El diario inglés The Guardian ha publicado un texto que, bajo la firma “Trabajadores anónimos de Amazon y Google” rechaza el acuerdo que estos gigantes tecnológicos han firmado con el Estado sionista. El acuerdo en cuestión, que implica un negocio por 1.200 millones de dólares, consiste en un proyecto -denominado Nimbus- que tiene por objeto proveer tanto al gobierno como al ejército de Israel de tecnología en la nube para automatizar procesos de captura y tratamiento de datos. Según los firmantes, “esta tecnología permite una mayor vigilancia y recopilación ilegal de datos sobre los palestinos, y facilita la expansión de los asentamientos ilegales de Israel en tierra palestina”.
El texto -suscrito por 1.600 trabajadores hasta el momento, en forma anónima por temor a represalias-, se denuncia que “los productos que construimos son utilizados por Israel para negar a los palestinos sus derechos básicos, obligarlos a salir de sus hogares y atacarlos en la Franja de Gaza, acciones que han provocado investigaciones de crímenes de guerra por parte de la corte penal internacional”.
Por otra parte, un segundo texto, firmado Gabriel Schubiner (investigador e ingeniero de software de Google) y Bathool Syed (estratega de contenido de Amazon) y publicado por NBC, explica con mayor detalle que los términos del contrato fueron diseñados para dejar a las compañías con muy poco control del uso que se hace de la tecnología desarrollada por los trabajadores. Además, explica que estos términos implican que se asegura “la continuidad del servicio, incluso si las compañías desearan retirarse debido a la protesta obrera”, y especifica que “las compañías no pueden negarse a dar servicio a ninguna rama del gobierno sionista, incluida la militar”. Los técnicos añaden a la denuncia que los detalles del acuerdo son secretos y que ni el público ni los trabajadores tienen acceso a ellos, demodo que están vedados tanto el escrutinio de organizaciones de derechos humanos como las opiniones de los trabajadores.
Los especialistas son contundentes al afirmar que “dado que no es posible garantizar que la tecnología que construimos no sea utilizada para cometer abusos contra los derechos humanos de los palestinos, la única opción ética es la ruptura total del contrato”.
Ambos textos hacen referencia al hecho de que en la semana en que se firmó el acuerdo un ataque del ejército sionista contra Gaza se cobró la vida de 250 palestinos, de los cuales más de 60 eran niños. Asimismo, trabajadores y técnicos denuncian que esta no es la primera vez que un acuerdo de esas características se firma con distintas instituciones de sometimiento del imperialismo. Y también han protestado en aquellas oportunidades. Para el caso, los trabajadores de Amazon iniciaron la campaña “Nosotros no lo construiremos” frente a un acuerdo que esa compañía firmó con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos para el desarrollo de tecnología de reconocimiento facial que “permite el abuso de personas marginalizadas”. Del mismo modo, cuando Google firmó el Proyecto Maven con el Pentágono para proveer tecnología para el uso de drones por parte del Ejército, los trabajadores presionaron a la corporación a que retirara el contrato y se instituyese una política de uso ético de la inteligencia artificial.
Pero no serían estas las únicas empresas que participan de estas lides. Un artículo de The Jerusalem Post explica que el proyecto de marras fue adjudicado a Amazon y Google, en forma conjunta, luego de que estas vencieran en una licitación a las propuestas de Microsoft, IBM y Oracle. Las mayores compañías tecnológicas del planeta reciben miles de millones de dólares para desarrollar sistemas que automatizan y perfeccionan la opresión de un pueblo empobrecido y asfixiado al extremo como el palestino. El entrelazamiento de los intereses comerciales de las compañías con las necesidades de control, vigilancia y sometimiento del imperialismo es total.
El levantamiento de los trabajadores exigiendo la supresión del contrato marca una época. Los textos, asimismo, dan cuenta de una perspectiva imposible: que las compañías se autorregulen, bajo la égida del capital, con buenas políticas y administración honesta. La lucha que llevó a la implementación del “compromiso ético en inteligencia artificial” no impidió que ahora firmaran un convenio para un proyecto que perfecciona la limpieza étnica. De nada valió el lema de Google “no seas malo” (retirado, de todos modos, en 2018) o el de Amazon “hacelo mejor, sé mejor” a la hora de orientar el conocimiento humano al exterminio de un pueblo.
Esta es la lección de oro que quienes producimos tecnología informática debemos extraer de esta valerosa acción de los trabajadores. No hay posibilidad que bajo relaciones de producción capitalistas la tecnología tenga un fin último el beneficio de la humanidad porque se trata, en síntesis, de un sistema de explotación en el que una minoría vive y se enriquece, sin trabajar, del trabajo de una mayoría cada vez más empobrecida.
Si queremos, como señala el texto, “la construcción de un mundo donde la tecnología promueva la seguridad y la dignidad para todos” los trabajadores de todas las ramas debemos tomar en nuestras manos el destino de la producción y abrirnos paso a la conquista del poder político.
Pablo Lodf
14/10/2021
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