sábado, febrero 17, 2024

El primer presidente del Gobierno Revolucionario


Ejerció tras el triunfo de la Revolución, pero renunció a los pocos meses porque no estuvo a la altura de las transformaciones necesarias 

 Manuel Urrutia Lleó fue el primer presidente que tuvo Cuba tras la victoria del Ejército Rebelde. Sin embargo, poco a poco fue entrando en contradicción con el poder revolucionario que, paradójicamente, él representaba. Esta situación lo llevó a la renuncia en julio de 1959.
 Nació el 8 de diciembre de 1901 en Yaguajay, Las Villas. Jurista de profesión, participó en la lucha contra la dictadura de Gerardo Machado y se opuso a la de Fulgencio Batista. 
 Como juez en la entonces provincia de Oriente asumió una digna postura cuando en marzo de 1957, en el juicio contra individuos relacionados con la insurrección antibatistiana, emitió un voto absolutorio. Argumentó que la insurgencia contra un gobierno inconstitucional era lícita. 
Esta actitud lo condujo al camino del exilio y le propició cierto prestigio entre los grupos opositores del tirano. De ahí que a finales de 1957 se convirtiera en el candidato del Movimiento 26 de Julio (M-26-7) para ocupar la presidencia de la República una vez la dictadura fuera derrotada. Así, en carta desde la Sierra Maestra a los dirigentes de varias organizaciones antibatistianas, Fidel Castro, jefe del Ejército Rebelde, explicó que Urrutia era el más indicado para equilibrar los distintos intereses, por su condición de juez y por no pertenecer a ninguna agrupación política.
 La propuesta del M-26-7 fue aprobada por la mayoría de la oposición. A finales de la guerra, en un avión con armas enviado desde Venezuela, Urrutia desembarcó en las montañas de Oriente. 

 Luces y sombras 

Tras la huida de Batista, el Gobierno Revolucionario comenzó a funcionar en la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba. Allí Urrutia presidió la reunión fundacional del Consejo de Ministros el 3 de enero de 1959. 
 En esa ocasión también tuvo lugar lo que ha trascendido a la Historia como la primera polémica asociada al ejercicio presidencial del exmagistrado. Sucedió que, al momento de juramentar su cargo al frente de la República, se opuso terminantemente a incluir en el texto la frase “Así Dios me ayude”, que se expresaba en los juramentos de los mandatarios y otros funcionarios de la nación. 
 De acuerdo con las memorias escritas del revolucionario Luis Buch, hacer esa omisión era algo innecesario en aquel momento y en nada reñía con los principios: 
 “Tal negativa fue utilizada por los enemigos para tratar de indisponer a los creyentes cristianos contra la Revolución. 
Los ecos de esa campaña llegaron hasta el Senado norteamericano y a Fidel se le imputó ser el autor de esa supresión, cuando en realidad no tuvo nada que ver”.
En los inicios de su gestión, Urrutia rubricaba las leyes tan pronto como el Consejo de Ministros las ponía a su consideración. Más adelante, cuando las contradicciones con el gabinete se volvieron manifiestas, se le acusó de retardar su firma dolosamente, lo cual, según explicó a la opinión pública el líder de la Revolución, llegó a ocasionar problemas políticos.
 Así ocurrió, por ejemplo, cuando el Consejo de Ministros redactó la norma jurídica que disponía el traspaso de la jurisdicción de los delitos contrarrevolucionarios, asumidos en los primeros días por los tribunales militares, a los tribunales civiles. 
 O sea, la nueva ley buscaba solucionar el delicado tema de los juicios a los criminales de guerra, que había sido aprovechado para ensuciar la imagen de la Revolución. Además, con la disposición se restablecería el derecho al habeas corpus y se tipificarían nuevos delitos de carácter contrarrevolucionario. Sin embargo, Urrutia retuvo la ley para “hacer patente sus atribuciones”, de acuerdo con declaraciones de Fidel Castro a la prensa el 17 de julio de 1959. 
 Otra polémica estuvo relacionada con la entrega de salvoconductos a quienes habían solicitado asilo en embajadas. Al parecer, el presidente demoró la entrega de varios, aunque, atendiendo a los testimonios de Buch, tuvo que someterse a la mayoría y autorizar la salida de los asilados. Su actitud iba contra la Convención de Derecho de Asilo, de la que Cuba era signataria, y puso en peligro las relaciones diplomáticas con varios países latinoamericanos. 
 Como aspecto positivo vale mencionar su intento de cerrar rápidamente todos los prostíbulos, casinos y loterías. Esto no se logró ejecutar con la celeridad que previó, por las protestas de los empleados de aquellos negocios, quienes se vieron en el riesgo de perder sus vínculos laborales de un momento a otro.
 En general, la postura política de Urrutia fue moderada. Presidió un gabinete de composición heterogénea, en una primera etapa con José Miró Cardona como primer ministro (5 de enero-16 de febrero) y en un segundo momento con Fidel Castro al frente del ejecutivo (16 de febrero-17 de julio). Ello propició el rápido reconocimiento de Estados Unidos y cierto entendimiento con la burguesía nacional, que aspiraba a no perder los beneficios en el nuevo status quo. Oficialmente, el gobierno se autotitulaba como revolucionario; en la práctica no se podía hablar de un proceso radical.

