El 24 de octubre de 1929 estalló el pánico en la gran bolsa de Nueva York. 12.894.650 acciones cambiaron de manos, muchas a precios de saldo. El jueves 29 de octubre Wall Street comenzó su prolongado declive. El crack de Wall Street se divide en dos épocas: la alegre "época del jazz" de los años veinte y los años treinta, la década de la depresión.
Todo el mundo sabe que en octubre de 1929 las acciones en Nueva York experimentaron una "pequeña dificultad local". Y todos saben que millones pasaron hambre y miserias durante los siguientes diez años, una dureza que terminó con el horror de la guerra mundial. ¿Cuál es la relación?
La crisis es inherente a un sistema donde la producción no está planificada y cuyo motor es el beneficio privado. La crisis adopta la forma de sobreproducción, con trabajadores ociosos que se encuentran con máquinas paradas. Cada recesión tiene sus propias características y puede tener un desencadenante diferente. El crack de Wall Street puede ser considerado como el detonante de la Gran Depresión, como la "crisis del crédito" marca el inicio de la crisis actual. También es cierto que el pánico jugó su papel. En todas las crisis capitalistas aparentemente pueden jugar un papel factores accidentales. Tanto en la crisis de 1929 como en la actualidad, la crisis tarde o temprano iba a llegar. La producción industrial en EEUU pasó de un índice de 127 en junio de 1929 a 122 en septiembre, 117 en octubre, 106 en noviembre y 99 en diciembre. La producción automovilística pasó de 660.000 unidades en marzo de 1929 a 440.000 en agosto, 416.000 en septiembre, 319.999 en octubre, 169.500 en noviembre y 92.500 en diciembre.
En otras palabras, cuando explotó Wall Street ya estaba en camino la recesión en la "economía real". Galbraith, historiador de los acontecimientos, comenta: "La causa y el efecto pasan de la economía a la bolsa, nunca al contrario. Si la economía en 1929 hubiera sido sólida el efecto del gran crack de 1929 podría haber sido pequeño". Esta recesión en la producción se reflejó en el mundo de las acciones, de los sueños y las ilusiones. El pánico en Wall Street a su vez tuvo un efecto crítico en el mundo de la producción y los beneficios.
El colapso no tenía precedentes. En EEUU, entre 1929 y 1933, la renta nacional cayó un 30 por ciento y la producción industrial más o menos a la mitad. En 1933 más de una cuarta parte de la fuerza laboral estaba en paro. Según la Liga de las Naciones el desempleo mundial casi se triplicó entre 1929 y 1932.
Después de la Primera Guerra Mundial EEUU dotó de dinamismo a la economía mundial, y también llevó al mundo a la depresión. El auge estuvo alimentado por industrias nuevas y en expansión: producción en masa de automóviles y aplicaciones eléctricas, la generación de electricidad y la construcción.
Los estruendosos años veinte
El boom de los "estruendosos años veinte" tuvo similitudes importantes con el boom que terminó en 2007. El "boom" no estuvo acompañado de un aumento real de los salarios de los trabajadores sino que alimentó la desigualdad y los beneficios para los ricos. Entre 1925 y 1929 el precio de las acciones industriales en EEUU se triplicó. En 1926 era evidente el elemento febril especulativo que tenía el boom. La burbuja inmobiliaria de Florida durante los años veinte permite una comparación evidente con la burbuja inmobiliaria que impulsó el reciente boom. Y las burbujas estallan.
El elemento especulativo estuvo alimentado por la práctica de comprar acciones "en margen", es decir, poner un dinero que sólo representa una pequeña parte del precio de la acción. Mientras las acciones suben de precio parece que es un pasaporte hacia la prosperidad. Eso es exactamente lo mismo que el "apalancamiento" de los bancos hace un par de años, prestar treinta o incluso cincuenta veces lo que valen tus activos es lo que impulsó la burbuja inmobiliaria estos últimos años. En ambos casos la práctica terminó en lágrimas.
