No hay nada nuevo en esa conversación hackeada: un “entre nos” de ricos y poderosos que traman una coartada para evitar que la noticia de su excursión -informada por Irina Hauser y Raúl Kollmann en Página 12– trascendiera. Ni siquiera sorprende que haya jueces en esa tarea: quién mejor que un miembro del Poder Judicial -ese que fabula su independencia para mejor ocultar su subordinación sagrada al único principio que defiende: el de la propiedad privada- para inventar coartadas. Pero que no haya nada nuevo bajo el sol no significa que no sea un escándalo y no deba ser denunciado en todas sus consecuencias, una de ellas habla de la “libertad de prensa”.
Sabemos, de sobra, que la libertad de prensa bajo el capitalismo es una mistificación. Pero es extraordinariamente didáctico advertir en esos intercambios cómo se confabulan para operar sobre las empresas de medios y periodistas. O mejor, cómo intervienen para diseñar –en ese brainstorming de Telegram- la línea editorial.
La conspiración del silencio
Desde ya que, en primer lugar, está el Grupo Clarín, con la presencia -borgianamente, diríamos, que se nos hace eterna esa omnipresencia- de Jorge Rendo/Magnetto. Pero también Infobae, del Grupo Hadad, a quien tenían garantizado (¿desde siempre?) para cumplir con su estrategia inicial: ocultar el tema, sacarlo de la agenda, lograr que la noticia, siempre perecedera, desaparezca.
No solo contaban con el silencio de Clarín e Infobae –dicho sea de paso, casi todo el tráfico de novedades lo monopolizan estos grupos. Por las gestiones de Julián Leuna, el ahora exjefe de asesores del presidente, se habían asegurado el control del oficialista C5N: “Me llamó Leuna. Me aseguró que bajó el tema de la grilla de VH Morales. Y un colega lo escuchó retándolo a Duggan”. Todavía más: “Me acaba de llamar Raúl Kollmann para pedirme que lo disculpe pero la nota la tuvo q sacar y que el no piensa seguir con el tema”. En otras palabras, este puñado de viajeros y complotados había construido una cadena nacional de silencio. Cuando advirtieron que ya era imposible esconder el “muerto” combinaron otra estrategia: producir argumentos, historias, para que periodistas de La Nación las pudieran echar a rodar.
En cadena
El caso que se termina de destapar por una operación de servicios de inteligencia –la gran fuente de producción de información que cuenta con el aparato del Estado y todos los medios a su disposición- que revela una operatoria que, con menos interés periodístico y con bastante menos indignación por parte del gobierno peronista y de Cristina Fernández, advertimos en los momentos en que la prensa “unificadora y racional” nombra, justifica, presenta, defiende, los intereses de minorías y actúa contra las mayorías populares.
Las distintas empresas periodísticas -con sus diversas tradiciones y tensiones internas, con una mayor o menor organización de sus trabajadores- hablan con una sola voz –la mentada “unanimidad”- a la hora de reivindicar o justificar –matices importantes pero que abonan al mismo resultado- una política de ajuste, el brutal desalojo, la campaña contra la huelga o la movilización de desocupados. Es en esos momentos de crisis cuando borran sus diferencias, cierran su grieta, para unificarse en la defensa de los mismos intereses capitalistas. Esa es su razón de ser, su fundamento.
Contra eso luchamos desde Prensa Obrera, desde nuestras bancas en el Congreso, desde nuestras intervenciones callejeras.
Santiago Gándara
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