El avión de marras trajo de México a la Argentina autopartes para una empresa internacional proveedora de VW. Según ha trascendido, esas piezas suelen llegar al país por barco. Pero el dislocamiento general del mercado de fletes, como resultado de la guerra, ha dejado en el aire a esas cadenas globales. Sin barcos a la vista, la autopartista recurrió a una compañía de cargas venezolana, la cual –además de las autopartes- se cargó a tripulantes iraníes, al parecer, en un número algo desmesurado para tratarse de un avión de carga. La sospechada empresa aérea adujo que ese personal se estaba entrenando en el manejo del avión.
La carga de la nave, efectivamente, no contenía más que las autopartes, junto a algunas partidas de cigarrillos de contrabando recogidas en Ciudad del Este. Las piezas fueron entregadas a los compradores sin reclamo alguno. Pero el grito en el cielo se disparó, no por la carga, sino por el avión que la transportaba, el cual figuraba en las “listas negras” de las agencias de seguridad imperialistas. Una investigación de periodistas de Infobae reveló que los viajes que realizó en los últimos dos años cruzaron un circuito de países amigos de la Rusia de Putin, o con relaciones comerciales con ésta –Bielorrusia, Serbia, Siria, entre otros. Ello significa que el avión, y la empresa a la que pertenece, forman parte de una red logística y comercial que cobra una enorme importancia a la luz de la guerra. Para Rusia, las sanciones económicas de los países de la OTAN ponen en el primer plano a los circuitos de pagos y transporte de mercaderías que se desarrollan al margen de los países que ejercen el bloqueo. Naturalmente, esta fractura internacional está recorrida por múltiples contradicciones: del mismo modo que la VW de Alemania conspira para que sigan llegando piezas y combustible desde Rusia, sus proveedores continentales no vacilaron a la hora de contratar a un flete venezolano- iraní, si se trataba de evitar interrupciones en la planta que tiene la multinacional en Buenos Aires.
De este modo, terminó llegando a Ezeiza un avión “putiniano”, en momentos en que Fernández en Los Angeles le mostraba a Biden la foto de su hijo recién nacido. La furiosa escalada contra el avión, instigada por la CIA y el Mossad, fue refrendada enseguida por comunicados de “preocupación” de las embajadas yanqui e israelí. Los Fernández, en este cuadro, optaron por endosarle el asunto a la justicia, esperando que la crisis les resulte indolora. Pero se trata de una ilusión menos consistente que el flamante paquete de medidas de Guzmán: en la variante más benigna, el escándalo del avión quedará como antecedente y advertencia de que Argentina no podrá recibir cargas –y ni siquiera suministrar asistencia logística- a transportistas vinculados al bloque anti-OTAN. Es una forma de meter a la Argentina en el bando de la OTAN, al menos en el plano del movimiento comercial y logístico internacional, el cual también involucra al armamento. Las cosas, sin embargo, podrían ir más lejos: si se comprueban los vínculos de pilotos y algunos tripulantes con la Guardia Iraní, yanquis y sionistas podrían exigirle al gobierno argentino medidas más agresivas contra ellos, y provocarle a Fernández una crisis internacional. En términos más estratégicos, el destino de esa provocación sería forzar a los F-F a un alineamiento definido y en todos los planos con la OTAN, a expensas de Rusia pero –principalmente- de los negocios con China.
El régimen político del 50% de pobreza, 80% de inflación y de default de su deuda pública, acaba de aterrizar en la guerra internacional, la cual, según sus charlatanes amigos, era una fuente de “oportunidades”.
Marcelo Ramal
17/06/2022
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