Pero cada crisis es diferente, aunque todas tengan elementos comunes. El crack de 1929 tuvo unas diferencias importantes con la actualidad. La Primera Guerra Mundial había fomentado la agricultura destinada a la exportación en el continente americano y en Australasia para alimentar a los soldados en Europa. En víspera de la guerra se había institucionalizado la sobreproducción y la miseria. En los años veinte el nivel de vida de dos tercios de la población mundial dependía críticamente del precio de los productos primarios, principalmente agrícolas. El colapso de los precios agrarios fue una causa importante de la caída del comercio mundial.
Otro factor de la reducción del comercio, que afectó a todos los países, fue la oleada de proteccionismo y devaluaciones competitivas que acompañó a la crisis. La devaluación adoptó la forma de desprendimiento del patrón oro. Este sistema internacional de pagos quedó destruido totalmente con la Gran Depresión. También hubo intentos de cargar el peso de la crisis sobre los hombros de otros países, con el consiguiente efecto de empobrecer a todos.
¿Por qué fue tan severo el crack de 1929? La contrapartida al crecimiento del comercio mundial en los años veinte, y su colapso en los treinta, fueron los flujos financieros entre países. En la teoría económica convencional los países pobres pedirán dinero prestado a las naciones ricas. Pero en los años veinte la bancarrota de Alemania se agudizó con las reparaciones de guerra que debía pagar a los "vencedores", Gran Bretaña y Francia, que a su vez entregaban el dinero a los ricos EEUU para pagar sus préstamos de guerra. Estos flujos monetarios eran perversos y en última instancia insostenibles. Su colapso rompió la cadena del crédito internacional y agudizó aún más la caída del comercio mundial.
De igual manera, estos últimos años el mayor deudor mundial ha sido EEUU, que ha vivido a costa de países relativamente pobres como China. Martin Wolf, el gurú del capital financiero ha avisado en repetidas ocasiones de que estos desequilibrios no pueden continuar. "El espectacular colapso del sistema financiero occidental es un síntoma de esta gran realidad... A largo plazo, la economía global tendrá que reequilibrarse. Si no lo hace, la economía mundial puede resquebrajarse. Como en los años treinta, ahora existe un peligro real".
Aún no hemos visto una espiral descendente de proteccionismo a gran escala o caos monetario, pero las tensiones están ahí y no se puede descartar.
La mayoría de los gobiernos entre 1929 y 1933 no pudieron o no tenían capacidad para intervenir en el colapso de sus economías, se limitaron a los clichés capitalistas sobre la necesidad de equilibrar el gasto público. Durante los últimos dos años los gobiernos capitalistas han intervenido masivamente para "evitar otro 1929". Más tarde trataremos la efectividad de estas medidas.
¿Qué provocó el crack de 1929?
Los keynesianos dicen que la razón principal fue una caída del gasto autónomo, especialmente en inversión. Es verdad que la inversión privada experimentó un colapso del 90 por ciento entre 1929 y 1933; la construcción cayó un 85 por ciento y la producción de bienes de capital un 75 por ciento. ¿Por qué? La razón parece ser que las oportunidades más rentables proporcionadas en los años veinte por el desarrollo de nuevas industrias y mercados se agotaron al final de la década. En otras palabras, de cualquiera de las maneras el boom habría terminado. El boom y la recesión son características normales del desarrollo capitalista.
Los monetaristas como Milton Friedman culpan a la caída de la oferta monetaria provocada por el colapso general del sistema bancario. En 1933, 9.000 bancos en EEUU cerraron sus puertas para siempre. Las tres principales oleadas de quiebras bancarias fueron 1930, 1931 y 1933. Evidentemente estas quiebras llegaron muy tarde cómo para ser la causa del colapso, aunque evidentemente empeoraron la situación. El caos financiero interactuó con el colapso de la producción y arrastraron aún más a la economía.
