El modo general del pronunciamiento, vale decir, sin detalles, es el paraguas con que los actores políticos se escudan para no mostrar su participación y su responsabilidad en la situación crítica que lleva, hoy, al matadero político, social, laboral y económico fisonomizado en el DNU y la Ómnibus. Quienes opinan que un municipio como Tigre (esto es: de la oposición peronista o, más específicamente, como en este caso, massista) “no tiene nada que ver con el DNU”, no toman en cuenta, por ejemplo, que la suma de los asedios al salario y a las jubilaciones en términos de aumentos “por decreto”, desaparición de los convenios colectivos, bombardeos al derecho a huelga (aún en modo potencial, estos planteos son el deseo de confiscación más extremo de la burguesía plasmado en los pergaminos golpistas de Milei), etcétera, asimilan, consagran o blanquean una situación de hecho ya añeja en todos los municipios de la provincia (si no del país), a saber: que una porción pequeña de los trabajadores municipales pertenece a planta, pero todos cobran un sueldo en los valores de un plan social, y la mayoría es monotributista (en todo lo cual se ve claramente que el primer evasor es el Estado municipal). Esa situación prístina es uno de los elementos del trampolín desde el que salta el golpe de Estado político y económico de Milei, encarnado en el DNU y la Ley Ómnibus, contra los asalariados.
Se trata de un ejemplo, pero se entiende entonces que cualquier situación crítica remita a los vasos conductores que llevan de la política distrital al monstruo que en estos días, antes de recular, cosechó media sanción en general en los pasillos del Congreso nacional, y, más patentemente, se entiende que en cualquier confrontación reverbere la Confrontación (con mayúscula) que originan y sugieren con fuerza el DNU y la Ley Ómnibus. Fue lo que ocurrió el viernes 5 de enero en Tigre. Estaba programado que el festival artístico durase hasta las 21 hs., pero la asamblea vecinal de los isleños (que se formó en tiempos de Vidal, cuando esta intentó cerrar escuelas de islas) había anunciado una protesta a las 20 hs., por los cortes de luz que sufre el 70 % de los 16 mil habitantes que tiene el Delta del Tigre, desde el temporal del 17 de diciembre pasado. Todo ello ocurriría en los terrenos de la Estación Fluvial. Las familias reunidas en la asamblea isleña y una cantidad de instituciones y agrupaciones denuncian al municipio en su inacción y en su connivencia con EDENOR. El gobierno municipal de Julio Zamora, que con ejemplar madurez política coincidía con los ciudadanos artistas contra el paquetazo de Milei, no puede tolerar, sin embargo, que aquellos se crucen con los ciudadanos insulares, que venían con un señalamiento detallado y contundente (en la medida en que se trataba de una cuestión de hecho y que afecta a miles de personas) y más cercano en el tiempo y en el espacio. Con la excusa de que aún no se habían terminado los burocráticos trámites de los permisos para la actividad callejera (con lo cual se supone que no había de parte de la intendencia tigrense un compromiso ineludible), la municipalidad anuncia después del mediodía que no se prohibía la actividad de los artistas (hubiera constituido una ostensible grosería), pero que no se les habilitaba la bajada de electricidad (lo que resultaba en una grosera similitud con la situación isleña) que garantizaba iluminación y sonido. Por supuesto ello significaba un tiro en el hígado del festival, que se buscaba suprimir.
No está de más señalar que, en la efervescencia virtual que la cuestión provocó por la tarde del 5, los mismos que opinaban que el DNU nada tiene que ver con la municipalidad de Tigre, opinaban que la municipalidad de Tigre nada tiene que ver con los cortes de energía; que estos son absoluta responsabilidad de la proveedora (EDENOR). No se toma en cuenta que la intendencia soslaya el hecho de que se trata de un problema estructural antes que de las inclemencias climáticas, que desoyó la exigencia de los isleños de conformar comités de emergencia entre el Estado municipal, la proveedora y los habitantes de islas; que no considera la idea de poner a disposición sus propias lanchas y contratar personal, incluso entre los isleños, para limpieza y remoción de los efectos de la tormenta (algunos de ellos muy peligrosos, como lo mostró posteriormente la lamentable muerte de un trabajador de una tercerizada, que pudiera verse como un crimen laboral); que no atiende las condiciones ni los costos de amarre y guardería náutica en el continente; que no hay indemnización para quienes han sufrido, por ejemplo, voladura de techos; etc.
Finalmente, en una asamblea realizada entre la comunidad artística y vecinos, se decidió realizar de todas maneras el festival, que tuvo una concurrencia multitudinaria que pudo disfrutar, aún sin energía eléctrica, de números musicales, circenses y teatrales, y donde los isleños pudieron hacer visibles sus reclamos y denuncias.
Al día siguiente, el sábado 6, prácticamente la misma comunidad artística –porque así lo habían organizado– realizó el festival también en el vecino partido de San Fernando, también massista. Allí no hubo problema alguno, porque los planetas alineados (y un fuerte aparato político) propiciaron la ausencia de protestas en relación a los bolsones de pobreza y subocupación, el déficit en vivienda o salud mental, los impuestazos o el desabastecimiento de comedores populares, o algún otro. Todo lo cual no le quita brillo a la organización de los artistas, ni a la belleza desplegada en la jornada.
Posteriormente, con el estallido de las contradicciones al interior de esa primera organización, quedó un grupo identificado en general con Unidos x la Cultura, organización artística y cultural de índole asamblearia con presencia nacional, cuya heterogeneidad aglutina el activismo K con vetas referenciadas en el FIT-U y elementos independientes, de resultas de lo cual esa asamblea votó marchar el 24 E, por escaso margen, por fuera de la columna de la CGT. Y los días siguientes al 24, hasta la caída de la Ley Ómnibus, tuvo una fuerte y constante presencia en la Plaza del Congreso.
Ceferino Cruz
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