Aunque parezca mentira, Javier Milei celebró el 20,6% de inflación de enero y sostuvo que habría comenzado un “proceso de desaceleración del crecimiento inflacionario”. Sin embargo, ese pronóstico no tiene asidero en la realidad, teniendo en cuenta los tarifazos en carpeta y la presión devaluatoria.
En la última entrevista que ofreció el presidente para el canal oficialista La Nación+, insistió que por medio del ajustazo fiscal que viene aplicando “tarde o temprano a la inflación la vamos a exterminar, porque la inflación es un fenómeno monetario”. A su vez, le adjudicó a la inflación de enero un componente estacional, cuando esa variable se ubicó en el 16,2%, es decir, por debajo del índice general.
Lo cierto es que la inflación del mes estuvo liderada, en primer lugar, por el rubro “bienes y servicios varios” (+44,4%), como resultado del incremento en artículos de cuidado personal, cuyos insumos importados se encarecieron tras la megadevaluación. Le siguió el aumento en precios regulados (+26,6%): las subas en el combustible y el boleto hicieron que el rubro “transporte” escalara un 26,3% en enero, mientras que los aumentos en telefonía, internet y cable produjeron un incremento en el rubro “comunicación” del 25,1%.
El alza de precios regulados seguirá su curso. Por un lado, el índice de inflación de febrero dará cuenta del último naftazo y suba del transporte que sufrimos durante este mes. A su vez, todavía resta que se concreten los tarifazos anunciados en las boletas de gas y electricidad y los próximos aumentos del boleto. Con esta agenda, el gobierno busca congraciarse con las petroleras, las empresas concesionarias de servicios públicos y el FMI, a costa de la población trabajadora.
Por otro lado, desde la devaluación de diciembre, el tipo de cambio real multilateral (lo que se conoce como “competitividad”) cayó 25% en dos meses como resultado de la escalada inflacionaria. Con el correr de los meses “sin dudas que puede llegar a ser un dólar que no tiente al campo para liquidar la soja a partir de mayo” (Ámbito, 29/1), lo cual agudizará las presiones devaluatorias, sumado a la exigencia de volver a devaluar por parte del Fondo Monetario. Un nuevo salto cambiario no solo volverá a trasladarse a precios con cifras como la de diciembre, sino que generará una tensión extra sobre tarifas y combustible.
Como vemos, el horizonte no es de desaceleración inflacionaria como afirma Milei, sino todo lo contrario. Incluso, al mencionar que la “licuadora no se negocia”, está confesando de que se vale de la inflación para licuar las partidas destinadas a jubilaciones, asistencia social, etc. y aumentar la recaudación mediante impuestos al consumo como el IVA, y, de ese modo, alcanzar las metas fiscales pactadas con el FMI.
Para ocultar que su programa es abiertamente inflacionario, justifica la suba de precios diciendo que había una “inflación reprimida”. Sucede que la única inflación reprimida es la de los salarios, que vienen cayendo en términos reales de forma estrepitosa. Urge la necesidad de un paro nacional de las centrales obreras y un plan de lucha por un salario mínimo de $600 mil y aumentos salariales indexados a la inflación mensual. En esa perspectiva, impulsemos un congreso de trabajadores ocupados y desocupados, asambleas barriales y de la cultura para unir fuerzas contra el plan motosierra de Milei y compañía.
Sofía Hart
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