Con estas palabras describe un soldado ucraninano las condiciones absolutamente brutales en los alrededores de la ciudad de Bajmut, hacia donde las fuerzas rusas están avanzando lentamente desde hace varios meses. Las imágenes de la zona recuerdan a las peores batallas de la Primera Guerra Mundial. La guerra en Ucrania es un infierno de frío y barro.
La batalla por Bajmut tiene una gran importancia para la batalla general por toda la región del Donbass. La ciudad, por su posición geográfica y conexión por rutas y carreteras, es una pieza central de la línea defensiva ucraniana y su eventual caída puede forzar a los ucranianos a retirarse de varias otras ciudades y poblados, bajo amenaza de quedar rodeados por los rusos. En las últimas horas se ha conocido que los rusos lograron penetrar en la zona residencial de la ciudad desde el Este. Es por ello que el mando ucraniano no puede declarar una retirada de la ciudad y, a pesar de sufrir enormes pérdidas, no tiene más opción que enviar más soldados a lo que se ha convertido en una picadora de carne. De acuerdo a Andrew Milburn, coronel del Cuerpo de Marines de EEUU, quien fundó y comanda el Grupo Mozar en Ucrania desde el comienzo de la guerra, las unidades ucranianas apostadas en Bajmut sufren rutinariamente bajas del 70 porciento de personal y más. El ritmo es tán rápido que la mayoría de los refuerzos ucranianos usualmente llegan a las trincheras sin siquiera haber disparado sus armas durante su entrenamiento (Newsweek, 7/12). A la cabeza del asalto a Bajmut se encuentran las unidades mercenarias del Grupo Wagner, que ha estado reclutando voluntarios incluso entre la población carcelaria rusa a cambio de reducciones en sus condenas y en caso de morir en combate, se les promete ser enterrados junto a los soldados caídos de la Segunda Guerra Mundial.
La BBC (en su versión de habla rusa) asegura haber comprobado diez mil muertos entre las filas rusas, con lo cual pondría un estimativo de sus pérdidas totales en un piso de alrededor de 40 o 50 mil, incluyendo los heridos, capturados y desaparecidos (BBC, 9/12). Hace unas semanas el general Milley, jefe del Pentágono, declaró que sus cálculos ponen las pérdidas tanto de rusos como de ucranianos en cien mil cada uno. Quien escribe estas líneas no puede estar seguro del estimativo en cuanto a los rusos pero está convencido de que las pérdidas ucranianas son mucho mayores.
La situación en Bajmut no es aislada. A lo largo de toda la línea urbanizada del Donbass los rusos nunca han dejado de progresar aunque a un ritmo en extremo lento, debido sobre todo a la geografía del campo de batalla, que puede describirse como un archipiélago de numerosos pueblos y ciudades medianas separados entre sí por muy pocos kilómetros, cada uno de ellos convertidos en fortalezas de búnkeres y trincheras a lo largo de 8 años. En los otros frentes, en la línea de Svatove en el norte de Lugansk y a lo largo de Zaporizhya, el paisaje agreste convertido en un mar de barro impide cualquier tipo de ofensiva. Pero ni bien las temperaturas congelen el suelo es previsible que los ucranianos intenten volver al ataque. Mientras tanto, lo que hay son duelos de artillería.
La guerra en Ucrania es una guerra de desgaste, donde cada bando intenta equilibrar la relación entre las pérdidas, la capacidad de regenerar fuerzas y la destrucción del enemigo. Estratégicamente, para Rusia consiste en devastar Ucrania para terminar negociando con los EEUU mientras que para este último se trata de debilitar y eventualmente noquear al régimen ruso extendiendo el conflicto en tiempo y en espacio. En otras palabras, ambos bandos necesitan escalar aún más el conflicto.Esto llevó a los rusos a comenzar hace pocos meses una campaña de bombardeo estratégico contra la infraestructura crítica ucraniana, su red de energía que si bien es utilizada para propósitos militares de manera aún más importante afecta la vida civil. Por el lado de EEUU, la escalada se traduce en un mayor involucramiento de la OTAN y la autorización expresa para que Ucrania ataque blancos profundos en territorio ruso (The Times, 9/12). Lo segundo ha tenido más prensa en los últimos días, pero es mucho menos importante que lo primero. Desde los primeros días de la guerra Ucrania ataca los blancos que puede, con un armamento más obsoleto y menos numeroso. No obstante a pesar del escaso impacto militar real de esas operaciones (entre las que se incluye por ejemplo un ataque de dos drones kamikazes a dos base aéreas rusas hace algunas semanas), hay que comprender que son ante todo operaciones de propaganda para consumo interno pero también orientadas al público occidental: se intenta demostrar que armar a Ucrania para seguir la guerra no es una causa perdida. Mucho más importante es que la OTAN comenzó a montar, en su propio territorio, cadenas de producción de armamento para Ucrania. Muy posiblemente los drones utilizados hayan sido ensamblados o modificados allí y más probable aún es que haya más en producción. Ya no estamos hablando solamente de que ex miembros del Pacto de Varsovia estén enviando armamento viejo sino que están poniendo en funcionamiento sus propias capacidades productivas para fabricar nuevas unidades. A diferencia de las fábricas militares en Ucrania, Rusia no puede bombardearlas. Con Ucrania y Rusia movilizando población y logrando movilizar una producción militar, la guerra puede alargarse indefinidamente.
Leib Erlej
16/12/2022
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