considerada un Estado obrero. El bloque que defendió este planteo era heterogéneo y se va a quebrar a poco de su ruptura con el SWP”[v] demostrando su completa desmoralización y abandono de toda referencia a la época abierta por la Revolución de Octubre.
Trotsky va a intervenir en la polémica (sus intervenciones fueron recogidas en el libro “En defensa del marxismo”) señalando que: “Debemos formular nuestras consignas de forma que los trabajadores vean claramente lo que estamos defendiendo de la URSS (propiedad estatal y economía planificada) y contra quien dirigimos nuestra lucha sin cuartel (la burocracia parasitaria y el Comintern). No debemos perder de vista ni por un momento el hecho de que para nosotros la destrucción de la burocracia soviética está subordinada a la preservación de la propiedad estatal de los medios de producción en la URSS; pero que la cuestión de preservar la propiedad estatal de los medios de producción en la URSS está subordinada a la revolución proletaria mundial”[vi].

80 años después, “la premisa económica de la revolución proletaria”

¿Cuál fue el devenir de las formulaciones de Trotsky que hemos reseñado hasta aquí en los 80 años que han pasado desde su asesinato? Tengamos en cuenta que para los revolucionarios los programas y los planteamientos teóricos y políticos deben ser sometidos a la verificación histórica. Comencemos con la formulación del Programa de Transición sobre las premisas económicas de la revolución. En realidad fue una de las primeras en ser cuestionada y revisada por quienes eran en ese entonces el principal agrupamiento referenciado en la IV Internacional, nos referimos al pablismo primero (década del 50) y al Secretariado Unificado (SU) desde la década del 60. Uno de sus principales dirigentes teóricos, Ernesto Mandel, sostuvo que el capitalismo de posguerra había dejado desactualizada la caracterización del Programa de Transición, que se había creado un neocapitalismo que había dado lugar a los 20 o 30 años gloriosos del capitalismo después del fin de la segunda guerra. Pero la realidad desmintió a los críticos y validó las premisas fundamentales del Programa de Transición. La gigantesca destrucción de fuerzas productivas durante la segunda guerra permitió una transitoria recomposición que rápidamente mostró sus límites. La época de guerras y revoluciones no había cesado. La revolución china y la guerra de Corea, la derrota del imperialismo francés en indochina y en Argelia fueron preparando las condiciones de la ola revolucionaria del 68 y la crisis que desembocó en la inconvertibilidad del oro en 1971 acabando con toda la ingeniería de posguerra y lo que se conoció como crisis del petróleo en los ´70.
Más tarde, la caída de la URSS y la restauración capitalista, dieron lugar nuevamente a una renovada ofensiva de quienes sostenían que las premisas del Programa de Transición habían sido una formulación propia de las vísperas de la segunda guerra pero no correspondían a la realidad. Pero la realidad vino a validar en forma contundente las premisas allí formuladas, desmintiendo que la restauración capitalista ofreciera una salida a la crisis del capital, como lo advirtió el Partido Obrero y lo plasmó en las Tesis adoptadas por la Coordinadora por la Refundación de la Cuarta Internacional en el 2004. La crisis asiática y de otros países emergentes a fines del siglo pasado, la crisis de las punto com, la crisis que arrancó en 2007-2008 y la actual depresión mundial detonada por la pandemia pero que ya estaba en marcha lo han ratificado. Nouriel Roubini, un destacado economista del campo académico que anticipó la crisis de 2007-2008, tuvo que reconocer que: “Karl Marx tenía razón. Llegado a cierto punto el capitalismo puede destruirse a sí mismo. No puedes perseverar en el desplazamiento de ingresos del trabajo al capital sin tener un exceso de capacidad y una falta de demanda… Pensábamos que los mercados funcionaban. Pero no están funcionando”.[vii] En definitiva, el capital se ha mostrado como el límite para su propio desarrollo, la sobreproducción, el excedente tanto de mercancías producidas como de capital que no encuentra utilización lucrativa han preparado las condiciones para la actual tendencia depresiva que solo encuentra un punto de comparación con la 90 años atrás tras el derrumbe de 1929.

