El Salvador fue siempre el país más dinámico económicamente de toda América Central, a pesar de ser el menor país continental – de allí su apodo de Pequeño Pulgarcito. Su crecimiento, no obstante, no dejó de ser fuertemente afectado por el pasaje del capitalismo internacional de su ciclo largo expansivo –de la segunda pos-guerra hasta mediados de los años 70 -, siendo víctima de los mercados externos para la exportación de los sus productos primarios.
Mientras México se acoplaba al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Nafta) – decisión que explica por que ese país es la peor víctima de la recesión actual, por convertirse en rehén de la economía norteamericana – y la mayor parte de los países de América del Sul se abrigaba en los proyectos de integración regional, la región centroamericana quedó huérfana, una zona deprimida económicamente y dependiente del mercado de los Estados Unidos.
El Salvador y Guatemala tuvieron fuertes movimientos guerrilleros, poco después de la victoria sandinista en Nicaragua, pero el gobierno de Reagan impidió que el “efecto dominó”, que había llevado a que los regímenes de Laos y Camboya cayesen junto con el de Vietnam, se repitiese en América Central. Con el fin de la URSS y, con ella, del mundo bipolar, los movimientos guerrilleros terminaron la lucha insurrecional y se reciclaron para la lucha político institucional. El Frente Farabundo Marti para la Liberación Nacional, organización compuesta por cuatro movimientos guerrilleros más el Partido Comunista, firmó acuerdos de paz y pasó a actuar como partido político.
El Salvador fue uno de los países – junto con Ecuador, además de Panamá, que nunca tuvo moneda propia – que adhirió a la dolarización. Desde entonces el país no se recuperó de lo que significa renunciar a tener una política monetaria propia, sufrir la subida drástica de todos los precios, menos de los salarios, entre otras consecuencias negativas, lo que acentuó dramáticamente la inmigración de salvadoreños hacia los Estados Unidos – así como sucedió con los ecuatorianos para España.
El Frente Farabundo Marti consiguió en victorias electorales, grandes bancadas, casi mayoritarias, en el Parlamento, y la mayoría de los intendentes. Gobernó durante cuatro mandatos la capital, San Salvador, habiendo perdido este año la intendencia. Tuvo siempre candidatos a la presidencia, que casi vencieron en elecciones anteriores.
Esta vez eligieron como candidato, por primera vez, a alguien que no es miembro del Frente: Mauricio Funes, un periodista muy conocido en todo el país. Todas las encuestas indican su probable victoria el próximo día 15.
No obstante, algunos obstáculos pueden impedirla. Los otros dos candidatos de la derecha retiraron sus candidaturas para apoyar al candidato del oficialista partido Arena, un ex-jefe de la Policía Federal, frente al riesgo de victoria de la izquierda. En las mesas de conteo de votos existen tres representantes de los partidos de derecha y uno del Frente, con grandes riesgos de fraude. En tercer lugar, procedimientos absurdos como, por ejemplo, el de que la lista de votantes no sea por localidades, sino por orden alfabético, haciendo que en una misma familia las personas tengan que trasladarse grandes distancias para votar, con consecuencias evidentemente discriminatorias contra las familias pobres, entre las que Funes y el Frente tienen mayoría de electores.
En caso de que triunfe el Frente, cambia la relación de fuerzas política en la región centroamericana, en que comienzan a surgir gobiernos que divergen de las políticas de libre comercio, como el polémico gobierno de Daniel Ortega, en Nicaragua, y el de Manuel Zelaya en Honduras – gobiernos que adhirieron al Alba – y que tendría en Funes un perfil más claramente progresista en una región hasta hace poco bajo la influencia exclusiva de los Estados Unidos y de su aliado privilegiado, México.
Emir Sader
Carta Maior
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