Blog marxista destinado a la lucha por una nueva sociedad fraterna y solidaria, sin ningún tipo de opresión social o nacional. Integrante del Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo de Argentina.
sábado, julio 21, 2012
El fantasma de Trotsky (España, 1916-1940). Una presentación
Acaba de llegar a las librerías, El fantasma de Trotsky (España, 1916-1940), en una edición de Espuela de Plata (Renacimiento), un libro sobre la relación de Trotsky con la revolución española. Su alcance,aportes, límites y agujeros negros. Un libro para el debate...
Lo de “fantasma” está dicho en el sentido del “espectro del comunismo” del Manifiesto, el fantasma de la revolución.
A finales de 1916, Trotsky fue presentado por la policía francesa a la española como un “peligroso anarquista”, y luego fue tratado por la prensa reaccionaria de “terrorista”. Con la revolución de Octubre, pero sobre todo con la victoria del Ejército Rojo, fue visto como uno de los bolcheviques más maléficos. Un demonio que había obligado a aristócratas y militares rusos al exilio, de tal manera que muchos de ellos tuvieron que ganarse la vida como camareros. Tan portentosa imagen hizo temblar a muchos señores, entre ellos al general Franco como lúcidamente se encarga en señalar la película Dragon Rapide (España, 1986)… En 1934, se le quiere ver moviendo los hilos de la Comuna asturiana, tanto es así que José Antonio utilizará esta imagen para exhortar a Franco a liderar un golpe militar. Más tarde, desde finales de 1936, Trotsky fue el “Gran Satán”, pero para el estalinismo. Lo acusan de trabajar para Hitler Igual que Nin lo hacía con Franco. Según Stalin, el “trotskismo” había dejado de ser una corriente de movimiento obrero para convertirse en una banda de espías y de terroristas.
Aquí se aborda la controvertida “obra española” de Trotsky, marcada por la lejanía cultural y geográfica, así como por las sombras y emergencias de los años treinta, la década que registró la medianoche en el siglo. Sus fuentes fueron a todas luces deficientes, sobre todo desde 1935, por tanto, se trata de una producción netamente inferior a sus escritos sobre Alemania (1932-1933), o Francia (1934-1936), países, lenguas e historias con los que estaba mucho más conectado; también lo estaba con Gran Bretaña e incluso con los Estados Unidos. Un cuadro detallado de esta “obra” requiere de un prólogo referido a unas “peripecias” más anecdóticas que otra cosa –ni tan siquiera pudo entrevistarse con los anarquistas contrarios a la guerra-, y con un epílogo, un hilo que nos lleva la trama criminal –trufada de comunistas españoles, en primer lugar, Ramón y Caridad Mercader- que cumplieron los designios de Stalin de acabar con el último gigante de 1917. Pero entre una parte y otra se señala una actividad que puede enmarcarse en las siguientes coyunturas:
--1) En la época de los primeros tiempos de la Internacional Comunista (IC), el nombre de Trotsky suscita el entusiasmo de amplios sectores del anarcosindicalismo –les parece el líder bolchevique más próximo-, pero este idilio concluye con una ruptura de sangre en 1921, con los acontecimientos de Kronstadt y menor grado, de Ucrania…Trotsky mantiene conversaciones con los representantes de las delegaciones obreras españoles, pero singularmente con Joaquín Maurín (que le hará una interesante entrevista para “La Batalla”) y Andreu Nin. Ambos se formaron en la línea de tercer y cuarto congreso de la Internacional, los que marcan la adopción de la línea del frente único en contra de la línea “de ofensiva” (insurreccionalista, de rechazo a los partidos y sindicatos reformistas) de la que el primer PCE había sido partícipe entusiasta. Ulteriormente, la lucha de la Oposición de Izquierda no pasará desapercibida para la militancia comunista que se opone a los métodos burocráticos de la dirección del PCE que ha depositado en la IC toda su confianza política.