Revolución política y restauración capitalista

Las revoluciones políticas que estallaron en Europa Oriental desde Berlín 1953 hasta Polonia 1980, pasando por Hungría y Checoslovaquia 1956 y 1968, fueron mostrando a la burocracia el peligro que afrontaba y se convirtieron en uno de los factores que la impulsaron al camino de la restauración capitalista. En ese derrotero fueron acompañados por un viraje similar de los principales partidos comunistas de Europa Occidental hacia la defensa de los regímenes burgueses e imperialistas que se conoció como el eurocomunismo.
También en este caso el SU se alineo junto a los sectores restauracionistas y eurocomunistas con el argumento de que se procuraba un socialismo con democracia superando la dictadura burocrática. Esto fue muy evidente en el caso de la URSS en la década de los 80 con la Perestroika y Glasnost. Parecían haber encontrado un tercer camino que evitaba las alternativas del Programa de Transición. Ni revolución política ni restauración, “socialismo con democracia”. Que en realidad era el viejo plato socialdemócrata recalentado de democracia (forma del estado burgués), base del reformismo, contrario a la revolución socialista.
No pasó de una fantasía democratizante. Los eurocomunistas pasaron a participar de la gestión (o cogestión) de los estados imperialistas y la Perestroika fue en realidad la cobertura “institucional” de la restauración, validando en los hechos los pronósticos formulados 80 años atrás por Trotsky.

Del foquismo a los partidos amplios

Las décadas del 60 y del 70 también vieron al SU alineado en el impulso y la promoción del foquismo, tanto en sus sectores mayoritarios como en la minoría encabezada por el SWP de Estados Unidos que pasó de ser el partido trotskista más importante del mundo a una completa desaparición, subsumido en el castrismo y el sandinismo.
Las derivas foquistas del SU y del SWP constituyeron un grave desvío en las tareas de la IV Internacional. Su fracaso estrepitoso durante la década del 70 no fue superado sino por una orientación democratizante acompañando al eurocomunismo. El paso siguiente fue la participación en partidos supuestamente amplios pero que derivaron hacia posiciones de frente popular como el PT de Brasil, en el cual el SU se mantuvo mientras llevaba una política fondomonetarista. Y luego directamente la promoción de este tipo de agrupamientos, incluyendo recientemente a Podemos en España, Syriza en Grecia y la disolución de su sección francesa en un partido de tendencias con eje puramente electoral, el Nuevo Partido Anticapitalista, hoy en franco retroceso en un periodo de acciones de masas de los trabajadores en el país..
Como dijimos lo que define a un partido es su programa. Estas derivas que dejaban de lado la defensa de la construcción del partido revolucionario tuvieron su efecto en el programa ya que abandonaron la estrategia de la dictadura del proletariado.
El fracaso y la involución política del SU tras sus derivas democratizantes ofrecen un contundente balance de quienes han abandonado por sobre todo la comprensión de la vigencia del período abierto por la Revolución de Octubre, tema que como vimos fue uno de los ejes principales de los últimos años de la vida de Trotsky antes de su asesinato 80 años atrás.

La crisis actual y sus desafíos

A 80 años del asesinato de Trotsky, la época de la Revolución de Octubre que tanto se empecinó en reivindicar en sus últimos años, está más vigente que nunca. En primer lugar en la acuciante crisis que se extiende por todo el mundo en forma simultánea, como pocas veces ocurre en la historia, en medio de rebeliones que conmueven al corazón del imperialismo tanto en Estados Unidos como en Europa y también en América Latina, Medio Oriente, África y en los propios países que transitan la restauración capitalista.
Pero también en la crisis y el fracaso de las formaciones políticas que pretendieron medrar con salidas democratizantes que dejaron en pie los fundamentos de la crisis, que es el propio capital. El desafío que la crisis actual les presenta a los revolucionarios es el que Trotsky encaró hace poco más de 80 años. Poner en pie y darle consistencia al factor subjetivo que se encuentra en retraso respecto a las condiciones objetivas. La construcción de partidos revolucionarios y la reconstrucción de la IV Internacional.

Andrés Roldán

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