Hace tres meses atrás señalábamos que el gobierno de Pedro Castillo ingresaba en una fase de derrumbe (¿Se derrumba el gobierno de Castillo?, 06/08/22), y avizorábamos que era “altamente improbable que las FF.AA. vayan a apoyar el cierre del Congreso”.
El ascenso del profesor chotano al poder se dio no como un rayo sobre cielo sereno sino sobre la base explosiva de una fuerte polarización social, que acumulaba ganancias multitudinarias por parte de un pequeño grupo de poder económico por un lado, mientras que por el otro, una masa sumergida sufría de salarios miserables y de una profundización del colapso del régimen de explotación capitalista (43% de desnutrición infantil, cerca de la mitad de la población en estado de pobreza, grandes desigualdades sociales, desempleo, etc.), exacerbado por la pandemia.
Agricultores, obreros rurales, mineros, trabajadores de limpieza pública, etc., estudiantes contra las leyes de explotación juvenil, comunidades campesinas contra el poder minero contaminante, mujeres contra el feminicidio, y la impresionante huelga magisterial del 2017, etc. fueron algunas de las luchas que caracterizaron los años anteriores a la aparición de Castillo en el escenario político nacional. Esto es lo que explica que, a pesar de solo plantearse la posibilidad de poner una bancada congresal, los desconocidos Castillo y Perú Libre (PL) terminaron ganando las elecciones presidenciales del 2021.
Un gobierno a la defensiva
Desde la segunda vuelta electoral donde triunfó por escaso margen, la derecha puso a Castillo a la defensiva tildándolo de comunista, “terruco”, etc. epítetos que este negaba. Una vez en el gobierno, después de que el neofascismo denunciara fraude y López Aliaga llamara a matar al propio Castillo, este siguió a la defensiva, rompió con Perú Libre (PL), y organizó una estructura política precaria y oportunista (la misma que se vendió y terminó denunciándolo de corrupto).
A la par que se deshacía del tufo marxistoide de PL, pero en la línea de Vladimir Cerrón y el expremier Aníbal Torres, pactaban en las alturas con la oposición centroderechista repartiéndose el poder estatal (varios ministerios, etc.), y dando marcha atrás en las promesas de campaña como la disolución del reaccionario Tribunal Constitucional, el aumento de presupuesto para salud y educación, nacionalizaciones de Camisea, Minas, convocatoria de Asamblea Constituyente, etc.
A medio año de gobierno, la centroizquierda dirigida por Verónica Mendoza “rompió” con Castillo, a pesar de que uno de sus cuadros más importantes como Pedro Francke fue jefe del superministerio de Economía (MEF) (y negó cualquier aumento de salarios; por el contrario, confirmó el endeudamiento de Perú con el FMI por $5,000 millones que habían decretado, anteriormente, los ex presidentes Vizcarra y Sagasti). Fue esta misma centroizquierda la que hizo firmar a Castillo la “hoja de ruta” (actas ciudadanas y con la Iglesia), comprometiéndolo a respetar el statu quo de opresión imperialista, como garantía previa para que le fuera reconocido el triunfo electoral. Otra muestra escandalosa del fracaso del centroizquierdismo es la declaración de la ex premier Mirtha Vásquez sobre la contaminación de Repsol, al decir “les vamos a regalar canastas a los pobladores”.
La marcha atrás de Castillo en las promesas de campaña produjo la desmoralización de las masas que lo auparon al poder político. Esto se vio confirmado en la débil convocatoria de líderes y aparatos de la izquierda frentepopulista, a la llamada “Toma de Lima” en “defensa de la democracia y la gobernabilidad” que no logró aglutinar a más de 10,000 pobladores en una concentración (que fue vallada por el gobierno que iban a defender). Este método burocrático-verborrágico es una contradicción con las jornadas de acción directa del bloqueo de carreteras que durante años han venido ejerciendo los trabajadores en sus provincias (base social que votó a Castillo). A la vez, toda la campaña de agitación de la ultraderecha, potenciada por la casi totalidad de los medios masivos de comunicación, había desarrollado una base de unos cuantos miles en Lima.
La victoria de Aliaga en Lima potenció la ofensiva contra Castillo
La descomposición (que involucró a varios asesores de Castillo) y fragmentación del gobierno (Perú Libre y Juntos por Perú se partieron en varias bancadas en el Congreso) fue capitalizada por la derecha en las últimas elecciones municipales y regionales donde López Aliaga ganó Lima Metropolitana; mientras que Urresti y Forsyth, los conos populares de Lima; y movimientos independientes y Somos Perú las regiones. Esta victoria potenció al golpismo polarizando más la situación política entre Ejecutivo y Legislativo-Poder Judicial (este último planteó al Legislativo la necesidad de una acusación constitucional contra el inquilino de Palacio).
La OEA como árbitro
Es así como intervino la OEA –a pedido del propio Castillo- con el fin de arbitrar entre los dos bandos en pugna por el poder político para “bajar las aguas”. Si bien es cierto que, para EE.UU., Castillo no era de su agrado, no veía en la derecha un líder popular que logre aglutinar al conjunto de la oposición. Hay que tener en cuenta que ahí donde EE.UU. apoyó golpes de Estado como en Venezuela o Bolivia, terminó derrotado.
