Una mirada sobre el libro de Michael Haas: “George W. Bush, ¿criminal de guerra?”
Como comandante en jefe del ejército, el ex presidente George W. Bush fue el responsable de los ataques estadounidenses contra los hospitales de Iraq y Afganistán, del maltrato a que se sometió tanto a su personal como a los pacientes y de que, además de éstos últimos, la población en general de esas dos naciones no pudiese disponer de suministros sanitarios, según manifiesta el Dr. Haas, una autoridad en crímenes de guerra.
La administración Obama continúa perpetrando u no de los más infames crímenes de guerra de Bush: alimentar a la fuerza a los prisioneros, en violación de la ética médica y del Protocolo I de las Convenciones de Ginebra de 1977, señala el experto.
En un nuevo libro en que recopila los crímenes de guerra cometidos por las fuerzas estadounidenses, “ George W. Bush, War Criminal ?” (Praeger), el escritor y científico político Michael Haas escribe:
“ E n 2001, el hospital infantil de Kabul fue bombardeado, atacándose también el de Herat (ambos en Afganistán), lo que causó alrededor de cien muertos. El hospital Al-Nouman, en Bagdad, fue alcanzado por los bombardeos iniciales de 2003, provocando la muerte de cinco personas” y el Centro Central de Salud en Faluya (Iraq) fue bombardeado en noviembre de 2004, matando a treinta y cinco pacientes y a veinticuatro empleados del hospital.
Además, el Hospital de Urgencias Nazzal, en Faluya, dirigido por una organización de beneficencia de Arabia Saudí, “fue reducido a escombros”, escribe Haas, y cuando las tropas estadounidenses entraron en el Hospital General de Faluya, obligaron a todos los empleados y pacientes del mismo a tumbarse boca abajo en el suelo, atándoles las manos a la espalda.
Los actos anteriores violaron la Convención de la Cruz Roja de 1864, que estipula que “ se reconoce la neutralidad de las ambulancias y los hospitales militares… y los beligerantes deberán protegerlos y respetarlos mientras haya un solo enfermo o herido en ellos”. Esos actos violaron también la Convención de Ginebra de 1929, que afirma que el personal que atiende a los heridos “será respetado y protegido en cualquier circunstancia”.
Pero hay más, el 4 de marzo de 2007, los marines estadounidenses se fueron del campo de batalla en Jalalabad (Afganistán), “sin atender a las personas a las que habían herido”, escribe Haas y, en julio de 2008, los soldados estadounidenses impidieron que aldeanos afganos rescataran a los heridos civiles para poder llevarles al hospital. Esto viola el artículo de la Convención de Ginebra de 1949, que afirma: “Se recogerá y cuidará a los heridos y enfermos”.
Haa s señala también que el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld emitió una orden negando a los prisioneros el derecho a que los visitara un médico durante seis semanas, desde el 2 de diciembre de 2002 al 15 de enero de 2003, en oposición a lo que señala el artículo 15 de la Convención de Ginebra de 1949: “La potencia que retenga prisioneros de guerra está obligada a proporcionar de forma gratuita todo lo necesario para su mantenimiento y para los cuidados médicos que requiera su estado de salud”.
H aas escribe que los prisioneros que sufrían asma, diabetes, dificultades coronarias, hepatitis, heridas en las piernas y otras enfermedades se quedaron sin recibir tratamiento alguno en los países de Oriente Medio invadidos por EEUU, y que a los prisioneros en Guantánamo se les negaron las visitas médicas con objeto de “inducirles a la cooperación”.
“ Las instalaciones médicas, medicinas, personal y suministros fueron inadecuados para el inmenso número de prisioneros en Abu Ghraib (Iraq)”, escribe Haas, y los prisioneros en Guantánamo fueron alimentados a la fuerza a pesar de que la Declaración de Tokio de 1975 prohíbe a los médicos que interfieran sanitariamente con quienes no quieren seguir alimentándose.
