miércoles, julio 13, 2011

Pinto, el guerrillero antifranquista que amaba la cultura, la república y sobre todo la vida


El guerrillero antifranquista Gerardo Antón Garrido Pinto nació en Aceituna, provincia de Cáceres el 23 de abril de 1917 y se nos ha ido en la madrugada del 8 de julio de 2011, a los 94 años de edad. Un infarto es lo que menos podía esperar este luchador inquebrantable. El secreto de su longevidad, nos cuenta el historiador Francisco Moreno Gómez, era tomar una cucharada de miel en ayunas.
Era el mediano de cinco hermanos, y ser el mediano ya tiene un precio. Extremadura una tierra amada por él pero excesivamente tormentosa en sus coyunturas políticas le obligo tras el golpe de estado fascista a organizarse en la guerrilla antifranquista para luchar por el restablecimiento del legítimo gobierno de la República.
Era testigo vivo de una historia común que por fortuna está ya hoy recogida en libros, artículos, entrevistas, congresos académicos y hasta novelas.
Se crió como pastor y a la entrada de los militares golpistas en 1936 en el pueblo, intentó huir al monte, pero hubo de regresar y fue alistado a la fuerza en el ejército franquista. El año 1944 consiguió unirse a la resistencia armada en la sierra, primero como enlace, luego coordinando enlaces y puntos de apoyo en un gran territorio extremeño, luego como contacto con el centro guerrillero en Madrid y por fin, tras ser descubierto por la guardia civil como guerrillero en activo.
Se unió a la agrupación de Pedro José Marquino Monje “El francés”, en la 12ª división guerrillera en el norte de Cáceres. Al poco hubo de hacerse cargo de todo un grupo y por fin tras la muerte de “El Francés”, a quien Pinto dedico un hermoso y sentido poema, y la desarticulación del grupo se le encomendó su reorganización en1946.
Participó de arriesgadísimas y eficientes operaciones al frente de su agrupación en pueblos de la sierra y cuando la represión hizo totalmente imposible el mantenimiento de la lucha guerrillera, hubo de intentar con los restos de la guerrilla que habían conseguido sobrevivir, pasar a Portugal para ponerse a disposición de la o­nU. Detenidos por la policía salazarista, él y otro compañero, consiguieron escapar y regresar a Extremadura, desde donde pasaron a Francia en condiciones extremas, tras socializar eldinero requerido en un banco, como él contaba siempre en sus charlas, ajustaron con un barquero la salida desde Pasajes y el desembarco en Francia.
Tras su llegada a Francia se encontró Pinto lo más duro de su vida, más que la dura vida de guerrillero en el monte y su ya lejana de niño pastor en las sierras: la ocultación. Era militante del Partido Comunista, pero la estrategia del momento imponía un silencio absoluto sobre la lucha armada, entonces considerada por el propio partido algo que no debía hacerse notar bajo ningún aspecto.
Marginado y con muy escasos medios, hubo de resistir ahora la lucha contra el olvido, sus protestas ante los camaradas del partido no obtenían más que mayor ocultación, llegó a tener que vivir en la calle en París y salió adelante trabajando sobre todo en la construcción.
Así se hizo su nueva vida en París, compró su pequeña casa en Saint Denis, y ascendió trabajosamente pero seguro en el largo camino del exilio que también para tantos otros españoles republicanos era un camino de culturización, cultivo democrático, ciudadanía y respeto a los ideales republicanos.
Al acabar la dictadura regresó a España y envuelto en su bandera republicana, y sin dejar nunca su pertenencia al Partido Comunista, dedicó los siguientes treinta y seis años de su vida a la reivindicación de la memoria republicana y guerrillera junto a sus compañeros de otras Agrupaciones.
Ha sido uno de los más eficaces luchadores por la memoria, ha recorrido cientos de institutos de secundaria, casas de cultura, instituciones académicas, barrios populares, ciudades y regiones, hablando a todos de esa memoria republicana, de aquellos ideales rebeldes, de aquellas luchas a muerte por la democracia y las libertades.
Formó parte, hasta su fallecimiento, de la Junta Directiva de la Asociación Archivo Guerra y Exilio, y organizó y participó en encuentros, trabajos, caravanas de la memoria junto a sus compañeros guerrilleros, y a todas partes iba envuelto en la digna bandera de la República. No faltó a ninguna convocatoria, manifestación, acto público en el que pudiera hacer oír la voz de la dignidad de sus ideales.
Intentando hacer obras en su casi abandonada casa de Saint Denis tuvo un desgraciado accidente que le puso con 90 años al borde la muerte. Volvió a España de la mano de la Secretaria General de AGE Dolores Cabra quien contó con el apoyo del Consejero de Cultura de la Junta de Extremadura, hubo de ser recluido en una residencia de mayores en Cáceres. Posteriormente su hija, habida en su ya muy lejana juventud, le llevó a una residencia religiosa en Coria. Allí se ha ido extinguiendo lentamente y ha fallecido. Su sobrina Jacinta siempre estuvo en su corazón, así como sus compañeros y amigos, quienes le atendimos en esos angustiosos meses.
Queda de él el vivo recuerdo de todos sus compañeros de entonces y de ahora, y de todos los amigos que le apoyamos en sus iniciativas, que le agradecimos su generosidad en todas las causas nobles, y quedan los libros de memorias, estudios académicos, novelas, un digno y pequeño monumento en Torrejón El Rubio que fue asaltado a los pocos días de su inauguración, documentales y su voz republicana, revolucionaria, siempre viva y potente, a pesar de la emoción que le embargaba especialmente cuando decía a los más jóvenes: “Siempre guerrilleros nunca bandoleros”
Querido compañero, amigo, seremos tu voz y tu memoria en la lucha por el reconocimiento jurídico de la gente más noble que ha luchado por la libertad en este malhadado país: los guerrilleros antifranquistas.

Dolores Cabra

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