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domingo, julio 22, 2012
“El marxismo está cada día más vigente”
Esteban Volkov no es sólo el nieto de Trotsky, sino también el único testigo aún con vida de su asesinato por un agente de Stalin, el español Ramón Mercader. Químico de profesión, reivindica el legado de su abuelo.
Esteban Volkov atravesó un siglo sin perderse nada del que dejó atrás ni del nuevo en el que vive como si fuera un contemporáneo recién llegado a este mundo de tecnología y mentiras globalizadas. Esteban Volkov hablaba en francés con su abuelo, León Trotsky, de quien se cumplen 75 años de su llegada a México. El revolucionario ruso había huido de los esbirros de Stalin para instalarse en México. Trotsky y su mujer trajeron a Esteban Volkov desde París.
La historia de Volkov niño es una tragedia que la abrumadora alegría con que hoy se expresa no permite ni siquiera adivinar. Esteban Volkov no es sólo el nieto de Trotsky, sino también el único testigo aún con vida de su asesinato por un agente de Stalin, el español Ramón Mercader. El padre de Volkov fue deportado a Siberia en 1928 y desapareció en un Gulag cuando fue enviado allí en 1935. Su madre escapó de la URSS con él y se reunió con los Trotsky en la isla turca de Principios. La vida no le dio descanso y se suicidó en Berlín en 1933.
Esteban Volkov se quedó solo en la capital alemana hasta que lo trasladaron a un internado de Viena y después a París. Trotsky y su esposa estaban exiliados en México y lograron traer a Esteban con ellos. Hubo un primer atentado contra Trotsky del que toda la familia salió ilesa. Pero llegó un infiltrado, Ramón Mercader. El 20 de agosto de 1940, cuando Esteban Volkov volvió del colegio, encontró a Trotsky con el cráneo roto a martillazos. Volkov cuenta que Trotsky pidió a su entorno que alejaran a su nieto de le escena.
Esteban Volkov creció en México. No hace política. Estudió ingeniería química, pero siempre mantuvo viva la memoria de León Trotsky a través del museo, que es la casa donde vivió con sus abuelos, Trotsky y su mujer. Esteban Volkov tiene 86 años y una memoria que no falla nunca. En esta entrevista con Página/12, el nieto del revolucionario ruso evoca aquellos años, el legado de Trotsky, su obra y los estragos del mundo actual.
–75 años después de la llegada de Trotsky a México y cuando han transcurrido 72 años de su asesinato, ¿qué pueden representar hoy la figura y el legado de León Trotsky?
–En la medida en que el marxismo está cobrando cada día más vigencia, a pesar de todas las veces que lo han enterrado siempre surge con más vida, uno de los mensajeros y portadores y guías marxistas más actuales es indiscutiblemente el gran revolucionario León Trotsky. Fue un personaje clave en uno de los acontecimientos más importantes de la historia contemporánea como fue la Revolución Rusa. Trotsky tuvo un papel vital en ella. Pero lo que es más meritorio en él en todas las etapas en las que intervino es el hecho de que transcribió con minuciosidad toda aquella experiencia histórica y política. Trotsky dejó un legado muy valioso, un arsenal ideológico revolucionario de gran actualidad y extremadamente fértil y útil para todas las luchas revolucionarias actuales y futuras. No hay dudas de que el capitalismo está demostrando que es un sistema totalmente obsoleto e injusto y que no cumple para nada las necesidades del género humano. Al contrario, el capitalismo está destruyendo el planeta, está creando más miseria, mas sufrimiento. La necesidad de un cambio es vital. Tengo la certeza de que la mayor parte de la humanidad tomará conciencia de esta situación y luchará por otro mundo. Es ahí donde todo el arsenal ideológico de Trotsky es extremadamente valioso. Hoy los medios intoxican a las masas y terminan creando eso que Marcuse llamaba una mentalidad unidimensional. Pero los procesos de toma de conciencia son como relámpagos.
–Muchos historiadores consideran que ese arsenal está aún inexplotado.