--2) En el momento de la constitución del grupo afín, la Izquierda Comunista Española (ICE), Trotsky seguía siendo reconocido como uno de los dos líderes de Octubre, y aunque en el exilio; la hipótesis de un posible regreso no está descartado por las cancillerías. Desde Prinkipo opta por la creación de una Oposición Internacional que tendrá en la ICE, uno de sus componentes más activos. La ICE consiguió en poco tiempo una cierta audiencia- casi un millar de militantes, casi la mitad en Llerena y aledaños- en una situación que permitía algún optimismo. Gracias a este empuje, los libros y los escritos de Trotsky tuvieron una gran difusión. Los dedicados a España se editaron en un volumen prologado por Juan Andrade (Editorial Vida Nueva, Madrid, 1933). Estos primeros aportes serán con mucho, los más elaborados de toda la “obra”. Su agitación a favor del frente obrero contra el fascismo con la situación clave en Alemania como fondo, obtiene un predicamento en la izquierda y las juventudes socialistas (que llegan a plantear la necesidad de una IV Internacional). Sobre todo resultaran decisivos en la propuesta de una Alianza Obrera avanzada desde el BOC liderado por Maurín quien mantendrá con Trotsky una relación ambivalente, de admiración y proximidad, pero también distante, crítica, sobre todo del trotskismo. Sin embargo, en 1933, Maurín rompe con el estalinismo y asume algunos criterios fundamentales de las propuestas de Trotsky en la época.
-3) Esta situación sufrirá un giro radical en 1933, motivada por la llegada de los nazis al poder sobre el cadáver del movimiento obrero mejor organizado de Europa…El desastre empero, acabará favoreciendo a Stalin, situado en la cúpula de aparato y jefe del poder represivo. Cuando se gesta un bloque oposicionista que llega hasta Kirov, éste será asesinado, lo que servirá a Stalin para iniciar el exterminio de todas las oposiciones, en particular de la trotskista. Esta paranoia represiva tiene empero, una finalidad es “racional”. Quiere criminalizar y situar bajo sospecha cualquier oposición, y al tiempo, ofrecer una señal a las potencias democrática. Les viene a decir que la revolución ya se había acabado en Rusia, y sus dirigentes en los primeros interesados en impedir cualquier revolución. Su traducción internacional significa el abandono de la locura del “socialfascismo” para priorizar un acuerdo con el imperialismo y la burguesía liberal, los mismos que oponen al expansionismo fascista la política de “apaciguamiento”, la misma que sustentará las políticas de Frente Popular en España y Francia, En este último episodio (que se suele obviar en la historiografía), resulta especialmente revelador. Primero porque se da igualmente una crisis social, y luego, porque fue el gobierno de León Blum fue un adalid de la política de no-intervención; ni tan siquiera aceptó que el gobierno de Largo Caballero iniciara conversaciones con los nacionalistas marroquíes.
Con la ayuda del crack del 29, el ascenso del fascismo, etc., tiene lugar una potente idealización de la URSS, lejana y mitificada. Es vista por los trabajadores y los intelectuales radicalizados (Miguel Hernández por ejemplo) como el último bastión frente a la reacción. Esta nueva situación comenzará a colocar al trotskismo –que estima que la IC es un obstáculo para la revolución- contra las cuerdas…No obstante, en España, la experiencia de la Alianza Obrera y la revolución asturiana, vividas intensamente por el BOC y la ICE, permiten de momento, otras expectativas. De entrada con la formación del POUM en base un programa cuyos rasgos primordiales son la línea de frente único, la idea que corresponde al proletariado liderar las tareas de la revolución democrática amén de un socialismo basado en la democracia obrera. La onda expansiva de la Alianza Obrera llegará hasta 1936, y fue su derrota la que abrió el camino para otra línea, la del Frente Popular liderada por los republicanos-socialistas que habían fracasado en el Bienio Reformista (1931-1933), que no se atrevió a afrontar ninguna de las grandes reformas pendientes.
4. Desde 1933, Trotsky observa la situación desde la perspectiva de una nueva Internacional contra viento y marea. Un enfoque en el se inserta el llamado “giro francés” o sea, la propuesta de trabajar o no en la socialdemocracia en connivencia con su izquierda; una propuesta que al menos en Cataluña habría tenido mucho sentido (sobre todo por el BOC). En esta fase, la distancia de la situación española se hace más ostensible, Trotsky se morirá sin apenas tener noticia de la Alianza Obrera, el Octubre del 34, ni del papel de Maurín. También sin lograr espacio para conocer la situación española que contempla, a vista de pájaro. Sus análisis valen en la medida en que tienen de visión general, sin apenas margen para analizar la realidad concreta. Por ejemplo, el Frente Popular. Lo ve por el programa, ciertamente apaciguador, pero sin percibir que no se trata de un mero “gobierno provisional” como el ruso ni nada parecido. Aquí el ejército no estaba en descomposición como en febrero de 1917 en Rusia, aquí vertebraba una contrarrevolución preventiva bajo el signo fascista.
