Desde que asumió, hace 16 meses, el gobierno de Pedro Castillo fue asediado sin parar por la oposición derechista atrincherada en una mayoría parlamentaria. Cinco gabinetes y más de 80 ministros fueron tumbados por la derecha parlamentaria. Dos veces fue acusado el propio presidente Pedro Castillo y puesta a votación su destitución por el parlamento. Ayer era la tercera convocatoria.
Y es este Congreso derechista reaccionario el que tiene el tupé de proclamarse “defensor de la democracia”, condenar a Pedro Castillo como golpista y destituirlo.
El secretario general de la OEA, Luis Almagro, justificó el golpe del congreso derechista, porque Castillo había producido “alteración del orden constitucional”. La OEA sigue el librero que indica el imperialismo yanqui: el embajador en Perú fue de los primeros que dio su apoyo al golpe y al nuevo gobierno golpista.
Pero más impactante ha sido la actitud adoptada por los gobiernos nacionalistas burgueses y centroizquierdistas de Latinoamérica.
Antes que la cancillería de Bolsonaro declara su beneplácito con el golpe, lo hizo el presidente electo, Lula, que asumirá el 1° de enero. “Siempre hay que lamentar que un presidente elegido democráticamente tenga ese destino, pero entiendo que todo caminó dentro de los moldes constitucionales”, afirmó Lula, el líder del Partido de los Trabajadores (PT). Justificó así, históricamente, el proceso de destitución “dentro de los moldes constitucionales” de la presidenta Dilma Rousseff de su partido, por un senado reaccionario donde 54 miembros desconocieron el voto de 50 millones de electores que la votaron, habilitando el proceso que llevó a Temer primero y Bolsonaro después al poder.
Lula, frente a los que creían que su reciente triunfo electoral introducía un giro antiimperialista en Brasil y en Latinoamérica o que era un escudo contra el avance de la derecha, se ha mostrado como el hombre de Biden y la Otan. Boric (Chile), a su turno, dijo que “lamenta profundamente” la crisis política que llevó a la destitución y detención de Pedro Castillo. Y reivindicó su confianza en que la situación “se pueda resolver a través de mecanismos democráticos y el respeto al Estado de derecho”.
Petro de Colombia se solidarizó “con el hermano pueblo de Perú”, llamó al diálogo y condenó en forma casi inmediata “todo atentado contra la democracia, venga de donde venga”, reconociendo al nuevo gobierno.
Evo Morales, que estuvo hace una semana de gira por Perú en apoyo a Pedro Castillo (acusado por la derecha -entre otras cosas- de “traición a la patria” por prometer estudiar la salida al mar de Bolivia), se limitó a sacar un par de tuits. En ellos a pesar de reconocer “la conspiración permanente de la derecha fujimorista y medios derechistas contra un gobierno elegido en las urnas” no llama a enfrentar el golpe.
El gobierno boliviano de Arce terminó “lamentando” la crisis institucional en Perú.
El presidente mexicano, López Obrador, fundador del grupo Puebla, reivindicó la política de “no intervención y la autodeterminación de los pueblos” para no pronunciarse contra el golpe, aunque lamenta “que por intereses de las élites económicas y políticas, desde el comienzo de la presidencia legítima de Pedro Castillo, se haya mantenido un ambiente de confrontación y hostilidad en su contra”. Pero se resigna a que “Ojalá se respeten los derechos humanos y haya estabilidad democrática en beneficio del pueblo”.
El gobierno argentino de Alberto Fernández expresó su “profunda preocupación por la crisis política que atraviesa la hermana República del Perú, y hace un llamado a todos los actores políticos y sociales a que se resguarden las instituciones democráticas, el estado de derecho y el orden constitucional”.
Pero Alberto Fernández es, encima, el actual presidente de la Celac, el organismo creado para rivalizar con la OEA y los yanquis. Esta no ha abierto la boca contra el golpe.
Hay lamentaciones, pero no repudio al golpe. Las burguesías latinoamericanas se postran frente al seudoconstitucionalismo proimperialista utilizado como un arma política contra la lucha de los pueblos y para disciplinar a estos gobiernos en torno a los intereses del gran capital.
El próximo lunes se reunirá el Grupo de Puebla en el Centro Cultural Kirchner en Buenos Aires, en una jornada de apoyo a Cristina Kirchner frente al reciente fallo judicial en su contra por corrupción. Pero no se movilizan contra el golpe a Castillo.
Puebla no apoyó a Castillo en las elecciones, llamando a votar en cambio por la centroizquierdista Verónika Mendoza.
Ahora tampoco lo apoya y solo se “lamenta” por su destitución, pero reconociendo a la nueva presidenta golpista.
La lucha antiimperialista y contra la derecha en serio está reservada a los trabajadores en el marco de la batalla estratégica por la Unidad Socialista de América Latina.
Rafael Santos
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