La conmemoración del primer aniversario de la invasión de Rusia a Ucrania ha servido para demostrar que la OTAN está dispuesta a llevar la guerra contra Rusia hasta sus últimas consecuencias. Biden declaró, en un acto coreografiado en la ciudad de Cracovia, Polonia, que Estados Unidos estaba dispuesto a hacer “todo lo necesario” para asegurar una victoria contra Rusia. Putin, por su lado, denunció, en un discurso ante la Duma, el tratado de inspección de armas nucleares con Estados Unidos. En este discurso Putin dejó traslucir la crisis del régimen político de Rusia, al denunciar que la oligarquía rusa extraía las riquezas del país para acumular capitales en las bolsas extranjeras y en los paraísos fiscales. La reestructuración de un régimen estructurado en torno a la restauración del capitalismo, sin capital privado, constituye un callejón sin salida. Esto lo advirtió, antes que nadie, la misma OTAN, que confiscó, además de las reservas internacionales de Rusia, los activos y propiedades de la oligarquía en el exterior, con la perspectiva de ‘renacionalizarlas’ en los países capitalistas de destino, luego de un proceso legal.
Este desarrollo describe un escenario de guerra mundial. Los parlamentos occidentales no solamente han votado un incremento enorme de la ayuda militar a Ucrania; también ha acelerado el envío de drones, tanques alemanes y franceses. El martes 28 de febrero, drones de Ucrania atacaron el interior de Rusia, a cien kilómetros de Moscú, y paralizaron varios aeropuertos, en especial el de San Petesburgo. Al mismo tiempo, fueron hackeadas la televisión y la radio en Rusia, al punto que afectó la transmisión del discurso de Putin en el principal canal del país. La prensa occidental ya no oculta la presencia en Ucrania de brigadas extranjeras, cuyo objetivo es operar en la retaguardia del ejército de Rusia en Ucrania. En ese contexto, Anthony Blinken, el secretario de Estado de Estados Unidos, advirtió a China de no proveer armamento letal a Rusia, a riesgo de sufrir las consecuencias. Como el régimen de Pekin no está asistiendo militarmente a Rusia, la advertencia implica la intención de la OTAN de escalar la guerra. Esta escalada obligaría, en cierto punto, a China a asistir militarmente a Moscú. Los voceros de la OTAN, de Rusia e incluso de China advierten que enfrentan un desafío “existencial”. Un analista hostil a Rusia, Anatol Lieven, ha escrito en el periódico británico The Guardian, que “impedir que Rusia intente retener Crimea, significaría la paralización permanente o la destrucción del Estado ruso”. Crimea es una península, en territorio ucraniano, pero históricamente rusa y con predomino de población rusa o prorrusa, donde se encuentra la principal base naval de Rusia. Zelensky ha repetido que el objetivo de su gobierno es echar a Rusia de Crimea.
En el terreno de la guerra, el ejército ruso estaría a punto de tomar la ciudad de Bakhmut, un nudo vial que permitiría desencadenar una ofensiva en gran escala en la región del Donbas. La OTAN prepara una contraofensiva, para principios del verano boreal. El presidente de Bielorrusia fue recibido con pompa en Pekin, cuando la prensa pro-OTAN asegura que este país se apresta a intervenir, desde la frontera norte, en Ucrania. Al mismo tiempo, se ha desatado una crisis política en Moldavia; una parte del país, Transnistria es, desde hace tiempo, un satélite de Moscú. En un escalamiento de la guerra, los analistas advierten que Rusia podría ocupar Moldavia. En otro escenario, Alemania acaba de prohibir a Brasil la exportación a Filipinas de los tanques Iveco Guaraní, que se fabrican con componentes alemanes. La razón es que Brasil se ha negado a entregar tanques propios a Ucrania. Esto ocurre cuando Alemania reclama, vivamente, la implementación del acuerdo Unión Europea-Mercosur. La metástasis de la guerra ha penetrado en el Medio Oriente: el secretario Blinken ha discutido, de acuerdo a la prensa israelí, la posibilidad de un ataque de Israel a las instalaciones de investigación nuclear de Irán, en represalia por la provisión de drones a Rusia, por parte del régimen de Teherán.
Una manifestación relevante del escalamiento de la guerra es la destrucción parcial de los gasoductos NordStream 1 y 2 por parte de un grupo de tareas de Estados Unidos y Noruega. Es lo que ha probado, sin sombras de duda ni desmentidas, el prestigioso periodista norteamericano Seymour Hersh, en base a fuentes incluso norteamericanas. El veto a la utilización de estos gasoductos, que debían abastecer del fluido ruso a Alemania y a la Unión Europea, por parte de Trump y de Biden, fue una de las provocaciones estratégicas que llevaron a Rusia a la guerra. También fue la “Asociación Estratégica Estados Unidos-Ucrania”, de noviembre de 2021, para incrementar los asaltos del gobierno de Kiev a las regiones del este de Ucrania. El carácter mundial de esta guerra no sólo está determinado por las potencias que involucra sino también por el propósito estratégico que guía a la OTAN, de un lado, y a Rusia, del otro. En las últimas horas, Dinamarca y Suecia han rechazado la investigación del atentado por personal independiente. El sabotaje ocurrió en las profundidades del mar Báltico, surcadas por cables de fibra óptica y otros canales de comunicación internacional.
