El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, tiene una imagen bastante rara de una paz para el Medio Oriente. En un discurso cargado de cinismo, el jefe de gobierno sionista dijo aceptar la creación de un estado palestino, pero con tantas condiciones que en la práctica es una idea inviable.
Las palabras de Netanyahu tiran un balde de agua fría sobre la posibilidad de lograr una estabilidad en la región al desconocer los principales derechos del pueblo palestino a quienes pretende imponer un Estado pero con soberanía limitada y sin potestad para cuestionar a la nación judía.
De inmediato, la Autoridad Nacional Palestina, valoró de sabotaje para la paz en el Medio Oriente el discurso. Las palabras de Netanyahu obstaculizan todas las iniciativas, paralizan todos los esfuerzos y propuestas de los palestinos, los árabes y los estadounidenses, afirmó Abu Rdainah, vocero del presidente de la ANP, Mahmoud Abbas.
En su primer discurso de política exterior desde las elecciones de febrero, el primer ministro sionista desconoce también los reclamos de la comunidad internacional e incluso de su tradicional aliado Estados Unidos. A principios de este mes en el Cairo el presidente estadounidense, Barack Obama, instó al gobierno de Netanyahu a abrazar el principio de "dos Estados para dos pueblos", y pidió una congelación total de la construcción en las colonias de Cisjordania.
Sin embargo, Israel continuará ampliando los asentamientos judíos en esa zona, criticados por la ONU que considera constituyen una forma de colonialismo y violan la Cuarta Convención de Ginebra. Al respecto el organismo internacional ha afirmado que en este territorio y en Gaza constató elementos que asemejan la situación palestina a la que vivían los ciudadanos negros durante el régimen de apartheid en Sudáfrica.
La persistencia del bloqueo militar a la Franja de Gaza exacerba la ya grave situación humanitaria, los problemas de salud, la pobreza y la malnutrición de su millón y medio de habitantes, llegándose al borde de la catástrofe humanitaria. Este mismo bloqueo merma la capacidad de organismos como Naciones Unidas para prestar asistencia y servicios a una población que en su mayoría depende en exclusiva de la ayuda internacional.
En lo que constituirá la proyección del nuevo gobierno, copado por la ultraderecha, el primer ministro descartó la división de la ciudad de Jerusalén, cuya parte oriental es concebida por la ONU como capital del Estado palestino.
La reacción del recién estrenado gabinete de Tel Aviv añade un nuevo elemento de tensión a la ya convulsa región y hace temer un recrudecimiento de la violencia contra el pueblo palestino. Los constantes actos violentos del ejército sionista han cobrado cientos de miles de víctimas entre la población civil, fundamentalmente mujeres y niños. La última escalada de violencia que comenzó el 27 de diciembre de 2008 y concluyó el pasado 17 de enero dejó más de 1.400 palestinos muertos y 5.000 heridos.
Evidentemente Tel Aviv ha apostado nuevamente por la guerra y la inseguridad. Las condiciones impuestas para la conformación de un estado palestino desarmado e indefenso echan por tierra los esfuerzos para lograr la paz entre las dos partes, tan necesaria para la estabilidad en el Medio Oriente.
María Josefina Arce.
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