lunes, octubre 19, 2009

¡Honor y gloria a los mártires de la UP y el PCC!


Hace 20 años comenzó la “cacería humana” contra la Unión Patriótica, el Partido Comunista y todo lo que olía a oposición al régimen capitalista en la república “democrática” de Colombia.

Diversos planes siniestros usados en otros países del cono sur por la CIA fueron implementados en nuestro territorio con el beneplácito del Estado y su putrefacta clase dirigente. Fueron más de cinco mil seres humanos los asesinados por el simple hecho de pensar y soñar con un país distinto, con oportunidades, con trabajo, con valores, con salud y educación para todos y todas.Fue un genocidio político único en el mundo, aún cuando los organismos internacionales no lo han tipificado así hasta ahora, a pesar de la argumentación jurídica de los abogados de la corporación Reiniciar. Fue una masacre bestial contra un proyecto democrático surgido del diálogo entre el gobierno de Belisario Betancur y la guerrilla de las farc. Tal como sucedió en el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla, cuando Guadalupe Salcedo y sus hombres del llano, no solo fueron traicionados, sino asesinados en estado de indefensión, por la espalda y en muchos casos contratando sicarios, (paramilitares).
Como una mazorca de maíz el proyecto se desgranó porque la balacera criminal salía del sitio menos sospechado con puntería y sevicia. La palabra de Carlos Marx de que el capitalismo vino al mundo chorreando sangre y lodo por todos sus poros se hacía realidad en Colombia. La burguesía mostraba así su no voluntad de ceder un milímetro y lo ratificó sin contraer un solo músculo de su enjuto rostro.
Cayó lo más granado de la izquierda colombiana del momento. Hombres, mujeres, campesinos, citadinos, analfabetos, letrados, cultores, abogados, periodistas, amas de casa, personalidades, personas anónimas, lisiados, etc. Mejor dicho: El país nacional. Ellos son todos mártires, que con su preciosa sangre eternizaron una esperanza en el horizonte de nuestra lacerada patria. Mataron a muchos, pero no a todos.
El criminal régimen supuso que con sus muertes el calor de la lucha revolucionaria moriría y el pueblo inclinado renunciaría a la lucha de clase y a su dignidad. Se equivocó de cabo a rabo. Porque sus ejemplos heroicos e inmaculados brillan en el amplio firmamento y nuevos líderes asumen las trincheras con donaire y decisión. Por sus memorias ni un minuto de silencio, todo lucha y resistencia en aras de completar la obra de nuestros antepasados como Bolívar, Sucre, San Martín, Martí, todos estos compañeras y compañeros y los que habrán de caer en la larga, dura y emocionante lucha en dirección a concretar la segunda y definitiva emancipación.
La peste del olvido no puede permear a ningún revolucionario. No se puede olvidar la memoria de nuestros mártires. Todo ese recuerdo, toda esa indignación, se debe transformar en unidad, lucha, resistencia popular y revolucionaria. Se debe convertir en hechos concretos capaces de despertar al pobre pueblo prisionero entre el analfabetismo político, el terrorismo de Estado, la explotación y la alienación y enajenación. Es cierto lo que dijo el camarada Carlos A. Lozano Guillén: “La UP se quedó en el corazón de los colombianos y colombianas”. Yo diría que trascendió y hoy se llama Polo Democrático Alternativo.
Sin embargo, y como colofón de todo lo dicho, la política criminal de la burguesía no es cosa del pasado. Sigue matando, torturando, desapareciendo, desplazando, estigmatizando. Ayer era, por ejemplo, Julio Cesar Turbay Ayala con su estatuto de seguridad; hoy es Álvaro Uribe Vélez con su seguridad democrática. La criminalidad organizada del Estado es su única forma de existir. ¿Cómo decir lo contrario?

Nelson Lombana Silva

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