“Ahora podemos decir, con mucha más razón que nunca antes, que estamos en presencia de una crisis sistémica en que numerosas estructuras del sistema han entrado todas en crisis”, dijo Osvaldo Martìnez, director del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial
El economista cubano ofreciò una conferencia en La Habana sobre el tema, en la que consideró algunos aspectos teóricos básicos importantes que, “hay que tener muy en cuenta para analizar la situación imperante de crisis económica global, y estos están dados a partir de una herramienta como es la economía política marxista”.
Al respecto, para un pensador y filósofo como Carlos Marx, la crisis no resulta una anormalidad en el sistema capitalista: forma parte de su ciclo normal de vida, al tener un movimiento cíclico que adopta diferentes fases. Una de ellas, es la crisis como necesidad engendrada por ese sistema.
“Este sistema necesita periódicamente destruir fuerzas productivas para intentar corregir –de esa manera peculiar—sus desequilibrios a los cuales tiende permanentemente para, ulteriormente, pasar a una etapa de recuperación y ampliación de lo destruido”, explicó para seguidamente afirmar que “la crisis no se puede ver como el momento terminal del sistema capitalista”.
Recordó que Marx planteó que el Capitalismo jamás se derrumbaría tan sólo en el plano económico y por la acción de una crisis económica, sino que al sistema capitalista hay que derrumbarlo, a partir de acciones políticas.
“En lo económico, dijo, el sistema siempre tiene mecanismos espontáneos de mercado para reproducirse y volver a crecer en otra nueva fase. De manera tal, que una crisis podría crear condiciones políticas favorables, para el accionar y desarrollo de fuerzas anti capitalistas”.
El también Diputado del Parlamento cubano significó que el signo político de esas acciones tampoco está predeterminado, pues una gran crisis capitalista puede provocar que fuerzas en pro del socialismo actúen y triunfen, pero también puede provocar que fuerzas en pro del fascismo actúen y triunfen.
Ejemplificó Martínez que el período de la Primera Guerra Mundial coincidió con la ocurrencia de una crisis capitalista de gran profundidad, y una de sus resultantes fue el surgimiento del primer Estado socialista en el mundo. Sin embargo, en la década de los años treinta, del pasado siglo, y con la ocurrencia de una crisis capitalista mucho más profunda que la anterior,”la desesperación de las masas alemanas frente a ella no fue captada por la izquierda, sino por un partido y un líder de extrema derecha, lo que trajo como resultado el surgimiento del fascismo y, con él, la Segunda Guerra Mundial”.
Subrayó que, aunque la actual crisis responde a la lógica marxista, la excede en algunos aspectos --al tomar en cuenta que Marx alcanzó a analizar en su época (1825) la clásica crisis de superproducción, que luego se repite periódicamente--, en el sentido de que posee no sólo elementos de superproducción, sino también (¡ni soñados en el siglo XIX), de subproducción y de financierización.
La “subproducción”, destacó, está relacionada con la agresión ecológica o ambiental que el sistema capitalista ha provocado. Ejemplo: “subproducción” de tierras fértiles, de agua potable, de aire limpio. A la par existe una financierización, dada por la existencia de grandes masas de capital financiero especulativo que sobrepujan en enormes magnitudes al capital productivo o invertido en la economía real.
El funcionario cubano rememoró que, durante la crisis de 1929 a 1933 sin lugar a dudas existieron cuestiones muy similares a las existentes actualmente: desplome de las bolsas, quiebra de los bancos, desempleo a gran escala, descenso de la producción industrial…Mas actualmente, la crisis no está representada tan sólo como un fenómeno financiero o económica global, sino también como una mezcla perversa de crisis económica, alimentaria, energética, ecológica y social.
“Ahora podemos decir con mucha más razón, recalcó, que estamos en presencia de una crisis sistémica en que numerosas estructuras del sistema han entrado en crisis”.
En 1929 no existió crisis energética alguna y parecía que el petróleo era inagotable e infinito; ahora, se sabe que el petróleo es finito y que, en algún momento, se acabará. En aquella época tampoco se hablaba de crisis ecológica: primaba la filosofía acerca de que la naturaleza era un ilimitado campo en continua explotación; tampoco se hablaba de crisis alimentaria alguna, no obstante la existencia de hambrientos, los elevados precios de los alimentos y de su escasez física.
Acerca de la economía de Estados Unidos dijo que en ella se ha producido en las últimas décadas un fuerte deterioro de la cultura productiva, y rememoró que aquel obrero eficiente, disciplinado, con espíritu se fue desvaneciendo tras la aplicación de políticas neoliberales que desarrollaron altamente la informalización, la precarización del trabajo y la exportación de puestos de trabajo hacia China u otras regiones de Asia.
