La devaluación incontrolable del peso es una consecuencia directa de la quiebra del Tesoro nacional. Tiene lugar en los mercados paralelos, donde el dólar llegó a tocar los 350 pesos por unidad, y también en el comercio interno, donde el aumento de precios al ritmo del ciento por ciento anual, equivale a una desvalorización de la moneda del orden del 50 por ciento. La ‘estabilidad’ relativa del mercado oficial de cambios obedece a que su precio se encuentra subsidiado a costa de las reservas del Banco Central, que se han agotado.
El detonante de lo que se ha convertido en una híper devaluación ha sido la quiebra del Tesoro, que no puede cumplir con el pago de la deuda pública en pesos, ni podrá hacerlo con la deuda en dólares a corto plazo, en su vencimiento. Esto ha desatado una corrida cambiaria contra el peso y comenzado una corrida bancaria y en tenencias de particulares en fondos mutuos y aseguradoras. La obligación contraída por el Banco Central de comprar los bonos que se vendan por esas entidades financieras, ha provocado una enorme emisión de moneda que está llevando el peso al pozo. Con el pretexto de contener la corrida financiera, el gobierno ha construido un régimen hiperinflacionario. En los términos planteados, la inflación y la devaluación internacional del peso no tienen techo. La devaluación en los mercados paralelos alimentará una inflación creciente y el crecimiento de la inflación realimentará la devaluación del peso frente a las divisas extranjeras.
En las dos semanas que lleva Batakis en Economía y Scioli en el ministerio de la Producción, el gobierno no le ha encontrado la vuelta a una espiral que se lo puede llevar puesto. El anuncio de la creación de un mercado legal de divisas para los turistas, de hasta 5 mil dólares, a la cotización del MEP, uno de los mercados paralelos, de alrededor de 320 pesos por dólar, significa que el gobierno pretende detener la corrida corriendo detrás de ella. Por otro lado, ideó un sistema artificioso para que los dólares del turismo puedan llegar a la caja del Banco Central. Los bancos comerciales que reciban esas divisas no se las entregarán en forma directa, para evitar que el Banco Central deba emitir pesos. En lugar de eso comprarán un título de deuda externa que el Central tiene en su cartera, lo cual convierte a los bancos en acreedores del Tesoro, en lugar del Banco Central. Como los bancos quedarán más expuestos aún a la quiebra del Tesoro, los depositantes no demorarán en “tomarse las de villadiego”.
La otra salida artificiosa es ofrecer a los sojeros, “por única vez”, un dólar similar a la del turismo, para que vendan lo que guardan en silo-bolsas, por un valor de 15 mil millones de dólares. Este beneficio excepcional destruiría el mercado de cambios, porque la ventaja no se extiende al resto de la exportación. Los sojeros habrán comprado los bienes e insumos importados a la mitad de lo que recibirán por el producto final. El anuncio no fue confirmado, quizás porque alguien avisó del dislate en cuestión. Pero reafirma que el gobierno corre contra la devaluación del peso con medidas que devalúan el peso. Una devaluación sin respaldo financiero para sostener el nuevo tipo de cambio de la moneda desataría una hiperinflación sin control. Una devaluación ‘controlada’ requiere de un préstamo de apoyo, por eso ha circulado la versión de que el gobierno busca obtenerla de parte del Consejo Agro-Exportador. Si esta versión cobrara alguna verosimilitud, Argentina quedaría bajo la supervisión política de seis cerealeras, en su mayoría abrumadora extranjeras. Un préstamo de respaldo de parte de China, como se comenta a nivel internacional, significaría un cambio internacional histórico. Es que a mediados de la década del 20 del siglo pasado un préstamo de ese tipo de Estados Unidos a Alemania, para contener la famosa hiperinflación en este país, constituyó el primer paso hacia la conversión de EEUU en acreedora mundial y finalmente en líder financiero indisputable.
En cualquier variante, la devaluación requiere una nueva refinanciación de la deuda pública – local y extranjera, nacional y provincial, incluso la deuda privada. Argentina ha ingresado en el ojo de la tormenta de un fenómeno mundial – varias decenas de países marchan al default como consecuencia de la inflación internacional, las subas de las tasas de interés y la guerra de la OTAN contra Rusia. Argentina concentra una crisis mundial. La comprensión de esta situación escapa al gobierno de los Fernández y a la burguesía local, lo que es natural de parte del uno y la otra, pero lo mismo ocurre con la cúpula del capital financiero internacional y sus estados, que atraviesan su propia bancarrota, luego de varias décadas de endeudamiento furioso. Como se puede ver, el gobierno y sus opositores son incapaces de operar una explosión controlada.