Kindelberger tiene razón cuando afirma: "Ni la teoría monetaria o giro autónomo del gasto, con o sin declive de la bolsa, tienen que ver con estos movimientos precipitosos. Ellos requieren una teoría caduca de la inestabilidad del sistema crediticio". (Manías, pánicos y cracks). El problema es que la producción bajo el capitalismo realmente es social. Los productores de todo el mundo dependen completamente uno del otro. Y sólo descubren esa realidad cuando el sistema de mercado y el sistema monetario que engrasa sus ruedas fracasan totalmente. Marx lo explicaba: "La ley de la gravedad se reafirma cuando una casa cae entre nuestras narices". Los gobiernos cuando llegaba la crisis a sus respectivos países veían como caían sus ingresos por impuestos y la espiral de gastos se disparaba. Eso tuvo el efecto natural de provocar déficit presupuestario. Este déficit fue denunciado por los economistas de la época como libertinaje financiero. El gobierno laborista británico en minoría sufrió la presión del establishment para equilibrar a toda costa el presupuesto. Así que decidieron reducir los subsidios de desempleo y bajar los salarios a los profesores y otros funcionarios. Naturalmente esa medida causó una división en el grupo parlamentario laborista. ¡Eso no era lo que necesitaba hacer el laborismo! Ramsey MacDonald y un puñado de traidores entraron en el gobierno "nacional" para aplicar estas medidas con el apoyo de los tories. Las posteriores elecciones, con todos los seguidores de los recortes económicos formando un bloque contra los candidatos del Partido Laborista Independiente, dejaron al partido con sólo 54 bancas en el parlamento. Más importante aún fue el golpe psicológico que representó para el movimiento obrero.
Nunca se debe olvidar que esta política de recortes fue un total fracaso y no llevó a la recuperación. Thatcher repitió la misma estrategia en la recesión a principios de los años ochenta. Su intención era bastante clara, hacer que la clase obrera cargue con el peso de la crisis. Eso es lo que ahora tienen en mente los tories bajo la dirección de Cameron para las próximas elecciones. El Nuevo Laborismo quiere mantener el gasto, alimentar el déficit gubernamental, antes de las elecciones del próximo año. Pero están de acuerdo con los tories en que serán necesarios nuevos recortes en el futuro para equilibrar los gastos del Estado.
Roosevelt llegó al cargo de presidente de EEUU en 1933, en medio de la recesión. Era un político capitalista astuto representando a los Demócratas. El New Deal encarnaba el primer reconocimiento por parte de los políticos burgueses de la profundidad de la crisis y el peligro que engendraba, amenazando la existencia del sistema capitalista en general.
El New Deal
El activismo económico de Roosevelt coincidió en muchos aspectos con el auge de la economía keynesiana en los años treinta, como una alternativa a la fracasada y anquilosada ortodoxia. Keynes de ninguna manera se veía como un representante del movimiento obrero, de hecho declaró: "La guerra de clases me encontrará en el lado de la burguesía culta". En lugar de equilibrar el presupuesto en los tiempos duros, Keynes pensaba que el gobierno debía gastar dinero, eso incluía incurrir deliberadamente en déficit presupuestario si era necesario, con el objetivo de mantener alta la demanda agregada. Cuando Roosevelt salió elegido puso a millones de parados a trabajar en distintos proyectos de infraestructuras públicas y para ello gasto dinero del gobierno. En esta sopa de letras los trabajadores no recibían un salario completo, sino que cobraban una parte en forma de ayuda para mitigar el hambre. (No existía un sistema universal de subsidio de desempleo). Eso fue una ayuda, no una cura, para el desempleo. Estos proyectos nunca abarcaron más de una cuarta parte de los desempleados.
Roosevelt también se ocupó de la sobreproducción de la única manera que puede hacerlo el capitalismo, destruyendo fuerzas productivas. Roosevelt tendió una mano a los agricultores. En 1933 les pagó para cosechar menos de 100 millones de acres de algodón (una cuarta parte de la cosecha de ese año) y se sacrificaron 6 millones de cerdos. Una locura, ¡perpetuar la pobreza en medio de la abundancia!
¿Funcionó el New Deal? No. Como sucede ahora, sectores importantes de la clase capitalista estaban más preocupados con reducir el presupuesto gubernamental que por ayudar a los parados. Después de ganar a su contrincante republicano en las elecciones de 1936 con el apoyo entusiasta de los pobres, en 1937 Roosevelt decidió, bajo la presión de la clase capitalista, reducir el déficit. Se eliminaron programas de ayuda y se empezó a recaudar los impuestos para la seguridad social federal. Como resultado el déficit federal pasó del 5,4 por ciento del PIB al 1,2 por ciento. Esta contracción coincidió con una profunda caída de la actividad económica (la ‘recesión Roosevelt') y el paro se disparó en 1937. Cientos de miles fueron expulsados de los planes de bienestar social y la esperanza de millones se desvaneció.