La perspectiva de una escalada en la guerra y en el espacio geográfico, ha reanudado las propuestas para bloquear la continuidad del conflicto. “Rusia perdió iniciativa estratégica, señala un especialista militar italiano, pero Ucrania no puede ganar”, informa el corresponsal de Clarín en Roma. Propone, en consecuencia, una “solución coreana”, que consiste en un armisticio como el que divide a Corea entre Norte y Sur, desde hace 75 años. Ese armisticio fue seguido por una ayuda económica y militar sin precedentes de Estados Unidos a Corea del Sur, y trazó un cuadro de guerra permanente, por parte de Francia y Estados Unidos, en el sudeste de Asia, que sólo concluyó con la derrota norteamericana en Vietnam, centenares de miles de muertos, el acuerdo Nixon-Mao Tse Tung y la renuncia de Nixon. Durante 70 años, EE.UU. estableció una cuarentena contra Corea del Norte, que dura hasta hoy. Sorprende que una propuesta de armisticio pueda sobrevivir con semejante cuarentena contra Rusia, que ahora mismo está fracasando en forma significativa. En función de ese modelo, el autor propone una integración veloz de Ucrania a la UE, una sucursal de la OTAN. Un retorno al status anterior a la guerra bajo la forma precaria de un armisticio. Con un agravante: ni Estados Unidos ni la UE reúnen la fortaleza económica que siguió, por un breve período, a la segunda guerra mundial. El planteo del armisticio tiene, precisamente, una fuerte motivación adicional: “el cansancio (de la población) en los países de occidente”. En efecto, la pandemia y la guerra han desatado una crisis en las cadenas de producción y una suba impresionante en los precios de los alimentos y materias primas.
La ecuación del armisticio deja de lado la ofensiva de la OTAN contra China. El teatro global de la guerra no se restringiría. La OTAN ha señalado a China como “adversario estratégico”, o sea enemigo. El precario equilibrio que siguió a la restauración capitalista en China y Rusia -la globalización- se ha roto. Las condiciones sociales internas de las distintas potencias envueltas en la guerra se han deteriorado en forma marcada. Este es el contexto de la guerra provocada por la OTAN e iniciada por Rusia. La independencia de Ucrania está fuera de juego; Ucrania “está de facto” en la OTAN, proclamó su ministro de Defensa.
El escalamiento de la guerra es, precisamente, lo que urge el editorialista del Financial Times (28/2), Martín Wolf, un vocero del capital financiero, no solamente británico. “Occidente debe darle a Ucrania lo que necesita”, titula el artículo, seguido de una bajada significativa: “La guerra es un interés nacional vital de los países europeos y de los Estados Unidos”. Quien escribe esto no representa al ´establishment geopolítico´ – representa al de los fondos financieros internacionales, con trecientos billones de dólares en activos. Wolf señala que la carga de la asistencia a Ucrania “es excepcionalmente alta” para los países de la Unión Europea, incluido el sostenimiento de los refugiados de guerra –cuyo número y nacionalidades crecerá con la escalada del conflicto. Rusia puede ser derrotada militarmente en una guerra larga, dice, para lo cual se necesita una economía de guerra, no obstante la carga económica actual. En función de promover una guerra prolongada, respalda la propuesta de un analista militar de “invertir en capacidad industrial y apoyo a Ucrania en la escala que demanda lo que está en juego”. ¿Qué es lo que está en juego? “Rusia puede ser derrotada en el campo de batalla este año”, cita con aprobación.
Esto es lo que está, en efecto, en la agenda de las potencias de la OTAN –el pasaje a una economía de guerra. Las compañías de armamentos necesitan órdenes de producción de largo plazo para satisfacer las necesidades de la guerra, porque, además, sus derivaciones (guerras en Medio Oriente o Asia-Pacífico) deben ser planificadas de antemano. Esto que vale para los grandes pulpos norteamericanos, lo es todavía más para Alemania, más próxima al territorio de guerra y con una base industrial armamentista relativamente menor. En simultáneo con estos planteos, el FMI ha reclamado la participación de China en las reestructuraciones de deuda de países en default, para no provocar una quiebra del FMI, si tuviera que tolerar el incumplimiento del pago de deuda de esos países con el organismo. La UE, por su lado, ha decidido contrarrestar la penetración de China en los países que han adherido a la Ruta de la Seda, como se llama a las inversiones internacionales de China en infraestructuras y en empresas asociadas. La guerra se sustenta en un escenario de gran crisis económica y política internacional.
La guerra de la OTA guarda diferencias importantes con guerras mundiales precedentes. De un lado, porque Estados Unidos es la expresión de un imperialismo realmente mundial, que tiene subordinadas a las potencias menores. El pasaje de su época de ascenso a la de declinación, abraza a la economía mundial en su conjunto; no se manifiesta en el ascenso de un imperialismo rival. Del otro, porque Rusia y China participan de esta guerra, no como potencias cuyas estructuras sociales son el resultado de un período histórico de formación del capital financiero, sino como un intento tardío de llegar a ese estadio, sin estaciones intermedias, como resultado de la conversión de la propiedad estatal en privada y de la economía dirigida a una economía mercantil. Emergen en un cuadro internacional establecido, al que no concurrieron en su formación. De importadoras de enormes sumas de capital extranjero, la exportación de capital de esas economías y Estados, con posterioridad, choca con los límites de la economía mundial. En este proceso no han desarrollado un capital financiero independiente del Estado, lo que debe llevar a un choque mortal entre uno y otro, como ha venido ocurriendo. El imperialismo mundial no ha podido conquistar una base de apoyo en ese capital financiero advenedizo, a pesar de haberlo integrado como apéndice de la corriente financiera internacional. Estas contradicciones explosivas tienen lugar en el cuadro de una crisis extraordinaria del clima y de un arsenal de armas nucleares –ambos capaces de provocar un gigantesco paso atrás de la humanidad.
Jorge Altamira
02/03/2023
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