Es bueno establecer que el ateísmo no es cosa nueva en la humanidad. La historia registra como el primer ateo perseguido por su increencia en los dioses griegos, a Diágoras de Melos, el cual manifestaba su militancia a viva voz y por ello fue perseguido y hasta se llegó a pagar mucho dinero por su cabeza, allá unos 500 años antes de nuestra era. También dentro de los griegos vemos a los filósofos: Protágoras, Leucipo, Demócrito y Epicurio, entre otros. Pero para mayor paradoja de la historia, el primer grupo llamado ateo como tal fue el de los cristianos de antes del siglo IV, pues creer en un solo Dios invisible para el politeísmo romano significaba no creer en ningún Dios.
En la Edad Media la historia registra pocos ateos ilustres, sin embargo a partir del renacimiento el despertar intelectual de los ateos es relevante y también en el siglo de las luces (siglo XVIII) con la ilustración. En estas épocas encontramos a Voltaire, Denis Diderot (editor de la enciclopedia), John Milton, Jean de la Fontaine, Francisco Domaciano Alfonso, el Marquez de Sade, Thomas Hobbes, el Baron d´Holbach, entre otros. En el siglo XIX encontramos a Karl Marx, Ludwig Feuerbach, Arthur Schopenhauer y el genial Friedrich Nietzsche. En el siglo XX destacan Sigmund Freud, Albert Einstein, Bertran Russel, John Dewey, Mario Bunge, Carl Sagan, entre otros. Y en nuestro siglo XXI encontramos a Richard Dawkins, Christopher Hinchen, Daniel Dennet, Michel Onfray, Sam Harris, Piorgiorgio Odifredi, y el 93 % de todos los científicos en los Estados Unidos.
Para David Glesson, escritor del “American Chronicle”, todavía hoy en mero siglo XXI persisten algunos errores de percepción de los ateos y el ateismo en general de parte de los creyentes teístas. Estos errores alimentan la discriminación hacia los ateos de parte de la sociedad y de las familias. A continuación analizamos los cinco errores más comunes que detalla Glesson.
1. El ateísmo es la creencia en que ningún dios existe.
La palabra ateísmo proviene del prefijo griego “a”, que significa “sin”, y “teísmo”, que implica la creencia en una deidad sobrenatural que se revela a la humanidad. Ateísmo, por lo tanto, significa “sin creencia teísta”. El ateísmo no afirma positivamente nada; más bien manifiesta que la carga de la prueba está en las afirmaciones que hacen los teístas, y la fe no es prueba suficiente de la existencia de su deidad; sin embargo, el ateo también manifiesta con honestidad intelectual, que la falta de evidencia no es evidencia de inexistencia de la deidad. (de ninguno de los Dioses también).
2. El ateísmo requiere de tanta fe como el creer en Dios.
El ateísmo no es la declaración en positivo de la no existencia de Dios o los dioses, si así lo fuese sí estaríamos hablando de una Fe Atea. La fuente de las creencias de un ateo son las evidencias, no la fe. El ateísmo se presenta como la abstinencia de creer en una deidad.
Si un ateo dice, “no creo en el dios judeocristiano”, está diciendo simplemente que la evidencia para creer en él es insuficiente. No se necesita fe para tener una no-creencia, si fuera así, los cristianos, por ejemplo, al no creer en Alá, tendrían dos FE, una de creencia en el cristianismo y una Fe en la increencia Islámica, lo cual es absurdo.
3. Las vidas de los ateos es desdichada pues no tiene sentido y está desprovista de esperanza y de propósito.
Es muy común que los creyentes hagan esta proyección de los propios sentimientos sobre el ateo. Sus vidas no se sostienen con la remota posibilidad de una vida después de la muerte. La vida del ateo tiene sentido simplemente por el placer de vivirla y porque es significativa para aquellos que le aman. Su vida tiene propósito en el esfuerzo hacia una meta digna.
Sabe que su vida es preciosa y más significativa simplemente porque es corta y efímera. Al no esperar ninguna recompensa o castigo eterno después de la muerte, cada día es un regalo del gozo de su existencia. Si comparamos esta visión con un joven fundamentalista Islámico que con mucha Fe se inmola con una bomba para matar infieles, por la promesa de 72 vírgenes dispuestas en el paraíso para su libido en el más allá, surge la pregunta ¿la vida de quién tiene más sentido, esperanza y propósito?
4. Los ateos son inmorales.
Esto no tiene sentido, pues la ética y la moral son normas humanistas más que teológicas, pues Dios o los dioses no son sujeto de la moral, y tampoco son las deidades fuente de la moral, pues éstas son normas culturales que la humanidad establece y modifica en el tiempo, al contrario de las “fosilizadas morales” de deidades de la antigüedad (nadie ha hecho por ejemplo un anexo enmienda en la Biblia para declarar la esclavitud inmoral).
5. Los ateos sufren de problemas psicológicos tal vez por haber tenido una mala experiencia en la niñez y por ello desistieran de la religión y odian a Dios.
Algunos ateos pueden haber tenido tales experiencias como también las pueden haber tenido algunos creyentes, pero no se puedo asegurar que éste sea el caso en la mayor parte de ellos. Muchos de los ateos son grandes lectores e investigadores; por ello muchas veces el camino al ateísmo es gradual a medida que se va conociendo más a fondo la tradición religiosa heredada. Para ser ateo en la mayoría de las veces, se necesita recorrer un arduo “camino a Damasco Inverso”.
Otra percepción errónea que se le escapa a Gleenson es cuando ciertos teístas dicen que los ateos son dogmáticos. El dogmatismo es una característica humana independiente de cualquier creencia o increencia religiosa. La probabilidad de ser dogmático es mayor cuando se pertenece a una religión, que cuando se es ateo, pues éste último presenta por lo general una visión escéptica de la vida, muy amiga a la visión científica, por ende no dogmática sino progresista.
Los ateos ven a todas las religiones como supersticiones de los pueblos. Sin embargo, existe una coincidencia de los ateos con los creyentes de las religiones del Dios revelado. Cuando a un cristiano se le pregunta por ejemplo sobre por qué no cree en el Islam, aduce argumentación de falsedad de dicha religión con firmeza; muchas veces similar a la argumentación que el ateo hace sobre la misma religión del cristiano. Es por ello que existe la máxima que dice: “la superstición es la religión del otro”.
Muchos ateos coinciden con el escepticismo que caracteriza al pensamiento científico y el astrónomo fallecido, Carl Sagan no es la excepción cuando dijo “El primer pecado es la Fe, la primera virtud es la duda”. La duda es el motor de la ciencia.
Ricardo Antonio Cuadra García
rcardisa@ibw.com.ni
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