En 1940 había en EEUU más de 10 millones de desocupados. Como señala el economista keynesiano Paul Krugman: "Un gigantesco programa de obras públicas...también conocido como Segunda Guerra Mundial, restauró el pleno empleo". La otra cara de la guerra fueron los cincuenta millones de muertos. La clase obrera intercambió un horror capitalista por otro.
Hay una gran diferencia entre 1929 y la actualidad, y es que los gobiernos están interviniendo aterrados por las consecuencias políticas que tendría no hacer nada. En EEUU, antes de la elección de Roosevelt, el presidente Hoover no hizo absolutamente nada para aliviar la miseria. Sólo se le recordará en la historia por la palabra ‘hooverville', que describe las ciudades de chabolas creados para albergar a los parados y sin techo de la depresión.
Desde 2007 los gobiernos han intervenido contra el colapso. Han intervenido principalmente para rescatar a los bancos. Con esta medida han adoptado la posición de Mussolini ante la Gran Depresión, privada e individual. Las pérdidas son públicas y sociales. Han nacionalizado las pérdidas de los bancos y dejado los beneficios en manos privadas. Como resultado de esta política han añadido 1,5 billones de libras a la deuda nacional y por ejemplo Gran Bretaña tiene ahora un déficit superior al 10 por ciento del PIB. En EEUU los costes del rescate han alcanzado los 23,7 billones de dólares, aunque se han dado cifras aún más astronómicas. Se ha pedido prestado este dinero y después hay que devolverlo. Existe el peligro de que esta medida estrangule antes de que nazca a la futura recuperación.
Se ha utilizado la política monetaria para reducir los tipos de interés hasta alcanzar unos niveles históricamente bajos, pero no parece que tenga mucho efecto en la economía. En cuanto a la política fiscal, la política de déficit presupuestario como proponían los keynesianos no parece que esté impulsando la demanda agregada porque los bancos han utilizado el dinero de los rescates para reconstruir sus activos. En este momento no sabemos si la intervención gubernamental ha aliviado la recesión, pero lo que sí es seguro es que no es un billete ni un paso fácil hacia la recuperación.
Hay una parodia del marxismo y los marxistas en la que se afirma que nosotros damos la bienvenida a la recesión económica. Eso quiere decir que no nos importa mucho el sufrimiento de las masas. Que sólo nos preocupamos por el efecto de radicalizar su conciencia que tendrán estas privaciones. Que nos frotamos las manos y exclamamos: "¡Es una gran oportunidad!"
En realidad esas ideas están muy lejos del análisis sobrio de los procesos económicos y sus efectos sobre la conciencia que mostraron Lenin y Trotsky en sus escritos. Aquí tenemos un ejemplo: "El problema es que el aumento de la explotación no siempre eleva el espíritu combativo del proletariado. Así, en medio de una baja coyuntural, cuando aumenta la desocupación, sobre todo si sobreviene después de una derrota, el incremento de la explotación no provoca la radicalización de las masas sino todo lo contrario, su desmoralización, atomización y desintegración. Lo vimos, por ejemplo, en las minas de carbón inglesas inmediatamente después de la huelga de 1926. Lo vimos en mayor escala en Rusia, cuando la crisis industrial de 1907 coincidió con el aplastamiento de la revolución de 1905. Si en los dos últimos años el incremento de la explotación provocó un crecimiento del movimiento huelguístico, lo que es evidente, las bases de ese proceso se encuentran en el reanimamiento coyuntural de la economía, no en su declinación". (León Trotsky. El "Tercer período" de los errores de la Internacional Comunista. 8 de enero de 1930).
Crisis y conciencia
En general, no hay una relación automática entre crisis y desarrollo de la conciencia. Cómo pensarán los trabajadores y qué conclusiones sacarán depende de todo el período precedente de la lucha de clases y cómo lo han experimentado. Es verdad que la crisis provoca un profundo cuestionamiento de la naturaleza del sistema capitalista y su manifiesto fracaso. Las cosas no pueden seguir como antes. Pero puede que no cause una acción revolucionaria inmediata. Durante un período de años la crisis de 1929, que fue tanto política como económica, provocó perspectivas revolucionarias y contrarrevolucionarias por todo el planeta. Lo que sucedió en la lucha de clases en cada país dependió críticamente de la dirección de la clase obrera.
