Este mes de julio se cumplieron 25 años del estreno de la película Contacto, una adaptación del libro homónimo (1985) del físico y reconocido divulgador científico Carl Sagan. Ambas obras son un recorrido conmocionante e inquietante de las implicancias políticas, filosóficas y sociales que podría generar la comunicación de la humanidad con civilizaciones extraterrestres.
La película en sí, protagonizada por Jodie Foster, quien interpretó a la intrépida científica Ellie Arroway, y con la participación de actores reconocidos, como Matthew McConaughey y William Fichtner, fue una primera conquista de Sagan, quien habría comenzado el proyecto, junto a su compañera Ann Druyan, como un guion para cine en 1979, chocando con la industria cinematográfica de la época, lo que dio lugar a su salida posterior como libro.
El libro se convirtió en un éxito de la divulgación científica, por lo que más tarde fue adaptada al cine, con la condición de director Robert Zemeckis de realizar ciertas modificaciones, incluyendo la supresión de su capítulo final.
En el corazón de Contacto se encuentran expresadas las contradicciones, miedos, límites y dificultades de la humanidad, ante el interrogante de encontrarse frente a una civilización superior. Un problema de inmensa actualidad, cuando los nuevos telescopios escrutan las profundidades del universo, robots recorren el planeta rojo y megaaceleradores buscan el origen de nuestra existencia.
Una historia de ciencia, política y filosofía
El personaje de Ellie Arroway, que toma caracteres de la física astrofísica Jill Tarter, está al frente de un programa del SETI –organismo encargado de la búsqueda de vida inteligente extraterrestre-, desde donde logra dar con una señal proveniente del espacio, de indudable intencionalidad.
Desde ese mismo momento la sociedad, en su totalidad, se ve conmocionada por tal descubrimiento, algo que dispara todos los debates filosóficos respecto a la existencia de otros seres vivos en el universo, muchos de los que se debatirán entre la postura científica y atea de Ellie y distintos personajes representantes de la Iglesia, otros credos e incluso funcionarios públicos.
La trama es disparadora de debates profundamente políticos, respecto a la gestión y control de la información del mensaje recibido, la carrera internacional por decodificar su contenido al calor de la guerra fría y los debates posteriores respecto al cumplimiento o no de las instrucciones detalladas, incluyendo la construcción de una máquina con tecnología desconocía que podría contactarlos con esta civilización o destruir el planeta tierra.
Sagan nos ofrece una versión crítica de parte de este proceso dominado, mayoritariamente, por los Estados capitalistas, por medio de un consorcio internacional de naciones que se reparte los beneficios y el fruto económico generados por el mensaje y sus derivaciones. No faltan analogías al lugar destacado e influyente, en la sociedad, de capitalistas excéntricos, con una participación influyente y privilegiada en las decisiones y en los vínculos con el Estado, algo que se destaca aún más en el libro.
La película reduce aspectos fundamentales de la trama de Sagan, como la colaboración internacional de científicos –a pesar de sus gobiernos “socialistas” o capitalistas- y la propia dinámica conflictiva, incluso con estos y sus propios países. Los tripulantes de la máquina, originariamente cinco y de distintos países, son reducidos a uno solo en el film.
En la versión de Sagan, ante el interrogante de Elli a su colega soviético respecto a las preocupaciones de la URSS sobre el contacto con una civilización extraterrestre más avanzada, este le responde que la preocupación de la burocracia soviética radica más en saber si estos han leído a Trotsky: una clara referencia a la persecución stalinista.
¿Universo clasista?
La propia idea de establecer contacto con una civilización extraterrestre es un tema que divide a la comunidad científica. El propio Stephen Hawking alertó respecto a sus miedos de que en un encuentro con una sociedad más avanzada que la nuestra “el resultado sería mucho más parecido a cuando Colón desembarcó en América”. Incluso llegó a recomendar mantenernos “cabizbajos”, respecto a la emisión de señales al exterior.
Sagan, impulsor del SETI, es un defensor de lo contrario. En Contacto aparta la idea ideologizada de que una sociedad superior es necesariamente una sociedad colonialista. Incluso va más lejos. Para la versión de Sagan la humanidad sería una civilización insignificante para sociedades muchos más avanzadas, algo de poco interés, y bajo el riesgo de caer por el peso de su propia destrucción y autoaniquilación, que por medio de una invasión hollywoodense.
Contacto es, sin dudas, una obra infaltable de la divulgación científica, que a 25 años de su estreno como film sigue más actual que nunca, despertando la inquietante pregunta de si estamos solos, y qué sería si así no lo fuera. Pero es por sobre todo una mirada introspectiva hacia la humanidad, quiénes somos y con qué sociedad contamos ante la mirada del otro… lejano.
Marcelo Mache
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