Para “el viejo”, asediado por la tragedia, más aislado que nunca; sus posicionamientos sobre España los hará desde la soledad. La idea era nada menos que hacer operativo el proyecto inicial de la III Internacional: resolver el problema de la dirección revolucionaria. Como además, los hechos se precipitan, hay crear nuevas vanguardias aceleradamente. Lo hará desde una lectura de un leninismo en el que asume el papel de sumo intérprete, desde nociones tomadas de la experiencia rusa. Así por ejemplo, considera “centristas” al POUM. Lo compara con el grupo menchevique de izquierdas de Martos. Sin embargo, en España no hay nada parecido a los bolcheviques; el anarcosindicalismo eso otra historia. Dado que una parte significada de sus viejos amigos discrepan (Rosmer, Nin, Sneevliet, Serge, etc), busca la alternativa en los cuadros más jóvenes, en Francia con el grupo de Molinier y Frank, y en España…Aquí, Trotsky no tiene con quien hablar desde 1935, al menos hasta que Munis regresa de México en 1937. Éste tratará de llevar de crear el “verdadero” partido revolucionario con el apoyo de unas decenas de voluntarios extranjeros que, por su parte, también se mostraran diferentes puntos de vista en relación a la actitud a tomar con las organizaciones existentes, y en especial con el POUM.
En todo esto, los descalificativos empleados por Trotsky en sus argumentaciones –“traición”, “centrismo”, etc-, dará lugar a una ruptura que resultará tanto más dolorosa desde la desaparición de Andreu Nin y la campaña contra los “trotskistas” del POUM. Juan Andrade, que por estas fechas ha traducido La revolución traicionada, que prepara para publicar en las Ediciones Marxistas del partido, establece una comparación entre la actitud de Trotsky con él (le había rechazado la dedicatoria del libro, La burocracia reformista, con una nota que decía que él no había enseñado la traición), con la empleada por Lenin y los bolcheviques con Zinóviev y Kaménev cuando estos denunciaron en la prensa la preparación de la insurrección de Octubre. Lenin planteó su expulsión, pero Sverdlov respondió que esto no se correspondía a los métodos del partido, y a continuación ambos fueron elegidos para el primer gobierno soviético.
5. Se puede afirmar que la trágica derrota del POUM se debió a causas no muy diferente a la que sufridas por el “trotskismo” en la URSS. Trotsky empero, consideraba inaceptable que se hablara de su derrota sin considerar las abrumadoras adversidades objetivas en su contra. No fue otra cosa lo que sucedió en Alemania en 1932-1933, y en Francia entre 1934 y 1936, dos citas con la historia en las que Trotsky y sus amigos acabaron destruidos o marginados. Eso a pesar del formidable esfuerzo realizado. Apenas medio año después de su fundación, el POUM se vio inmerso en una guerra en la que la iniciativa la llevaron los golpistas…entre otras cosas, gracias a la timoratería del gobierno del Frente Popular –que no atajó el golpe a pesar de que estaba al tanto, y que aún durante las jornadas de julio hizo lo posible por no armar a los trabajadores-, así como a la intervención de Hitler y Mussolini, que actuaron mucho antes que Stalin…Arrastrado por una situación que le superaba, el POUM, luchó en primera línea en la guerra, y trato de encontrar aliados en la defensa de un gobierno obrero favorable a unir la guerra con la revolución social. Sus problemas y errores, hay que situarlos en ese contexto, y desde luego, resultó lamentable que Trotsky lo utilizara como “chivo expiatorio” en sus debates con un sector del propio trotskismo, el que creía que la apuesta por crear la IV Internacional no podía hacerse contra todos.
Hubo un Trotsky que en sus textos más –digamos- de análisis históricos que subrayada el largo proceso que permitió la creación del partido bolchevique, y otro Trotsky que defendía que la urgencia histórica obligaba a quemar las etapas; sin embargo, las adversidades eran ahora mucho mayores. Los factores que permitieron el auge bolchevique desde abril de 1917, se habían trastornados, de una lado, la reacción había aprendido la lección, del otro, el estalinismo le había dado la vuelta en función de sus propios intereses de casta y de “patria socialista”. Esto explica que, al contrario que con la Primera, la Segunda Guerra Mundial concluyó sin desbordamientos sociales, y los partidos comunistas pudieron apoyar los gobiernos provisionales de Francia e Italia, sin dificultades. Las optimistas previsiones de Trotsky, según las cuales, la adopción de un programa revolucionario daría grandes frutos, no fueron confirmadas por los hechos. Tomando la poderosa imagen ofrecida por Trotsky, se puede decir que los internacionalistas siguieron siendo como esos alpinistas que tratan de escalar las más altas montañas mientras le van cayendo piedras. Han pasado más de siete décadas, y la historia sigue abierta.
