Actualmente sobre el mundo pende el peligro de la absorción cultural y la erosión de las identidades contrario a esto en Cuba cada día son más genuinas las raíces identitarias.
Cuando el 20 de octubre de 1868, los habitantes de Bayamo, actual provincia de Granma, entonaron por primera vez las notas de la Bayamesa, compuestas por Perucho Figueredo, los cubanos estaban marcando para la historia el día de la Cultura Nacional.
A pesar del incesante asedio en todas las esferas del vivir cotidiano, teniendo en cuenta el férreo bloqueo que pesa contra la nación cubana, se preserva el patrimonio cultural, la memoria histórica y la esencia de cubanía, demostrando al mundo su audacia, espiritualidad y sensibilidad creativa.
Lo cubano es un ajiaco que se cocina constantemente, sentenció Don Fernando Ortiz, definición que refleja la diversidad de perfiles que abarcan la formación y consolidación de esa compleja esencia denominada identidad cultural cubana.
En condiciones adversas se trabaja a fin de preservar la riqueza artística de la nación y todo su tesoro cultural. Son tiempos de esfuerzos frente a las complejidades y gracias a ello el engranaje que mueve a la cultura cubana avanza con firmeza medular, incrementando sus resultados en todos los escenarios del mundo.
La política cultural también requiere de la acción conjunta de todos los elementos de la sociedad para hacerla dinámica y coherente. Por eso –como ha dicho Fidel- en Cuba se libra una verdadera guerra de todo el pueblo por la cultura nacional.
Es la escuela un eslabón fundamental en el empeño por preparar, desde la niñez, hombres y mujeres capaces de preservar los más altos valores de nuestra sociedad.
La cultura en Cuba es el escudo de la Nación, la siembra más importante en el aspecto espiritual y el afán creativo se advierte con intensidad creciente.
Esta es una batalla de ideas, de pensamiento, de cultura integral, aseguró Fidel. En función de ese objetivo enaltecedor están los programas audiovisuales para niños y jóvenes; las aulas universitarias por televisión; las revitalizadas escuelas de formación de instructores de arte; los proyectos de cultura comunitaria; las editoriales en las provincias; la transformación paulatina en la imagen socioambiental de bateyes y comunidades agropecuarias.
Articular la vida cultural del país es una causa común. Sólo así ese tejido se irá ajustando cada vez más.
Violeta Ramos Valdés
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