En el viejo periodismo informativo, las fuentes de información fueron un pilar de la noticia.
Se decía entonces que una fuente informativa confiable le da veracidad a la información. Y ponían el ejemplo: si algo informa el alcalde de la ciudad es mucho más creíble que si informa lo mismo, uno de sus incondicionales.
Además, agregaban otra condicionalidad: los asuntos informativos, por lo general, tienen dos o más puntos de vista, a veces diametralmente opuestos. Por lo tanto, el periodista ecuánime y honesto, debe requerir (cuando no buscar) por lo menos, los dos lados de la noticia. Esta práctica determinaba cierta imparcialidad, cierta seriedad, del periodista y del medio.
El viejo periodismo informativo hacía en sus textos, una excepción: el derecho a mantener en reserva la identidad de la fuente si daba cierta información “delicada” que provenía de algún actor o actora que podía ser objeto de retaliaciones o sanciones, si se la citaba como tal. Esta obligación ética no quería decir que el periodista tenía licencia para lanzar cualquier afirmación que no podía ser debidamente sustentada, a pretexto de reales o supuestas fuentes anónimas.
En la historia del periodismo práctico, el de todos los días, se recurrió a esta obligación ética en el mundo entero. Medios de comunicación impresos adquirieron fama de serios y valientes, denunciando hechos políticos, económicos y sociales; y se dieron casos de periodistas que prefirieron la cárcel, antes que denunciar a sus fuentes.
Un periodismo informativo descarado
Eran los tiempos de un periodismo informativo (y de opinión) que quería ser (o por lo menos parecer) serio, responsable, objetivo; un periodismo de alta confiabilidad, de ética, porque ese tipo de periodismo informativo ciertamente pretendía ser imparcial; aunque la tendencia a la noticia favorable hacia determinado sector o tesis ya se daba, pero en forma disimulada, casi imperceptible.
Digo esto porque el manejo de las fuentes informativas es, desde hace décadas, uno de los recursos más socorridos de los medios para tratar de darle una u otra dirección a la noticia. Y en estos tiempos, aquello ya es descarado.
Hace décadas, el CIESPAL (cuando hacía investigación de la comunicación en serio) descubrió que en el Ecuador no pasaban de 300 las fuentes de información que todos los días, opinaban, informaban, cuestionaban respecto del día a día noticioso. Cuando se hizo la investigación, los medios impresos imponían prácticamente el periodismo informativo; la radio estaba en proceso desarrollo aunque por limitaciones económicas muy pocas estaciones podían financiar espacios noticiosos propios; y la televisión, con todo su poder de imagen y sonido, estaba por llegar e imponerse.
Hoy en día, aunque no se ha investigado este escenario, el número de fuentes informativas “confiable” no debe ser mayor a los 300 aunque la población perceptible se ha triplicado; y, los hechos y escenarios, no solo que se han triplicado sino que se han quintuplicado. Hay fuentes que deambulan por prensa escrita, radio y televisión, diciendo sus “verdades” que invariablemente son las verdades del sistema imperante y que “no admiten discusión”. Hay fuentes que “se han especializado” en el diarismo, otras que lo hacen a través de la televisión; y unas terceras por las estaciones radiales.
Y aún cuando los medios privados pretenden seguir siendo “imparciales, independientes” sus fuentes de información desmienten esta pretensión. Es fácil, en cualquier medio, determinar esta práctica; una práctica que, desde luego, alterna con fuentes de información eventuales, dispersas, circunstanciales.
Por cierto, esta práctica es más notoria (más descarada diría yo) en unos medios que en otros, especialmente en los puntos importantes de la información (económicos, políticos, estructurales) Como escuché decir a alguien, “el pueblo pueblo solo aparece en la crónica roja o en la pornografía barata” como fuente de información.
Pongamos por caso el llamado “riesgo país” que es un “medidómetro” inventado por el sistema imperante (el neoliberalismo) para hacernos creer que un país (Ecuador, por ejemplo) en la medida en que “cumple” sus compromisos (pagar la deuda externa religiosamente, vender a la empresa privada a precio de huevo pasado sus servicios y sus recursos naturales, garantizar la llamada “seguridad jurídica”, mantener una caudalosa reserva monetaria, en el exterior) está en mejor situación, especialmente para renovar créditos, para hacerse de nuevas obligaciones, para garantizar sus mercados exteriores. Esto (y más, mucho más) a pesar de que por lo menos en las experiencias de los países llamados del tercer mundo, no les ha servido sino para irse más y más abajo, de manera especial en el cumplimiento de sus obligaciones sociales.
