Siguiendo el título de la serie de Netflix que relatala vida de una ajedrecista precoz, el gobierno decidió sacrificar a una de sus ministras del gabinete nacional, María Eugenia Bielsa. La responsable de Vivienda y Hábitat salió eyectada en medio de un desastre habitacional sin precedentes, que la pandemia no hizo más que poner de manifiesto. En la Argentina, el déficit de vivienda alcanza a tres millones y medio de familias, que representanla tercera parte de la población del país. Bajo el Covid, la acumulación de varias generaciones en una misma casa se tornó una bomba explosiva, y un pasaporte seguro a los contagios. Del mismo modo, decenas de inquilinos –muchos de ellos en barrios precarios- fueron despedidos o perdieron sus ingresos, y no pudieron afrontar el alquiler. Vino entonces la escalada de ocupaciones de predios ociosos, como respuesta necesaria e inevitable a un desastre de larga gestación. La respuesta oficial a esta crisis fue el desalojo de la mayor de estas tomas -la de Guernica- sin salidas para sus ocupantes. El despido de Bielsa, ¿augura una respuesta diferente?
Nada de esto se aprecia en el presupuesto de vivienda 2021. La previsión oficial de inversión para este rubro es del orden de los 1000 millones de dólares, la quinta parte de lo previsto para la deuda pública. Al costo actual de la construcción, ello permitiría iniciar unas 30.000 viviendas, justamente la cifra que promete el mensaje presupuestario. Si se toma en cuenta el crecimiento vegetativo de la población y de las familias, es fácil advertir que ese número de viviendas, que tampoco se entregarían en 2021, equivalen aproximadamente a las nuevas familias que engrosarían el déficit en el año por comenzar. El presupuesto a ser aprobado, por lo tanto, perpetúa en el tiempo alas actuales carencias habitacionales. La mayoría de estos recursos, según informa el gobierno, se canalizaría a través del plan Procrear, que volverá a acumular una interminable demanda insatisfecha.
La cuestión de la vivienda, sin embargo, no es una mera cuestión presupuestaria. La mayor de las infraestructuras de un país –la que alberga a sus trabajadores- sólo puede afrontarse con una gran movilización del ahorro nacional. Entre ese ahorro y las viviendas necesarias, sin embargo, existe un abismo. En los años recientes, la relación entre el metro cuadrado de propiedad y el salario medio ha sido la más alta de la historia. Esto, como resultado de la especulación con tierras ociosaspor parte del capital financiero; por la caída del salario; y por la carga extorsiva de los intereses hipotecarios, que los bancos equiparan al rendimiento extorsivo de la deuda pública. La última tentativa capitalista por superar ese impasse ha sido el sistema macrista de créditos UVA, que ataban las cuotas a la inflación futura y, por lo tanto, trasladaban el riesgo de un desbarajuste económico a las familias endeudadas. Es justamente lo que ocurrió después de abril/mayo de 2018.
El gobierno FF no tiene un planteo alternativo al de aquél régimen fracasado. La pandemia hubiera constituido una oportunidad formidable para integrar la cuestión de la vivienda a la emergencia sanitaria y social en un sentido amplio: nacionalizando la banca, colocando a disposición las tierras ociosas y, sobre esta base, un régimen de créditos sin interés asociado a los salarios. Un plan de este tipo, concebido con los debidos cuidados sanitarios, podía dar cuenta también del derrumbe ocupacional. En lugar de ello, el gobierno sostuvo las operaciones especulativas del gran capital, y financió esos recursos premiando a los bancos con intereses del 40% anual. Esta hipoteca a perpetuidad es un bloqueo también permanente a cualquier plan de vivienda social de cierto alcance.
En el ajedrez, el gambito o sacrificio es la pérdida de una pieza para conquistar una posición superior. En el tablero del gobierno FF, Bielsa se va, pero sólo para disimular que el desastre habitacional continuará agravándose. El nuevo ministro, Ferraresi, ensayará otra solución fracasada: tapar la falta de vivienda nueva con “soluciones habitacionales”, o sea, urbanizaciones parciales y cosméticas de barrios precarios, a su turno, llevadas adelante con trabajo precario, recientemente bautizado como ´economía popular´.
Marcelo Ramal
11/11/2020
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