Como ocurre con las grandes crisis de poder, la herida putrefacta del “ajuste” libertario terminó estallando en la cima. Nada menos que un gobernador macrista colocó en pie de guerra a los mandatarios de casi todo el país contra Milei, después de haberle sido amputada la tercera parte de los fondos coparticipables a su provincia. La decisión del chubutense Torres de ‘cerrar los grifos del petróleo y el gas’ si el gobierno no se retrotrae, recibió la solidaridad de sus pares del PRO, incluyendo al ‘primo’ Macri de CABA. La movida de Torres, por lo tanto, ha sido, al menos, tolerada por Mauricio, que acaba de descartar un gobierno de coalición con Milei. Bullrich y Petri deberían renunciar al gabinete, o romper definitivamente con el PRO.
Torres lanzó su desafío desde una movilización masiva en Comodoro Rivadavia, convocada por la burocracia local de Petroleros y la UOCRA. Afirmó, además, que el cierre de válvulas ha sido ‘conversado’ con las patronales petroleras, incluyendo a las autoridades ypefianas de la zona.
Torres es el mascarón de proa de una fractura que envuelve al propio gobierno y al gran capital, y no sólo al radicado en la Patagonia. En la escalada de apoyos de gobernadores macristas y peronistas -con la excepción del tucumano Jaldo- han ingresado en la discusión los recortes al subsidio del transporte y los aportes docentes, que ahora se dirimen en varios juzgados federales del país. En cuestión de semanas, el hombre de las “Bases” alberdianas ha recreado el paisaje de la desintegración nacional.
Porqué ahora
El bloque que se rebela contra los recortes de Milei es el mismo que, hace unas semanas atrás, apoyó casi incondicionalmente a la ley ómnibus en el Congreso, y el que se ofrecía como ‘número puesto’ para sostener al DNU en su trámite parlamentario. ¿Por qué ahora estalla esta crisis, más allá de la provocación puntual sobre los fondos chubutenses? La razón hay que buscarla en el escenario de conjunto, y en lo que sucede “por abajo”: el día lunes, tendrá lugar una huelga nacional docente. Llega después de un paro nacional ferroviario, otro en la sanidad y, en la misma jornada del lunes, de los estibadores del puerto. El viernes, el país fue sacudido por una jornada de cortes y manifestaciones por el desabastecimiento de los comedores populares. Argentina ha ingresado en estado de “asamblea permanente”, aun cuando los aparatos burocráticos que han convocado a los paros parciales le temen más a una irrupción obrera a fondo que a los zarpazos de Milei. Ese ‘estado de asamblea’ es el que motivó la visita de Gopinath, la segunda del FMI. Es lo que los gobernadores advierten al decir que los recortes "agreden al pueblo de las provincias, no a sus mandatarios” – y no mienten, porque cada uno de ellos se ha ocupado de transferirle brutalmente las costas del ajuste a “sus” maestros o trabajadores de la salud. Pero el torniquete ha llegado demasiado lejos: su consecuencia inevitable es la rebelión popular que, de una u otra manera, asoma en el horizonte político. Es estrecho, por lo tanto, llamar a este choque “federal” una mera crisis “por arriba” – su telón de fondo es el movimiento de los “de abajo”, que todavía no ha dicho sus palabras mayores. El desenlace derechista de la perinola del balotaje ha sido, efectivamente, la transición a una situación prerrevolucionaria.
El capital financiero y la disolución nacional
Los gobernadores que en estas horas han salido a reivindicar al federalismo y los ‘pactos fundacionales de la república’ han apoyado sin reservas, como lo hizo toda la gran burguesía argentina, al coloniaje de los fondos financieros internacionales que está en el fondo de la presente crisis. El gobierno de Milei es sólo la expresión extrema de esa tendencia: bajo las órdenes de Caputo, el Tesoro nacional ha pagado los intereses de la deuda pública indexada y dolarizada -estallados por la megadevaluación y las elevadas inflaciones- a costa de licuar jubilaciones, gastos educativos, asistencia social y transferencias a las provincias. Con esos recursos, el Tesoro también ha recomprado parte de la deuda que tenía con el Banco Central, con el único propósito de pavimentar una eventual dolarización. Esa operación de vampirismo social tendrá que acentuarse, bajo el peso de una deuda que asciende a los 600.000 millones de dólares. Lo que revela la crisis de poder que estalla en estas horas es que la confiscación en curso es incompatible, no con la “organización federal”, sino con la supervivencia misma de los explotados del país, los cuales son empujados a barrer con el orden existente. El ‘revival’ federalista de macristas y pejotistas no es sólo improvisado sino tardío: con el concurso de todos ellos, las autonomías provinciales han sido largamente arrasadas por el gran capital que acaparó recursos petroleros, mineros o agrícolas sin dejar otra cosa en el camino que miseria social, por un lado, y desequilibrios ambientales del otro.
Los gobernadores, y las fuerzas sociales que representan, están históricamente descartados para una reorganización armónica de las fuerzas productivas de Argentina. Esa tarea le está reservada a la clase trabajadora en el poder político, como punto de partida de una unidad socialista continental.
Lo que viene
La crisis de poder que ha estallado con los gobernadores ha tocado al gobierno Milei en la línea de flotación. Si retrocede ante el ultimátum de Torres, tendrá por delante la exigencia de iguales recules en los subsidios para el transporte o la educación. Ello, en medio de las huelgas docentes y la conmoción popular creadas por los tarifazos intolerables. El paso siguiente a esos recules será el pulgar para abajo de los fondos especulativos, y un nuevo derrumbe de los títulos de deuda. Si Milei se mantiene en sus trece, puede iniciarse el derrotero de un aislamiento terminal: primero, un voto “no positivo” del DNU en el Congreso; después, el juicio político. La coalición de “unidad nacional” que debería reemplazar a Milei, sin embargo, aún no ha sido delineada. Sus eventuales integrantes cargan con el peso de las recientes bancarrotas nacionales.
Para los trabajadores y los explotados, esta crisis debe servir para abrirle paso a todos los reclamos en curso; para organizar plenarios y autoconvocatorias en todos los lados, por el salario, las jubilaciones, por los alimentos, contra los despidos. Las amenazas de Torres de “cerrar el grifo” y las proclamas de otros gobernadores procuran un acuerdo con Milei, a costa de los trabajadores de sus provincias. Para derrotar a Milei-Caputo, los trabajadores tenemos que cerrar nuestro propio “grifo”: paralizar el país con una huelga general por nuestras reivindicaciones. Es el camino para que la presente crisis terminal lleve al poder político a la clase obrera.
Marcelo Ramal
24/02/2024
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