“Estados Unidos, subrayó, se está convirtiendo así en una nación importadora de prácticamente todo, y donde el trabajo fragmentado, parcial e informal se abre paso cada vez.”
Los déficits de la balanza comercial de Estados Unidos, el Director del CIEM los calificó de gigantescos como consecuencia del deterioro de la cultura productiva que ha ido provocando un atraso en el desarrollo tecnológico y en la competencia. En 1971, por ejemplo, el déficit comercial de la Unión era de dos mil millones de dólares; en 1981, creció en 28 mil millones; en 1991, ascendió a 77 mil millones; en 2001 se elevó a 430 mil millones y, en el 2007, fue de 815 mil millones de dólares. Por tanto, el país se va convirtiendo, poco a poco, en un gran importador.
Igualmente apuntó que en la sociedad estadounidense –cada vez más desigual y elitista--, se está produciendo una concentración de ingresos en grandes proporciones. Situación similar a la ocurrida en los años treinta del siglo pasado. Por ejemplo, el uno por ciento de la población estadounidense más rica concentraba entre el siete y el ocho por ciento de los ingresos; en el 2000, ese uno por ciento ya concentraba el 14 por ciento y, en 2007, lo hacía en un 20 por ciento. En suma, un mundo de supermillonarios distanciado del resto de la población y que fue muy favorecido, durante el Gobierno de George W. Bush, por la política de rebajas de impuestos y por las acciones de esa Administración de facilitar la gran especulación financiera que trajo consigo gigantescas fortunas.
“Detrás de esa política, ahondó, se creó una esperanza: a mayor presencia de supermillonarios, mayor número de inversiones. Mas la realidad fue otra: la gran mayoría de esos elementos se dedicó a la especulación financiera y no a la inversión productiva.
En relación con el problema de la criminalidad y la transgresión, como muestra de la decadencia de esa sociedad, Martínez reveló que: “en 1980, existían unos 500 000 reclusos en cárceles norteamericanas; en 1990, un millón 150 000; en 1997, un millón 700 000 y, en el 2006, la cifra se elevó a dos millones 260 000 y, en libertad condicional, alrededor de cinco millones. En suma, alrededor de siete millones de personas se hallan en el territorio de la Unión bajo el sistema penitenciario. A esto habría que agregar que uno, de cada cien adultos está encarcelado”.
En relación con los gastos militares el economista cubano enfatizó que unos treinta millones de estadounidenses reciben ingresos por ese concepto, desglosados de la siguiente forma:
“En el 2008 –último año fiscal--, éste se elevó a 1,1 millones de millones de dólares, representados a la vez en el empleo de dos millones 143 000 personas mientras que los contratistas privados o del Pentágono, emplearon a tres millones 2 000 trabajadores adicionales; a todo ello se le suman 25 millones de veteranos de guerra quienes reciben pensiones”.
¿Cuál es la situación de la crisis actualmente?
Ante dicha interrogante Martínez explicó que, entre enero y junio del presente año, la economía norteamericana experimentó una caída de más del siete por ciento y su producción industrial un 20 por ciento. Un indicador básico como es la tasa de desempleo es, actualmente, de un 17 por ciento, “lo cual significa que uno de cada seis trabajadores ocupa el status de desempleado o de subempleado”.
Destacó que todo lo que signifique recortar el empleo, implica recortar el consumo y, proporcionalmente, alimentar la crisis económica.
“Existen agujeros negros potenciales hoy en la economía norteamericana lo que aporta dudas acerca de su recuperación real actual. En primer lugar, explotó la burbuja financiera inmobiliaria pero existen otras que están a punto de estallar, además de que la capacidad del Gobierno para continuar interviniendo con paquetes de salvamento no es infinita. Ya ha empleado unos seis millones de millones de dólares entre paquetes de salvamento, garantías estatales, de la reserva federal…y esto ha elevado la deuda en casi un trece por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del país, lo cual pone en peligro al dólar como moneda, que eleva su desconfianza cada vez más”.
Otros agujeros negros son las llamadas tarjetas de crédito --sin respaldo real alguno en estos momentos--, y la posible explosión de otra burbuja inmobiliaria.
Hoy, la deuda de la familia norteamericana por hipotecas es de diez y medio billones de dólares, a lo cual habría que sumarle un millón de millones por tarjetas de crédito. Situación que implica una deuda de alrededor de trece millones de millones de dólares casi equivalente al PIB completo de la Unión.
Muchos analistas opinan que se necesitarán alrededor de diez años para que la población consumista estadounidense se restaure del shock provocado por la actual crisis.
ASTRID BARNET
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