jueves, junio 16, 2022

Un gobierno en estado de emergencia


En todos los mercados internacionales tienen lugar fugas de capitales de los activos financieros. De esta estampida participan también los bancos centrales. La Reserva Federal de Estados Unidos ha comenzado a deshacerse de la deuda pública que tiene en su cartera, que es del orden de los 9 billones de dólares. La salida de dinero de la Bolsa de Nueva York la ha colocado en tendencia bajista. Los gestores de moneda digital han establecido, en algunos casos, un ‘corralito’ a los inversores. En otros han declarado la quiebra, mientras que Bitcoin ha caído un 80% del pico de su cotización. El factor fundamental que ha acelerado esta debacle capitalista es, sin duda, la guerra imperialista que, por distintos medios, tiene un carácter mundial.
 El mismo proceso, en Argentina, ha dejado al desnudo la insolvencia del Tesoro. La cotización del peso se ha desplomado debido a la salida de capitales de la deuda pública local hacia el dólar. La deuda externa ha perdido, en el mercado, el 75% de su valor nominal y el 50% de valor presente al momento de la reestructuración ocurrida hace dos años.
 Para contener una fuga generalizada de la deuda local, ante las señales de una precipitada desvalorización, el Banco Central ha salido a comprar los títulos públicos en pesos, como también lo han hecho el Nación y Anses. La emisión monetaria que resulta de esta operación de rescate, además de acicatear la inflación, es un reconocimiento de insolvencia terminal del Tesoro. Esta situación amenaza provocar una megadevaluación y un alza enorme de las tasas de interés; en definitiva, una declaración formal de default. A fin de mes, el Tesoro necesita renovar 500 mil millones de pesos. Los fondos comunes y de otro tipo están vendiendo deuda local para financiar la salida de sus depositantes. Los bancos tienen su cartera cargada con las Leliq –una deuda del Banco Central. La posibilidad de un derrumbe político es inminente. 
 No sorprende que los medios anuncien, ante esta corrida, que el gobierno se dispone a anunciar medidas de contención en las próximas horas. Bajo la presión de la fuga de capitales, deberán saldar sin atenuantes las divergencias en el oficialismo. Los panelistas del cristinismo, en la televisión, han planteado clausurar los canales de compra de divisas que aun permite el cepo, y para ello la renuncia del directorio del Banco Central. De otro lado, insisten en usar “la lapicera” para meter retenciones al trigo, ante el fracaso de los fideicomisos que debían contener los precios de este cereal. El método del fideicomiso no es más que otra forma de asumir deuda pública para subsidiar la harina y el pan. La soja y el maíz recibirían el mismo tratamiento. Las retenciones deberían desacelerar la inflación de alimentos y aumentar la recaudación del Tesoro. Con respecto al desangre financiero que provoca la importación de gas, el abanico de medidas es muy estrecho –sólo queda pasar el invierno con temperaturas moderadas. 
 Martín Guzmán, con la ‘asesoría, ahora, de Daniel Scioli, tomaría también medidas para acentuar el cepo mediante la prohibición, por caso, del uso de las tarjetas de crédito para los gastos en dólares, por ejemplo, en el turismo. Esta medida desarrollaría sustancialmente el limitado mercado negro actual. Por sobre todas las cosas, el gobierno anunciaría una fuerte suba de las tasas de interés, para retener pesos, lo cual será posiblemente tardío. En todo caso aumentaría la carga de la deuda del Tesoro que hoy mismo encuentra obstáculos para refinanciarse. La piedra del litigio será la oposición reiterada del ministro a aplicar retenciones al trigo y al maíz –o sea que, si no cambia de opinión, probablemente deba renunciar-. Una crisis de gabinete está servida, aunque en el día de hoy Manzur haya reunido a los ministros para hacer un gesto en contrario. 
 La oposición macrista, el capital financiero, los sectores agrarios y la gran industria promoverán una cruzada contra estas medidas, incluida la retención o acaparamiento de granos y el desabastecimiento. Contra lo que suponen algunos, los ‘destituyentes’ aceptan un default, precisamente para proteger sus capitales mediante una reestructuración de la deuda. Por otro lado, el default del Tesoro es un hecho consumado. Una devaluación, la unificación del mercado de cambios y un alza de la tasa de interés -que es lo que reclaman- sólo podría tener lugar mediante una nueva reestructuración de la deuda pública, externa y local. 
 El martes 14, Alejandro Bercovich no le pudo sacar al flamante secretario general de la UOM, Abel Furlán, una mínima medida de lucha, a pesar del empeño que puso en ello el periodista, salvo que se entienda como lucha la promesa de una indefinida marcha contra “los formadores de precios”. La agudización de la crisis política ha reforzado el inmovilismo de la burocracia sindical, que en realidad se ve superada por los acontecimiento, debido a los intereses estrechos que defiende que no son otros que los propios.
 El desarrollo implacable de la crisis, aunque a ritmos variables, conduce a una nueva etapa de la lucha de clases, que deberá encontrar sus propios canales políticos. La lucha que los socialistas tenemos por delante es desarrollar, sobre esta base firme, una agitación para el tránsito a nuevas etapas cada vez más revolucionarias. 

 Jorge Altamira 
 15/06/2022

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