Pine Gap se levanta en el corazón desértico de Australia. No es cualquier base, es la base espía más importante de Estados Unidos alrededor del mundo. Edward Snowden hizo más visibles sus propósitos en 2013 cuando la denunció, pero funcionaba desde 1970. Un tratado firmado entre los dos países le dio vida el 9 de diciembre de 1966.
Bajo la apariencia engañosa de monitorear satélites, EE.UU. intercepta millones de comunicaciones, facilita información sensible para operar drones con fines bélicos y realiza espionaje en beneficio de intereses propios y de sus aliados desde ahí.
El Pacto AUKUS
Hoy sus instalaciones son un dispositivo clave en el control de una región donde Washington mide fuerzas con China. Acaba de firmar en septiembre pasado la alianza AUKUS (con los gobiernos de Londres y Canberra) que motivó un conflicto internacional con Francia, damnificada de un acuerdo que quedó cancelado para venderles submarinos a los australianos. Ahora, cuándo no, el negocio lo hará el complejo militar-industrial que el expresidente Dwight Eisenhower presentó en sociedad en 1961 en su discurso de despedida. Pasaron sesenta años.
La base de Pine Gap queda a medio camino entre Adelaida al sur y Darwin al norte, rodeada del desierto de Simpson. Un extenso territorio de dunas rojizas, como de película. Extrañas figuras en la roca erosionada por el viento le dan a la zona un semblante lunar, que podría haber inspirado a Ray Bradbury. La CIA controla la infraestructura del lugar que Snowden, su ex contratista, vinculó con la red de espionaje Echelon. La más grande de la historia. Durante décadas Australia y Estados Unidos mantuvieron con incómodo esfuerzo el secretismo sobre sus verdaderos fines. Típica plataforma de vigilancia de la Guerra Fría, nació con el objetivo de espiar el desarrollo nuclear de la ex Unión Soviética y sus aliados.
Cuando el ex primer ministro australiano Gough Witlam insinuó un posible cierre de la base –gobernó entre 1972 y 1975 – terminó depuesto. La renuncia se la pidió el gobernador general y representante de la reina de Inglaterra en Australia, John Kerr, un funcionario de estrecha relación con la CIA. Esa fue la única vez en poco más de 50 años que EEUU corrió el riesgo de quedarse sin Pine Gap. El político laborista estaba amparado legalmente para cerrarla. El convenio firmado en el ‘66 entre ambos países decía que después de nueve años, cualquiera de los dos podía rescindirlo si avisaba un año antes. Pero no pasó y a Witlam le costó su salida.
Una historia de película
La historia de la base fue tratada por Netflix en una miniserie de seis capítulos estrenada en octubre de 2018. La productora australiana Screentime da una idea de cómo funciona Pine Gap, pero no tuvo demasiado suceso. Incluso fue levantada en Vietnam por lo que este país consideró un error geopolítico del guión. Dos veces aparece un mapa que le atribuye a China una zona marítima que está en disputa con su vecino. Los vietnamitas lo tomaron como una ofensa. En los diálogos hay un pasaje crítico a EEUU sobre el control de la base. Se da cuando la subjefa local le dice a su superior: “Los australianos estamos muy acostumbrados a aceptar. En toda la historia de Pine Gap el jefe siempre fue estadounidense”.
Proyecto Rainfall: la historia secreta de Pine Gap es un libro de Tom Gilling basado en documentos desclasificados de Estados Unidos y Australia. Su autor sostiene en el texto la idea de que los ovnis son objeto de estudio para la base. El periodista Alex Salmon escribió sobre la investigación en septiembre de 2019: “Gilling documenta de manera experta la historia secreta de Pine Gap, el secreto que rodea su papel en la máquina de guerra de los EEUU. Y cómo convierte a Australia en un objetivo militar en el caso de futuras guerras imperialistas de Estados Unidos. Si bien no pide explícitamente el cierre de Pine Gap, el libro proporciona evidencia más que suficiente para cerrarla y poner fin a la alianza militar de Australia con los EEUU”.
Lo que muestra la actualidad es bien diferente. AUKUS reforzó la asociación estratégica entre las dos naciones y el Reino Unido. No es la única en la región. Existe además el Quad (Quadrilateral Security Dialogue), una coalición que integran EEUU, Australia, India y Japón en la zona del Indo-Pacífico, un concepto geopolítico relativamente nuevo.
El prestigioso analista de Inteligencia australiano, Desmond Ball, también definió a Pine Gap como “máquina de guerra” en 2014, un par de años antes de su muerte. De aquella base a principios de los ’70 que apenas tenía dos antenas y nació como una instalación de investigación espacial de defensa conjunta -según el tratado firmado en 1966-, se pasó a un complejo con 38 antenas cubiertas por sus respectivos radomos en 2017. Esas estructuras que semejan gigantescas pelotas de golf y las protegen del mal tiempo. Pero no solo crecieron las instalaciones de modo exponencial. También su dotación.
Las primeras familias estadounidenses se instalaron en la zona de Alice Springs, la ciudad más cercana a la base, cuando ésta se abrió. Las tareas secundarias fueron destinadas a australianos, que con el tiempo pasarían a ocupar la mitad de los puestos de trabajo. Desde la Guerra Fría a la etapa posterior a los atentados a las Torres Gemelas, Pine Gap casi duplicó su personal, según Ball. Mimetizados en ese paisaje desértico, algunos agentes de la base se hacían pasar por jardineros. Alice Springs tuvo una alta densidad de ellos. El secretismo el gobierno local contribuyó a que estas habladurías se volvieran frecuentes y hasta aparecieran publicadas en los medios.
Las tierras donde funciona este núcleo de espionaje son consideradas sagradas por los pueblos originarios de la región que fueron desalojados hace décadas. En ellas también proliferan historias sobre avistajes de platos voladores. Nada de lo que ocurre en esta porción del mundo donde la influencia de China resulta notoria, es ajeno a Pine Gap ni a la voracidad informativa de la CIA y la NSA (Agencia Nacional de Seguridad de EEUU). Si Estados Unidos tenía 686 bases militares fuera de su territorio en 2015 – cifra que ahora algunos informes elevan a casi un millar -, la que opera desde el centro de Australia es su Big Brother. Las guerras que libró Washington basadas en su credo selectivo contra el terrorismo abarcaron la ex Yugoslavia, Libia, Irak, Afganistán y Siria. Todos países que quedaron destruidos por los bombardeos indiscriminados. Hoy son reemplazados por drones con los que se cometen ataques quirúrgicos que tampoco evitan los llamados daños colaterales contra civiles indefensos. Para eso EE.UU. necesita seguir espiando y Pine Gap es su músculo vital.
Gustavo Velga | 04/10/2021
Página12
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