La mayor parte de las escuelas norteamericanas bajaron la persiana en marzo, pero a diferencia de los países europeos, a la vuelta del verano boreal, en EE.UU. la mayoría de los centros públicos no reabrieron. A mediados de septiembre, el 75% de los 100 mayores distritos escolares del país –alrededor de nueve millones de niños, el 40% del total nacional– solo ofrecían clases online, según datos de Education Weekly ; uno de cada cuatro centros había optado por modelos híbridos.
“En los territorios demócratas ha sido imposible el acuerdo en el sector público. En el norte de Virginia los maestros se niegan a volver a las aulas antes de septiembre del 2021 o solo cuando haya cero contagios comunitarios. En Los Ángeles los sindicatos exigen más medidas de seguridad y cambios políticos como acabar con las escuelas concertadas. En Washington piden que los maestros que lo deseen puedan dar clases solo a distancia, a lo que el ayuntamiento se niega, pero también medidas a priori fáciles de resolver, como dotar al personal de mascarillas tipo FFP2, escasas aquí” (La Vanguardia, 23/11).
“Los profesores estadounidenses se niegan a reabrir las escuelas”, tituló Financial Times. “Las aulas de Washington DC se están llenando de niños nuevamente, excepto que no hay maestros” (FT, 6/12). La Federación Estadounidense de Maestros -el sindicato nacional del personal docente- sólo admite el regreso voluntario de sus afiliados a dar clases presenciales. El gobierno ha respondido movilizando carneros. “Bajo este arreglo inusual, los alumnos [en Whashington DC] son supervisados por personal no docente y no sindicalizado y se les enseña con iPads en sus escritorios” (ídem).
Los sindicatos estadounidenses insisten en que sigue siendo peligroso para los profesores trabajar. Mientras, los funcionarios estatales, que impulsan las aperturas en medio del Covid-19 sin vacuna, se deslindan de la responsabilidad política y cuestionan al gobierno de la inmunidad de rebaño de Donald Trump por no detener la pandemia. En la ciudad de Nueva York, las escuelas volvieron a cerrar el 16 de noviembre menos de dos meses después de reabrirlas, una decisión que se revirtió después de que el alcalde Bill de Blasio flexibilizó los criterios para cerrarlas. En California, 51 de los 58 condados se encuentran ahora en la zona "púrpura", lo que significa que no pueden reabrir si aún no estaban abiertos.
Algunos estados administrados por republicanos, como el de Dakota del Norte, reabrieron las escuelas después de las vacaciones de verano. Los alumnos que estuvieron expuestos, pero no desarrollaron síntomas siguieron asistiendo a clases, usando una máscara y evitando actividades como tocar un instrumento o hacer ejercicio físico. A pesar del optimismo de los funcionarios públicos, mientras las infecciones se propagaban rápidamente en la comunidad, el estado tuvo que cerrar su sistema escolar nuevamente durante 17 días, confirmando que su política de mantener a los estudiantes a como dé lugar dentro de las escuelas resultó perjudicial.
El FT, principal vocero del capital financiero internacional, reconoce que “muchos gobiernos [reabrieron las escuelas] principalmente para ayudar a los padres a regresar al trabajo e impulsar sus economías”, pero la decisión ha chocado con “la atmósfera altamente politizada en los Estados Unidos”. Es decir, con la crisis política que envuelve al estado yanqui respecto del manejo de la pandemia y con el ambiente de rebelión que conmueve a dicho país desde hace meses. El “ejemplo” de los países europeos que ensalzan los voceros del capital no puede disimular que concluyeron en fracasos, rebrotes y nuevos cierres, como ocurre en Israel, España, Gran Bretaña e Italia, donde tuvieron que dar marcha atrás al dispararse los casos tras la vuelta a clases.
Los estados capitalistas se empeñan en llevar adelante aperturas educativas generales con protocolos totalmente inviables en el marco de sistemas educativos vaciados y con condiciones de infraestructura escolar paupérrimas. Si se hubiera querido evitar “el sufrimiento de la educación”, como lo llama FT, hubiera sido necesario garantizar conectividad y equipos tecnológicos para que cada niño pueda acceder a la educación virtual, así como reformas edilicias que aseguren el cumplimiento de protocolos de distanciamiento social.
Sólo la lucha y la organización de la docencia, los estudiantes y las familias va a garantizar una vuelta cuando las condiciones sean seguras.
Ana Belinco
09/12/2020
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