La táctica es la repetición una y mil veces de estas verdades, de fuentes de información, analistas, expertos que dicen sus verdades sin derecho a discusión. Por ahí (para disimular) los medios del sistema que aún pretenden ser imparciales, objetivos, intercalan algún criterio en contra o por lo menos cuestionador. Pongamos por caso, una página dominical de cartas a la redacción que publica el diario El Comercio: de diez, nueve son a favor de tal o cual tesis; y unita, por ahí, en contra. La misma táctica opera informativamente.
A nivel internacional, esta objetividad viene operando desde hace tiempos. ¿Recuerdan ustedes todo lo que dijeron y afirmaron los medios desde el triunfo de la revolución cubana? ¿Quiénes lo dijeron? Pues unas fuentes “confiables” que preferían su anonimato por razones de seguridad propia o de sus familiares. Según esas informaciones Cuba había sido convertida en un infierno, en donde estaba todo restringido, la gente ya no tenía qué comer. Desde luego, en Cuba no ha quedado ni pizca de la llamada libertad de prensa, peor de la democracia. Es una gran cárcel de la cual todos quieren salir.
La realidad cubana es diametralmente distinta a la que durante décadas han “informado” las llamadas fuentes confiables del exilio y “disidentes” desde dentro de la isla. La “realidad real” de Cuba dice que, a pesar del bestial bloqueo imperial que ya va para el medio siglo, de las agresiones terroristas, de las limitaciones sin fin propias de un país pobre pero digno, pues Cuba ha logrado estadísticas en salud, en educación, que son superiores inclusive a países desarrollados. En Cuba, nadie se acuesta con el estómago vacío. Y, como dicen los cubanos y cubanas, en Cuba, el último periodista asesinado fue el ecuatoriano Carlos Bastidas, quien fue victimado por un sicario de la feroz dictadura de Fulgencio Batista, meses antes de que triunfara la revolución (enero 1/1959)
Desde luego, la gran prensa tiene fuentes de información abundantes, sobre estas realidades; pero, no son “confiables” para el sistema. En cambio prefieren “fuentes anónimas” que dan a conocer exactamente lo contrario. Y que muchas veces son invenciones, mentiras, a título de fuentes bien informadas, personas que no quisieron identificarse, etc..
El mismo tratamiento está siendo aplicado en Venezuela, de Hugo Chávez; en Bolivia, de Evo Morales; en Ecuador, de Rafael Correa; en Nicaragua, de Daniel Ortega. Pelucones del “nivel” de Mario y Álvaro Vargas Llosa, José María Aznar, Vicente Fox, Plinio Apuleyo y una docena más, recorren nuestros países, una y otra vez, anunciándonos el apocalipsis si continuamos con nuestro ensayo del socialismo siglo 21. Desde luego, tienen asegurado gran despliegue de espacios informativos y de opinión. En cambio, pronunciamientos, declaraciones de los líderes del cambio, en el mejor de los casos, ameritan unas pálidas noticias en página indeterminada o menciones muy breves en los medios audiovisuales.
Y cuando algún gobernante, hastiado de tamañas desinformaciones y manipulaciones, topa con alguna disposición legal olvidada a algún medio que ya ha sobrepasado la línea de tolerancia extrema, pues entonces se monta el escándalo: Chávez es enemigo de la libertad de expresión, Correa está atentando contra la libertad y la democracia al enjuiciar al Canal 4 Teleamazonas, Evo ha insultado a un periódico separatista.
Y hay que reconocerles que en esto de los escándalos y los shows mediáticos tienen mucha experiencia, saben victimizarse y aprovechar al máximo las circunstancias que se dan en torno a un dilema insalvable: si el gobernante toca al medio, entonces es un enemigo de la libertad de expresión, no alguien que simple y llanamente aplica la ley vigente. Si permite estas y otras licencias e impunidades, entonces saben que es un blandengue, que puede seguir aplicando el pendejómetro y que a la final defienden a capa y espada el sistema, tal cual.
Alberto Maldonado S.
Periodista – Ecuador
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