–Ocurre que es muy vasto: no hay área, no hay país que Trotsky no haya abarcado en sus análisis. Cualquier documento que uno lea de Trotsky es muy útil e instructivo y con un gran acierto en sus análisis. Por ahora no hay otra cosa mejor que el socialismo. El marxismo fue el único que hizo un diagnóstico certero de lo que es el capitalismo. Trotsky hizo el mismo análisis en lo que se refiere a lo que realmente era el burocratismo stalinista. ¡Nadie mejor que él! Esa fue su gran contribución: haber analizado el bonapartismo stalinista. Lamentablemente, el trotskismo no escapó a la deriva que conocen todos los partidos políticos. Pero el pronóstico de Trotsky cuando decía “estoy seguro de la Cuarta Internacional” está abierto, aún no se ha cumplido. Sus seguidores deberían hacer que eso sea una realidad. No hay que encerrarse en una campana de vidrio. Los partidos deben llevar a cabo una labor activa y revolucionaria. No hay que encerrarse en un café para discutir y sentirse grandes teóricos de la humanidad.
–El México que Trotsky conoció cuando llegó hace 75 años era un país revolucionario. El de hoy es muy distinto.
–Si, él llegó a México cuando aún persistían el espíritu y el oleaje de la Revolución. Aún había un clima revolucionario. Después vino un proceso de industrialización bajo un régimen capitalista y México se alejó de los fundamentos de la Revolución Mexicana.
–Curiosamente, usted ha protegido el legado de Trotsky pero, sin embargo, no ha incurrido en el campo de la política.
–No, claro, yo soy químico. Mis comentarios son los del observador científico, no del político. Pero yo he vivido en carne propia todo el capítulo que fue la contrarrevolución stalinista. Todo ese clima de asesinatos, de terror, de monstruosas falsificaciones históricas. Lo he vivido en carne propia y conmigo millones de seres humanos. Pero yo tengo el privilegio de estar vivo y poder testimoniar. Sabemos que la memoria histórica es uno de los patrimonios más importantes del género humano. Para poder construir el futuro hace falta esa memoria histórica. Uno de los grandes crímenes de Stalin, aparte de masacrar a millones de seres humanos, falsificar la historia y arrancar páginas y alterar su contenido, fue justamente esto: mutilar y falsificar la historia.
–¿Usted cree que los crímenes del stalinismo están mal conservados por la memoria en relación con los que cometió Hitler?
–Indiscutiblemente Hitler fue un gran, gran criminal, pero en esa competencia yo creo que Stalin le gana por mucho. Hitler era un asesino frío dentro de su lógica racista y absurda. Pero Stalin le incluyó a eso una dosis de crueldad y de sadismo que nadie ha superado hasta ahora. No le bastaba con matar. Yo soy un sobreviviente con suerte.
–¿Usted conservó vivo el recuerdo de Trotsky a través del museo que está en Coyoacán un poco para rescatar esa memoria?
–Yo seguí viviendo en esa casa muchos años con la abuela. Su deseo siempre fue conservar ese lugar histórico. Y no ha sido sin lucha y sin esfuerzo. Los stalinistas de México intentaron en muchas ocasiones borrar ese lugar. ¡Hasta quisieron hacer una guardería infantil! Pero no lo lograron. Yo nunca me interesé en la política, pero por ósmosis estaba al corriente de todas las dinámicas de las luchas. Pero Trotsky siempre me protegió de la política. En tiempos del abuelo él les decía a sus secretarios y guardaespaldas que no me hablaran a mí de política. El trataba de alejarme de la política. Pero yo he vivido una vida normal, muy cerca de esa atmósfera de adrenalina que se vivía en la casa de Trotsky. Era un estado de excitación muy grato.
–Sin embargo, usted fue testigo del primer atentado y del segundo, el que le costó la vida a Trotsky.
–Sí, en el primer atentado, cuando ametrallaron la casa, yo estaba ahí. Nos salvamos todos milagrosamente. Uno de los stalinistas vació su revólver sobre la cama donde yo estaba escondido. Pero me encogí y me salvé.
–¿Qué piensa hoy de movimientos como el de los indignados o el movimiento estudiantil mexicano YoSoy132?
–Es un inicio, el comienzo de una conciencia para asumir una actitud de lucha política. Aporta mucho.
–En este aniversario de la llegada de Trotsky a México, ¿qué es lo que usted recupera de él como mensaje, como compromiso más allá de su obra?
–Yo creo que lo principal es el aspecto ético, moral, donde el actuar debe estar coordinado con el pensar. El pensamiento y la acción deben ser una sola cosa. La verdad debe estar por encima de todo. El ejemplo es su vida. Ha sido una guía, para mí y mi familia. Para mis hijas, por ejemplo, que no son marxistas ni revolucionarias, ellas tienen muy inculcado ese principio ético de absoluto respeto a la verdad y a la justicia.
Eduardo Febbro
Desde México D.F.
Página12
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