El gobierno marroquí, con el apoyo de las fuerzas de seguridad españolas, llevó a cabo una masacre contra migrantes que intentaban ingresar al territorio español a través de Melilla, ciudad ubicada en el continente africano. La feroz represión dejó más de 150 heridos de gravedad, y, según la organización Caminando Fronteras, alrededor de 40 muertos en tan solo un día. Las inmediaciones de la valla melillense construida por el expresidente José María Aznar y perfeccionada por el otrora mandatario José Luis Rodríguez Zapatero fueron el escenario de un baño de sangre.
Mohamed VI, el rey de Marruecos, desplegó a la gendarmería para esos menesteres. El gobierno de Pedro Sánchez hizo su aporte colocando a la policía española, la cual arremetió duramente contra los trabajadores. “Eso fue la guerra; (solo) teníamos piedras para luchar contra los militares marroquíes”, dijo un joven sudanés el sábado en un centro de retención en Melilla (La Nación, 26/6).
Una serie de ONGS marroquíes y españolas han estado reclamando que se avance en una investigación de fondo que permita clarificar cómo y de qué forma es que han muerto las víctimas de la represión. Al mismo tiempo, se han convocado movilizaciones de repudio en el territorio español.
En 2021, en la denominada “frontera sur”, por mar y tierra, murieron casi 2.000 personas. Europa es uno de los principales receptáculos de migrantes que huyen de países como Libia, Chad o Malí, los cuales a menudo se encuentran jaqueados por guerras civiles y crisis económicas y políticas muy importantes.
Ceuta, otra ciudad autónoma de España, fue el año pasado uno de los epicentros de la crisis migratoria. En ese entonces, Marruecos utilizó con los migrantes los mismos métodos que en la actualidad, o sea, la represión salvaje. A cambio de los servicios prestados, España convalida la opresión del Sahara Occidental por parte de la monarquía alauita.
En los días previos a los sucesos del viernes, las fuerzas marroquíes ya habían reprimido a la masa migrante. Asimismo, organizaciones de derechos humanos denunciaron que el Estado español ha puesto carros militares del lado del territorio español, violando las disposiciones legales que prohíben maniobras de las FFAA “ante un salto en la valla”. Las autoridades marroquíes, entretanto, han ordenado el entierro de los migrantes muertos sin ningún tipo de investigación o autopsia, para tratar de ocultar el carácter criminal de la represión.
El gobierno español y el imperialismo
Sánchez reivindicó la avanzada represiva contra los migrantes. Ha definido como “extraordinaria” la actuación de la policía marroquí. Unidas Podemos ha reclamado que se investigue a las fuerzas de seguridad de los dos países involucrados en la represión, pero continúa cogobernando con Sánchez, con lo cual apenas pretende despegarse del escándalo.
Madrid concurrirá a la próxima reunión de la OTAN con la propuesta de incluir la migración como “amenazas híbridas”, lo que le permitiría reforzar los operativos militares en las zonas fronterizas. “La soberanía e integridad territorial”, un principio cuya aprobación tuvo lugar en una de las últimas cumbres de la alianza imperialista, “supone que las ciudades de Ceuta y Melilla pasarán a estar protegidas, a partir de ahora, por el paraguas de la OTAN” (El País, 27/6). Estamos ante un reforzamiento de la influencia y del belicismo del imperialismo en la región, en el marco de la guerra en Europa. A tono con el resto de los países dominantes de Europa, es posible que Sánchez avance en un nuevo refuerzo del presupuesto de Defensa.
La política de Sánchez está en sintonía con la xenofobia y el reaccionarismo de la derecha continental y es completamente funcional al crecimiento de ella. No por nada el ultraderechista italiano Matteo Salvini catalogó como invasores a los migrantes que intentaron saltar la valla fronteriza de Melilla.
El atraso y los altos niveles de pobreza que padece el continente africano (por ejemplo, casi 700 millones de personas se encuentran en la extrema pobreza en el África subsahariana) tienen como principal responsable al imperialismo, que acapara sus recursos naturales y promueve invasiones y conflictos étnicos.
La crisis capitalista y la guerra imperialista han llevado al mundo a esta debacle social, que promete profundizarse. A la crisis migratoria, que ellos mismos generan, los gobiernos y sus burguesías responden con la represión. El chovinismo y la demagogia nacionalista son puestos al servicio de dividir a la clase obrera y de avanzar en un ataque generalizado contra todos los trabajadores, sin distinción de fronteras. Por eso, la clase obrera debe luchar por el derecho incondicional al asilo y reclamar la derogación de todas las normas expulsivas y xenófobas de los gobiernos.
Nazareno Kotzev
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