 El fin de una presidencia

 Al parecer, al principio de las contradicciones entre Urrutia y el Consejo de Ministros hubo un intento de ambas partes de mantenerlas fuera del radar de la opinión pública. Tanto el presidente como Fidel Castro, en su rol de primer ministro, dieron a entender que no existían discrepancias. Pero estas terminaron por agudizarse, a la par de que la imagen del jefe de Estado se deterioraba para determinados segmentos de la ciudadanía.
 Urrutia fue objeto de denuncias periodísticas por haber adquirido una casa que, según el relato de Times of Havana y Avance, le habría costado 40 000 pesos y otros 8 000 los muebles. Tras dichas publicaciones, el presidente presentó una querella criminal contra los periodistas ante la Audiencia de La Habana. 
 Se ha dicho que el nivel de vida de Urrutia contrastaba con las prácticas de austeridad de los principales líderes del proceso. Lo cierto es que el primer presidente de la Revolución mantuvo el mismo sueldo que devengaba el dictador Batista. Mientras el Consejo de Ministros se había autoimpuesto una reducción de su salario, el mandatario continuó recibiendo la misma remuneración que su antecesor, 100 000 pesos al año, así como disfrutando de otras prebendas a cuenta del presupuesto del Palacio Presidencial, según consta en las memorias de Buch. 
 Una situación climática sobrevino tras la deserción, en junio, de Pedro Díaz Lanz, jefe de la Fuerza Aérea. Este, al arribar a Estados Unidos, afirmó que el comunismo estaba penetrando el gobierno y declaró contra el rumbo de la Revolución. Poco después Urrutia, de quien varios historiadores han referido una postura anticomunista, dio una entrevista. En ella criticó la actitud desertora de Díaz Lanz, pero le dio la razón en cuanto a la infiltración. Como reprocharía el Comandante en Jefe días después: “no desmiente, no defiende a la Revolución, de los planteamientos del señor Díaz Lanz”. 
 La situación se precipitó. Los historiadores Eugenio Suárez y Acela Caner cuentan que el viernes 17 de julio, en la primera página del diario Revolución, apareció un titular de dos palabras: “Renuncia Fidel”. El líder del Ejército Rebelde optó por abandonar su cargo de primer ministro ante el agravamiento de las contradicciones con Urrutia. 
 Según relatan los mencionados historiadores, el pueblo se conmovió tras la noticia. Hubo congregaciones alrededor del Palacio Presidencial. Se confeccionaron carteles con frases tales como “Fidel: Contigo hasta la muerte”, “Que se vaya el otro”. El Partido Socialista Popular y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo también hicieron público su apoyo al primer ministro. 
 La noche de ese mismo día el líder de la Revolución ofreció una conferencia de prensa en la que pormenorizó las causas que lo llevaron a la decisión. Dejó claro que renunciar a un cargo no significaba renunciar a la Revolución. Expuso los que, desde el punto de vista del Consejo de Ministros, habían sido los desaciertos y vacilaciones de Urrutia. Antes de que finalizara la comparecencia de Fidel, el presidente, prácticamente sin apoyo, renunció. 
 Una vez fuera del cargo, viajó a Estados Unidos. Murió a los 79 años en el hospital Saint John, de Nueva York. 

 Ariel Pazos Ortiz
 Bohemia enero 
17, 2024

No hay comentarios.: