sábado, febrero 14, 2009

El Papa alemán


El horno se ha recalentado. La Iglesia Católica alemana está entre desolada y furiosa. Justamente un Papa alemán cometió el gravísimo error –o no error desde su punto de vista anterior a los hechos– de haber levantado la excomunión a cuatro sacerdotes del sector de Lefebvre, uno de ellos –nada menos– había negado la existencia del Holocausto nazi contra los judíos. Fue el obispo británico Williamson, quien sostuvo que “no fueron seis millones los judíos muertos por los nazis sino entre 200 mil y 300 mil”, y negó la existencia de cámaras de gas en los campos de concentración nazis, como Auschwitz, por ejemplo. Todo esto ocurrió hace más de dos semanas, pero la discusión –en especial en Alemania– no amaina sino que adquiere cada vez más fuerza, con la reacción de cientos de feligreses que renuncian a seguir perteneciendo a la Iglesia Católica, y declaraciones de obispos, curas, teólogos y decanos que censuran abiertamente al papa Ratzinger. Sí, en Alemania, cuyo pueblo llevará siempre la carga del genocidio hitlerista.
Quiere decir que, salvo algunas minorías, la mayor parte de la población alemana aprendió la lección. El propio jefe de redacción de Radio Vaticano, Eberhard von Gemmingen, se adelantó a decirlo en una conferencia de prensa: “El Vaticano ha cometido un error... lo califico como un error. Se han originado con ello muchos daños, ahora hay que repararlos”... Ha comenzado una corriente de fieles que abandonan la Iglesia; ahora tienen los obispos que salir y decir lo que ya algunos obispos han señalado: que la Iglesia de hoy sigue sosteniendo el II Concilio Vaticano. También tiene que ratificarlo el Papa. Ellos tienen que consolar a los fieles, tienen que decir que la Hermandad Pío XII, conservadora de derecha, no va a ser jamás aceptada en la Iglesia. No hay que hacer como si esto no fuera importante. Sin ninguna duda, las relaciones entre el Vaticano y los obispos alemanes se han enfriado.
Es que en Alemania hay un fuerte movimiento para una renovación de la Iglesia y para que no se cometan los errores del pasado. Se nota en la reacción de muchos obispos que salieron a criticar abiertamente la decisión del Papa. Por ejemplo, el obispo Gerhard Müller-Ludwig, de Regensburgo, prohibió la entrada a Williamson en todas las iglesias y organizaciones católicas de su obispado. La Conferencia de Obispos Alemanes resolvió tratar el tema de Williamson en la reunión de marzo. El presidente de esa Conferencia, el obispo Zollitsch, señaló en un comunicado que “en la Iglesia Católica alemana jamás habrá lugar para quien niegue el Holocausto”. Y se deslizó en muchos sacerdotes la pregunta: ¿por qué el Papa le abre la puerta a la Hermandad Pío XII de extrema derecha, y no a los sacerdotes del tercer mundo? ¿Por qué no se revisan las penas a los dos teólogos, Eugen Drewermann y Hans Küng, que promovían un cambio hacia una nueva sociedad sin diferencias sociales?
Justo a Hans Küng –el más sabio de los teólogos vivientes, sin ninguna duda– lo fueron a buscar los periodistas en esos días de fiebre por saber quién podía tener razón. Le preguntaron si el Pontífice había querido demostrar un cambio de rumbo hacia la derecha explícita. A lo que respondió el teólogo alemán: “El papa Benedicto ha tomado, desgraciadamente, un curso cada vez más a la derecha. Justo da por terminada la excomunión a los sacerdotes que niegan los resultados del II Concilio Vaticano, cuando se va a cumplir medio siglo de ese acontecimiento vital. Eso lo demuestra todo. Poco a poco, el Papa actual se ha puesto en marcha para terminar con los logros progresistas de ese Concilio, por ejemplo con el retorno de la antigua misa en latín, con la reimplantación del pedido a Dios de la conversión de los judíos y ahora justo con el levantamiento de las penas contra los enemigos de ese Concilio que trajo tanto progreso a la Iglesia. Este Papa tuvo la oportunidad –como prefecto de la Congregación de la Fe, que trata de todos los procedimientos inquisitoriales– de aprovechar para avanzar, y no para volver al viejo rostro de la Iglesia. El lleva a cabo un profundo conservadorismo, que él mismo había superado –sólo por breve tiempo– en los años ’60. Fue cuando, después de haber estado en la Universidad de Tübingen, donde trabajamos juntos y donde durante tres años se respiró un aire fresco renovador, volvió a lo de antes. Volvió a un rumbo absolutamente reaccionario, que siguió teniendo cuando fue cardenal en Munich y ahora como Papa, para gran daño de toda la Iglesia Católica. Desde entonces él votó por todos los documentos reaccionarios de Juan Pablo II, por ejemplo, dentro de la enseñanza ‘sagrada’ de que nuestro bondadoso Dios no desea a ninguna mujer como sacerdote. O la medida que ha tomado contra los teólogos de la liberación, Jon Sobrino, de El Salvador, y el padre jesuita norteamericano Roger Haigh, a quienes les ha prohibido la enseñanza y la publicación de sus escritos. En el pasado abril, el papa Benedicto festejó su cumpleaños 81 en compañía de George W. Bush. Sería bueno ahora que tomara alguna de las ideas de cambio del sucesor de Bush, Obama. La Iglesia Católica necesita avanzar y no retroceder”.
Hasta ahí, el teólogo Hans Küng. Por otra parte, las universidades católicas de Münster, Friburgo y Tübingen criticaron abiertamente la decisión del Papa, y veintitrés profesores de ellas firmaron un documento donde censuran el acercamiento del Papa con la derechista cofradía Pío XII. Entre ellos, el profesor Johann Merz, colega del actual Papa cuando éste enseñó Dogmática en esa universidad. Merz es un abierto defensor de la Teología de la Liberación.
El diario de Bonn señala en su editorial que “pocas veces se han cometido tantos daños como con la resolución del Papa. El quiso unir y logró la división. En el futuro, el Papa debe buscar mejores consejeros”. Y, por primera vez, un miembro del gobierno alemán criticó en público al Papa, como lo hizo la primera ministra Angela Merkel.
Los medios alemanes dieron un gran espacio a reportajes a obispos, sacerdotes y creyentes. Casi todos los interrogados señalaban que estaban “sorprendidos de que Roma se preocupara tanto por los derechistas y nada acerca de la Teología de la Liberación”. Otros, decepcionados, contestaron: “Esta no es la Iglesia que yo he amado tanto”. El obispo de Rottenburg-Stuttgart señaló: “La unidad de la Iglesia es un bien muy valioso, y servir a ella es el deber del Papa y de sus obispos. Pero esa unidad jamás se logrará negando los avances obtenidos en el II Concilio Vaticano”. Justo ese día, el papa Ratzinger nombraba a un sacerdote austríaco ultraconservador como obispo adjunto de Linz. Pareció una respuesta dura a tanta crítica, demostrando quién es el que tiene el máximo poder. Es decir, en resumen, ni el anuncio de ayer de que Ratzinger va a visitar Israel puede borrar su mal paso de los últimos días. Es que el Papa alemán se comportó como un elefante en una tienda de porcelanas.
Toda esta discusión, de la cual podríamos llenar páginas enteras, se produjo en medio de la otra gran polémica mundial, el ataque de Israel a los palestinos. ¿Por qué –y aquí se hizo la pregunta– el Papa toma la decisión de lavar de pecados a un negador del Holocausto justo en ese período? Hay muchas respuestas, pero la búsqueda de razones y motivos nos harían caer en interpretaciones que no podrían ajustarse a la realidad. Fue así. El Papa alemán ha perdido mucho prestigio, principalmente aquí, en su país, Alemania. Es que no se puede jugar con la ética. Antes de tomar esa decisión, Ratzinger tendría que haberse informado profundamente –si no lo estaba– de que ya no es posible tomar decisiones sin analizar que el mundo, pese a la actualidad cargada de nubarrones, va avanzando de a poco, pero avanza. Ni los crímenes de la Inquisición son ya posibles hoy, ni tampoco la palabra de “Dios” es indiscutible.
Pero, claro, siempre se presenta en la vida diaria el cinismo. En especial el cinismo de ciertos políticos para que todo cambie, pero nada se transforme. Como corolario a la interminable discusión de la campaña de plomo absolutamente desproporcionada de Israel contra Palestina, pondremos a un oportunista ejemplar, el primer ministro turco Erdogan, quien en el encuentro de Davos le gritó al presidente israelí Shimon Peres estas palabras: “Usted entiende mucho de matar, como cuando mata a los niños palestinos en las playas”, y se retiró. Y por eso fue recibido por miles de turcos en Ankara con el título de “Héroe de Turquía” y “Ahora sí lo entendemos a Hitler”. Erdogan, nada menos, cuando Turquía nunca reconoció el genocidio cometido contra el pueblo armenio. Además guarda silencio ante el crimen del periodista Hrant Dink, de enero de 2007, que investigaba a fondo ese genocidio. Hrant Dink había sido amenazado por nacionalistas turcos, pero con valentía enfrentó todos los peligros, hasta que fue asesinado. Los armenios titularon así este asesinato: “Hrant Dink, la víctima 1.500.001 del genocidio”. Ya Dink había sido condenado a seis meses de prisión por la Justicia turca por sus investigaciones. Luego de ese aviso, su asesinato. Y en octubre pasado, el hijo de Hrant Dink fue condenado a un año de cárcel por insultos a la “entidad turca”.
Erdogan califica a otros de “sabios en matar”. No sólo eso sino que habla de niños muertos, pero basta leer las condenas a niños kurdos, que acompañaron a las protestas de las minorías kurdas en Turquía cuando Erdogan visitó esas regiones. Seis niños de entre 13 y 14 años fueron condenados a veinte años de prisión por los jueces turcos. Realidades de nuestra humanidad.
¿Y las iglesias qué hacen? ¿Por qué no se unen con el solo objeto de terminar con la muerte y al hambre? ¿O es más importante el tema de si las misas hay que darlas en latín, o que a las mujeres hay que prohibirles que puedan ser sacerdotes, que defender la vida?

Osvaldo Bayer

Desde Bonn, Alemania

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