Y aunque la Convención de Ginebra de 1949, artículo 55, afirma: “La potencia ocupante tiene el deber de asegurar los suministros médicos y alimentarios de la población”, los vetos británico y estadounidense en el Consejo de Seguridad bloquearon el envío de 500 millones de dólares en fondos de la cuenta de Iraq en Naciones Unidas “petróleo por alimentos”. En su lugar, desviaron el dinero a la Autoridad Provisional de la Coalición (APC), “que no adquirió los suministros que se necesitaban”, escribe Haas…
Y aunque la Convención de Ginebra de 1949, en su artículo 56, afirma: “Se permitirá que el personal médico de cualquier categoría desempeñe sus funciones”, el 23 de mayo de 2003, la APC despidió a todos los empleados del gobierno iraquí de alto nivel, incluido el personal médico. “El mejor hospital de Bagdad fue convertido en un hospital militar estadounidense”, escribe Haas, y el administrador sanitario enviado por la Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), el Dr. Frederick Burkle, fue despedido después de una semana “porque carecía de contactos políticos…” Haas añade que la persona que le sustituyó “no autorizó los fondos necesarios para las salas de urgencia que tenían que tratar a las víctimas de la insurgencia, el problema médico más importante en aquel momento”.
Según Haas, un médico belga que visitó veinticinco instalaciones médicas en abril de 2004, concluyó: “Desde que acabó la guerra, no ha llegado a ninguna parte material nuevo alguno”, y que no había instrumental estéril en el hospital de Al Nour, “como consecuencia de lo cual todos los pacientes con quemaduras importantes están condenados a la muerte”.
Haas afirma que “el resultado principal de la nefasta ocupación de Iraq es una destrucción total de la sanidad pública”. Señala que las autoridades estadounidenses “redujeron el número de medicinas disponibles mientras ocupaban el país” y que los niños continuaban siendo víctimas de la leucemia porque el ejército estadounidenses “se negaba a utilizar contadores Geiger para localizar y eliminar los restos de artillería que contienen uranio empobrecido a pesar de los ruegos de la OMS. En materia de salud, los estadounidenses se han posado como una plaga de langosta sobre Afganistán e Iraq”, concluía Haas.
El libro de Haas enumera 269 categorías distintas de crímenes de guerra de los que es responsable el anterior presidente George W. Bush. El libro está redactado para que cada categoría y el correspondiente y aplicable estatuto de crimen de guerra aparezcan juntos. Aunque esos crímenes acerca de las torturas y la ausencia de proceso debido son bien conocidos, el libro de Haas incluye una amplia serie de violaciones y crímenes de guerra desde la falta de respeto del marco legal de los países invadidos a l fracaso a la hora de liberar con prontitud a los prisioneros de guerra y al fracaso a la hora de proteger las propiedades públicas.
Sherwood Ross
Global Research
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El Profesor Haas es autor o editor de 33 libros sobre política mundial y gubernamental. Ha enseñado en numerosas y notables facultades, incluida la Universidad de Londres y la Universidad Northewestern. Quien desee recibir su libro, puede enviar un cheque de 32 dólares a Haas, en P.O. Box 46127, Los Angeles, CA 90046. Puede contactarse con él en: mikehaas@aol.com
1 comentario:
no se preocupen,que la justicia tarda pero llega,los crimenes cometidos(y los que se van a hacer) no van a quedar impunes.Si la justicia terrenal no lo hace,lo hara la justicia divina(creyendo que existe dios),y estoy seguro que tanto Bush,como todos sus asesores,no descansaran nunca tranquilos,porque su conciencia pronto no los dejara estar en paz.Y OJALA ESTE VIVO PARA REGOCIJARME DE LA DESGRACIA DE ESTOS CRIMINALES,NO SABEN CUANTO ESPERO ESE MOMENTO,SALUDOS.
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