El peronismo y las peras del olmo
En medio de este derrumbe literal, suena fuerte la ausencia de un epíteto nacional y popular – “destituyente”. Usada hasta el hartazgo en días de sol, ha sido archivada en plena tormenta. Es que “los poderes fácticos” y los que están “ocultos” reclaman que el peronismo “se haga cargo”. Fue lo que le dijeron a un periodista de La Nación los popes de la patronal reunidos en un almuerzo en la Rural (22/7). Con eso han expuesto la orfandad que exhibe el macri-radicalismo de JxC. Es comprensible, el peronismo es el único aparato que tiene la burguesía, realmente. Ejecutivo, gobernadores, intendentes, burocracia CGT y CTA, las organizaciones sociales con puestos en el gobierno o el Estado. Una de las principales líneas divisorias en JxC tiene que ver con la alianza con el peronismo no cristinista. La alternativa de hace varias décadas, el golpe militar, todavía no tiene actualidad. Pero la convocatoria de Aldo Rico a retirados y activos responde a la oportunidad que ofrece la crisis. Se trata de algo que intentó prevenir Cristina Kirchner cuando entronizó a Milani, para que reintrodujera al ejército en la política, bajo una batuta ‘nacional y popular’. En el ejército hay un proceso medianamente deliberativo, que se manifiesta en el pedido de reemplazar al comandante en jefe en funciones. En este entrevero ya están metiendo la mano las principales corrientes del peronismo.
En este contexto, la burocracia de la CGT desechó disimular como una protesta contra “los formadores de precios” el carácter oficialista que tendrá la convocatoria a marchar el próximo 17 de agosto. Esa marcha será abiertamente en apoyo al gobierno del ajuste, devaluacionista e hiperinflacionario. Se tomó muy en serio el planteo patronal de que es el gobierno, o al menos del peronismo, el que debe “hacerse cargo”. Por eso mismo no quiere ‘disidentes’ en la marcha, donde incluyen a los Persico, Navarro y Grabois. Este mismo aparato peronista fue el que aseguró el cumplimiento del mandato de Macri. La ‘unión nacional’ que reclaman CFK y Kicillof está delante de sus ojos, pero las fuerzas centrífugas de la crisis llevan la delantera.
Desde la otra vereda
En este escenario, resultan instructivos los conflictos paritarios del Sutna y la UOM, y por otro lado las movilizaciones piqueteras. En un caso, el ministerio de Trabajo ha tomado partido por las patronales, abandonando cualquier función de arbitraje. Es lo mismo que ocurre con las respuestas de Desarrollo Social y Economía a los reclamos de bonos y de aumentos de las organizaciones sociales. La desintegración económica que se intensifica es la ‘razón’ que esgrimen los ministerios ‘del pueblo’ para rechazar las demandas y los reclamos. En el caso de la UOM, ponen en aprietos a la dirección que suplantó a Caló, encabezada por Abel Furlán, de Campana, que no ha podido ofrecer nada nuevo a los metalúrgicos.
En resumen, el gobierno rechaza la atención de reivindicaciones elementales, que serían devoradas de inmediato por la inflación. El campo reivindicativo prevaleciente no ha satisfecho las necesidades, y ahora se ha vuelto agotado por el desarrollo de la crisis. Es de estos cuadros históricos que ha emergido en la clase obrera el programa de transición – o sea el programa de reclamos y medidas más audaces y de fondo, que abran una vía de salida a las masas. Ninguna corriente con seguimiento popular trabaja, en este momento, en esa dirección. El FIT-U ocupa un lugar significativo en la competencia por el inmovilismo. Marca el paso en el mismo lugar y busca avanzar con acuerdos por arriba con corrientes ancladas en el estado y el gobierno.
La dinámica intensa de la crisis, de un lado, que tiene una base mundial, y el inmovilismo político, del otro, deberán entrar necesariamente en colisión. Grabois le puso el nombre de “estallido” y “saqueos” al resultado de este impasse. Para los marxista no se trata de hacer exhibiciones de impotencia - se trata de concentrar fuerzas mediante una agitación por la huelga general y por un Congreso Obrero y de Trabajadores, que se plantaría como expresión política del conjunto de las masas.
Jorge Altamira
23/07/2022
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