Tomemos el caso de la clase obrera británica. Los trabajadores británicos llegaron a la Gran Depresión sólo tres años después de la mayor derrota de su historia. En 1926 el TUC convocó una huelga general en solidaridad contra un intento concertado por la clase dominante de acabar con las condiciones que tenían los mineros, reduciendo sus salarios e incrementado sus jornadas laborales. La huelga general fue sólida. Provocó terror ante la perspectiva revolucionaria que se abría, los dirigentes del TUC cedieron sin ningún tipo de garantía y dejaron solos en la lucha a los mineros. Golpeados en el frente industrial, los trabajadores giraron al frente político y eligieron a un gobierno laborista en 1929. Este gobierno resultó impotente ante el aumento del desempleo que superó los 2 millones en 1931. MacDonald y compañía fueron sustituidos por los tories (derecha) y el laborismo casi desaparece en las urnas.
¿A dónde se suponía que debían dirigirse los trabajadores británicos? Habían sufrido una derrota industrial y política en cinco años. El viento golpeaba las naves de la clase obrera y la recesión profunda socavaba su posición negociadora. Los primeros años de la década presenciaron un sombrío desfile de manifestaciones de hambrientos y batallas locales contra los recortes del subsidio de desempleo. Es verdad que, a finales de los años treinta, algunos sectores de la clase obrera se habían recuperado lo suficiente para luchar, pero la nueva combatividad quedó trunca por el inicio de la guerra.
En EEUU, durante los años veinte, el sindicalismo sufrió un declive. Los únicos trabajadores que estaban organizados lo estaban en los sindicatos de industria. Pero, como vimos, una de las características de la década fue el surgimiento de las nuevas industrias de producción en masa como el automóvil con una mano de obra semi o no cualificada. Desde 1929 a 1932 el desempleo pasó a 15 millones, abarcando a un tercio de la clase obrera. Los que aún tenían trabajo se aferraban a él y padecían una atmósfera de terror en el centro de trabajo.
Desde un punto de vista superficial los trabajadores parecían acobardados. Pero sería un error absoluto ver esa situación como un síntoma de aceptación del capitalismo. Los trabajadores estaban furiosos, pero se sentían inútiles. Cuando la economía empezó a salir ligeramente de las profundidades de 1933 algunos trabajadores vieron la oportunidad de luchar.
Durante la década de 1923-1932 en EEUU hubo menos de 10.000 huelgas, que implicaron a menos de 4 millones de trabajadores. La compuerta se abrió en 1934 con las grandes huelgas en Toledo Auto-Lite, los camioneros de Minneapolis y con una huelga general de los estibadores de San Francisco. Estas huelgas estaban dirigidas por una nueva generación de líderes combativos, no la vieja generación de viejos dirigentes sindicales inclinados al pacto social y que habían dirigido los sindicatos durante los años veinte.
Oleada huelguística´
Durante la década de 1936-1945 hubo 35.000 huelgas. Casi 16 millones de trabajadores participaron en la lucha. Correctamente se denominó "el salto de gigante del movimiento obrero", la oleada de sindicalización adoptó la forma de organización industrial, abarcando a todos los trabajadores de una empresa independientemente de su nivel de cualificación o trabajo que realizaban. La radicalización también se expresó en un cambio de actitud política. Cada vez más trabajadores luchaban por una verdadera alternativa de la clase obrera frente a los políticos capitalistas.
La década de los años treinta desembocó en el crack de Wall Street de 1929 y provocó agitaciones políticas. Hubo oportunidades revolucionarias en Francia y España, llevó a la negra contrarrevolución en la Alemania nazi, y finalmente a la guerra mundial. El determinante crítico de todo fue que el resultado dependía de la dirección del movimiento de la clase obrera. Por esa razón es necesario estudiar aquella época en un momento en que entramos en un nuevo período de turbulencia económica y política.
Mick Brooks
No hay comentarios.:
Publicar un comentario