¿Hubo un plan para cerrar el Congreso?
Es en este contexto que se desarrolló el mensaje a la Nación por parte del expresidente Castillo, el miércoles por la mañana, proponiendo el cierre del Congreso y la convocatoria a elecciones antes de 9 meses. Fundamentó que tomaba esta decisión porque el Legislativo era obstruccionista y dictatorial, porque no daba trámite a las leyes de segunda reforma agraria, reforma tributaria, lucha contra los monopolios y oligopolios, etc. A la vez, señaló explícitamente que todo esto era en el marco del “respeto a la propiedad privada”, mandando señales a los grandes empresarios nacionales de que no iba a chocar con sus intereses económicos.
Hay un debate sobre si esto fue una aventura o algo “planificado”. Pues bien, el nombramiento de personalidades “nacionalistas” como Fernando Bobbio y Wilson Barrantes en las carteras de Defensa y la Dirección de Inteligencia, respectivamente, serían un signo de que había un plan. A la vez, la marcha sobre Lima que quería asegurar el alineamiento de las FF.AA.
Entonces, ¿qué pasó? El anterior jefe de Defensa, Daniel Barragán, en declaraciones a la prensa, señaló que no “estaba de acuerdo con que las FF.AA. intervengan en la seguridad ciudadana” (ATV, 05/12/22). No estaba de acuerdo con la agitación por el cierre del Congreso y el estado de excepción.
EE.UU., la élite capitalista y el jefe del Ejército sacaron el cuerpo
Al parecer, el quid del asunto estuvo en la postura de EE.UU. y la clase capitalista nacional. Y es que, si bien es verdad que EE.UU. y buena parte del capital nacional (que todo este tiempo ha seguido haciendo negocios millonarios, aunque tuvieron diferencias por el pase a planillas de los tercerizados, pero luego se contentaron con la resolución de INDECOPI) respaldaban a Castillo por las razones expuestas líneas arriba, el cierre del Congreso no era parte de su estrategia política. No quieren un nuevo “Bonaparte” que se eleve por encima de la sociedad de clases sociales y de sus intereses como clase dominante.
“Estados Unidos rechaza categóricamente cualquier acto extraconstitucional del presidente Castillo para impedir que el Congreso cumpla con su mandato…” (Huffpost, 07/12). “En esta tarde estaré buscando comunicación con ella para transmitir el apoyo de la secretaría general de la OEA a la democracia, la paz y la institucionalidad en el Perú”, dijo Almagro, secretario de la OEA.
Así las cosas, el Imperio del Norte y la clase capitalista nacional sacaron el cuerpo y dejaron a Castillo “tirando cintura”. Esta cuestión parece ser que produjo la renuncia del jefe del Ejército y posteriormente la de varios ministros de Estado derrumbándose el “plan” del gobierno. El “nacionalismo” de Bobbio y Barrantes ingresó a un callejón sin salida y terminó impotente para enfrentar el golpe derechista. Otro factor que influyó es que las masas no salieron de forma multitudinaria a respaldar al exmandatario, lo que podría haber forzado al Jefe del Ejército, Wálter Córdova, a cumplir con el mandato presidencial de cerrar el Congreso
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…Y los congresistas “patriotas y centroizquierdistas” también
Pero no solo EE.UU. sacó cuerpo sino un variopinto grupo de congresistas que hasta horas antes hablaban en nombre del pueblo. En nombre de la “democracia”, la congresista centroizquierdista Sigrid Bazán votó a favor de la vacancia de Castillo. Cinco de Perú Libre, tres del Bloque Magisterial (base de diputados de origen docente de Castillo), tres de Juntos por el Perú, uno de Perú Democrático (la bancada del congresista Guillermo Bermejo) también votaron por el golpe de Estado contra Castillo. De esta forma, fueron 101 congresistas (de 132) los que votaron por la destitución del profesor chotano.
¿Por qué cae Castillo?
En esta situación de incertidumbre y volatilidad (al menos que haya una respuesta popular de apoyo a Castillo en las próximas horas), asumió la presidencia la abogada, vicepresidente electa en la fórmula de Castillo, Dina Boluarte. En su discurso de asunción señaló que formará un gabinete de “unidad nacional”, es decir de co-gobierno con la derecha golpista.
El gobierno de Dina será más débil que el de Castillo (no tiene siquiera la base social que apoyó a Castillo), sin luna de miel y estará jaqueada desde el primer día de su mandato, por un lado, por la dictadura parlamentaria y las fuerzas de la derecha. Circulan versiones que en las sierras habría movilizaciones contra el golpe. Lo fundamental, ahora, es que los trabajadores adopten una posición independiente y no sean arrastrados por la verborragia parlamentaria-democratizante. Para ello es necesario que se organice un congreso de trabajadores nacional y por región, sobre la base de mandatos votados en asambleas que elaboren un pliego de reivindicaciones perentorias para las masas y un plan de movilización contra los golpistas que vienen a profundizar las agresiones a las condiciones de vida de las masas.
César Zelada
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