6. El manuscrito original de El fantasma de Trotsky (España, 1916-1940) que ha publicado Espuela de Plata en su colección España en Armas, estaba dedicado a Daniel Bensaïd, fallecido en el tiempo de su redacción. Quería ser un pequeño homenaje particular a alguien cuya influencia fue vital para atenuar mi fascinación por la arqueología. Una arqueología que en el caso de la guerra española fue deudora de la obra de Pierre Broué, por lo menos hasta los años ochenta. Para algunos de nosotros, hace tiempo que es evidente que Broué –como Jean-Jacques Marie, tal como se puede constatar en su reciente biografía de Trotsky-, nunca se cuestionó las razones de Trotsky, si bien, Broué acabó realizando un esfuerzo de mayor comprensión por el POUM.
Esta crítica pues es también la de la tradición trotskista más evolucionada que, al menos fuera del Estado español sigue manteniendo por lo general, los mismos criterios sin haber efectuado ningún análisis crítico. La manera de hacerlo es conferir mayor confianza a las poderosas palabras del clásico, que a la historia viva. El autor pertenece a cuerpo entero al sector que inició un proceso de rectificación sobre la cuestión desde los años ochenta. Esto se fue haciendo en base a varios factores. El primero quizás fuese la comprensión de que las propuestas teóricas, por más brillantes que fuesen, no estaban por delante sino por detrás de la realidad, de los fenómenos sociales; aquí hay que hablar de las lecturas de las aportaciones sobre la incesante historiografía de la guerra española. También hay que hablar de las discusiones y de la continuada relación con poumistas como Juan Andrade, Mª Teresa García, “Quique” Rodríguez o Wilebaldo Solano, vivas e intensas en contraste con los doctrinarios que repetían citas de Trotsky como si fuesen palabra reveladas.
Este libro se encadena con otros propios los relacionados con el historial del POUM, sobre todo de Retratos poumistas aparecido en la misma editorial. También se sitúa –modestamente, como una obra de divulgación y de confrontación polémica- en la misma onda argumental de trabajos como el de Andy Durgan sobre Trotsky y el POUM; los de Pelai Pagès en las ediciones catalana y castellana de Andreu Nin, una vida al servicio de la clase obrera (ambos en Alertes); de de las investigaciones de autores como Josep Antoni Pozo González, Poder legal y Poder real en la Cataluña revolucionaria de 1936 (Ed. Espuela de Plata, Sevilla, 2012), con una segunda parte editada en catalán, La Catalunya antifeixeista (Ed. Dau, Barcelona, 2012), y el de Miquel Izard, Que lo sepan ellos y no lo olvidemos nosotros. El inverosímil verano del 36 en Cataluña (Ed. Virus, Barcelona, 2012).
Estos y muchos otros, forman parte de una apuesta por una interpretación de la crisis española de los años treinta, un tiempo en el que los trabajadores carecían de los derechos más elementales y en el que el movimiento obrero creado en un largo proceso de organización, fue el protagonismo. Sin el apoyo de socialistas y demás (en febrero de 1936), los republicanos no habrían gobernado. La historia de la II Republica fue muchas cosas, pero la más importante fue el crecimiento en implantación y conciencia de los trabajadores organizados. Fueron los trabajadores en armas los que lideraron la respuesta a la sublevación militar-fascistas, las organizaciones obreras las que sustentaron el ejército republicano. Las que sostuvieron luego una prolongada y trágica resistencia. A partir de estos supuestos, no se puede plantear que la República liberal señalaba el horizonte final de la historia. Estamos pues ante un debate en el que se cuestionan legitimidades. La única que tuvo el franquismo (militarismo, patrioterismo, fascismo, machismo, oscurantismo), lo extrajo del basurero de la historia, y su única verdad fue la fuerza bruta y el apoyo del fascismo y del capitalismo internacional...En cuanto a lo que se ha llamado “el fenómeno estaliniano”, el tiempo no ha hecho más abundar en las denuncias avanzadas en los años treinta, sobre todo por el comunismo democrático.
El debate actual se desarrolla entre la República liberal representada por la derecha del Frente Popular y la República de la democracia obrera que se quedó a mitad de camino. En ello estamos en un momento histórico en el que el capitalismo es sinónimo de barbarie social y ecológica. Cuando las “causas perdidas” socialismo, feminismo, ecología, libertades, etc), vuelven a cobrar una urgen y necesaria vigencia.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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