sábado, julio 14, 2012

Mary Low, la revolución inexistente y el catedrático



Francesc Bonamusa, catedrático de historia, después de negar la revolución del 36 y como demostración de su quehacer científico, trata a Mary Low, autora de “Cuadernos rojos de Barcelona”, de “gillipollas”.
El exabrupto se sitúa en el contexto de las II Jornadas de debates interuniversitarios de Historia Contemporánea, con siete ponencias de autoridades académicas, entre las cuales, únicamente la de Pelai Pagès argumenta que existió una revolución en la retaguardia. Pensamos que es esta posición lo que hace que su obra sea citada –sería una muestra de falta de seriedad no hacerlo-, pero no reconocida.
No hay que decir que dichas Jornadas, están planteadas como una toma de partido en la batalla de las interpretaciones, muy en concreto sobre la guerra y la revolución española. Aquí no se trata de un debate abierto entre la gente de a pie, sino de ponencias, que luego fueron vertidas en un libro editado por su principal animador, el inagotable Josep Lluís Martín Ramos, que lo recopiló y los tituló Els fets de maig en una edición de El Viejo Topo (Mataró, 2010). Si nos atuviéramos al plantel de autores, parecería que el la defensa de la revolución es cosa de una exigua minoría, pero no es realmente así. Cierto es que dicha defensa se ha situado por lo general fuera del ámbito académico. Buena parte de sus aportaciones son de testimonios “dudosos” como el de George Orwell sobre el que se ha dicho de todo, y al que Bonamusa señala como “el escritor más utilizado por la ideología revolucionaria; pero recordar toda su trayectoria”; como si el bueno de Ferran nunca hubiera dejado las barriocadas. Otra es deudora sobre todo de historiadores de inequívoca filiación “militante”, como es el caso de José Peirats, con el que el “stablisement” ya ha efectuado un sumario ajuste de cuentas en la edición de sus memorias, a cargo de Enric Ucelay de Cal (sobre esta cuestión me remito al trabajo de Freddy Gómez, A propósito de un prólogo: La segunda muerte de José Peirats, muy difundido en la Red)
Pero por más que se les suela dejar de lado, no es menos cierto que la revolución también tiene abogados entre los profesionales. Podemos citar claro está a Pierre Broué, académico y militante sin máscara, y cuya obra está sujeta por supuesto a la discusión, pero cuyo reconocimiento ha sido internacional no está en discusión. Aparte de la extensa obra de Pelai, hay que citar trabajos como los de Chris Ealham, François Godicheau, o los más recientes, ambos de primer orden, y hablamos en concreto del de Josep Antoni Pozo González, Poder legal y Poder real en la Cataluña revolucionaria de 1936 (Ed. Espuela de Plata, Sevilla, 2012), con una segunda parte editada en catalán, La Catalunya antifeixeista (Ed. Dau, Barcelona, 2012), y el de Miquel Izard, Que lo sepan ellos y no lo olvidemos nosotros. El inverosímil verano del 36 en Cataluña (Ed. Virus, Barcelona, 2012). Ya no se trata de unas ideas, sino de unos hechos comprobados por un trabajo de campo que se aparta de una historia que al decir de Joseph Antoni, se suele centrar exclusivamente en Barcelona, y a veces, casi solo en la Plaça Sant Jaume.
Los argumentos de Bonamusa son al menos dos, uno lo dejó caer en un debate en el Ateneo de Barcelona cuando afirmó que lo de la revolución había sido un “invento de los historiadores ingleses”. El otro es que no hubo revolución sencillamente porque no hubo toma del poder, lo cual nos lleva a una precisión efectuada por Chris Ealham según el cual la revolución española fue “una revolución a medias” (en un artículo aparecido en el nº 93 de la revista Viento Sur), o sea una revolución por abajo. A medias, por abajo, pero que también obligó a tomar medidas “revolucionarias” la Generalitat liderada por ERC con el soporte decidido del PSUC que fue quien más decididamente antepuso el antifascismo a la revolución, estableciendo una dicotomía que no se había dado en ninguna guerra social. Para los revolucionarios, la revolución tenía que ser el método más consecuente para derrotar al fascismo.
Hubo una revolución por abajo que se quedó a mitad de camino. Es la que centra la discusión sobre las interpretaciones. Aquí se da un conflicto abierto entre los que consideran que la legitimidad la tenía el gobierno del Frente Popular (en consonancia con una opción geoestratégica que será la que luego se repetirá durante la II Guerra Mundial), y los que creen que la República del 18 de julio tenía su legitimidad en el pueblo en armas. No hay que decir que el conflicto tiene una importante traducción política, y que entre los primeros abundan los que –como Ángel Viñas- consideran que la República liberal era la única alternativa posible, y ordenan todo su afán documental en función de este apriorismo. Desde este punto de mira, se tiende a prejuzgar la contrainsurrección como un problema que se solventa cuando se imponen la “normalización” con Negrín…La opción militante de Bonamusa quedó patente en dicho acto del Ateneu cuando proclamó provocadoramente que la política más correcta durante la guerra española fue la de la Internacional Comunista.
Pero a lo que íbamos, en una intervención que trata de dar soporte a esta premisa –no hubo revolución-, Bonamusa deja de lado a Orwell para tomar como prueba de la superficialidad de los testimonios revolucionarios a Mary Stanley Low, a la que, ya puesto a enmendar, dice de entrada que “al parecer se dedicaba a la poesía (…) aunque el poema dedicado a Nin no hacía falta publicarlo. Podría haber expresado su admiración por Nin sin necesidad de convertirlo en una expresión poética”.
Después cita las líneas que Mary dedica a la Conselleria de Finances de la Generalitat:: "En la Consejería de Finanzas pregunté, hablé con un guardia bastante mayor, que tenía la dentadura destrozada e intentaba calentarse como un pajarillo aterido al calor del sol de noviembre. Tenía los brazos ligeramente alzados en ilación al tronco como unas alas o como los alerones de un pingüino. Primer piso a la derecha. Crucé las arcadas que estaban detrás de él y que iban a dar a un patio interior, me encontré de bruces con una escalinata de mármol y una balaustrada cuidadosamente esculpida con hojas de parra y pilares tan delgados que parecían quebradizos. Subí estas escaleras y pasé bajo unos arcos moriscos"... El comentario de Bonamusa es “va siguiendo con su descripción de nena de bien... Y en un momento deter­minado vi que Finanzas me contempló altanera y fijamente desde una de las puertas. Había un guardia de pie ante la puerta. Me encaminé hacia él y empuñé el pomo de la puerta. Perdone, me dijo, imponién­dose rauda y decididamente. ¿Qué pasa? Apártese, por favor. No pue­de entrar así, esto es la Consejería de Finanzas. Ya lo sé, por eso estoy aquí. Me dirigió una mirada glacial. Yo llevaba un pañuelo rojo anu­dado en torno al cuello y uniforme de miliciana. Tendrá que esperar en la antesala y dejarnos su tarjeta y el motivo de su visita si quiere que la recibamos. Estaba furiosa. ¡No he venido a la revolución para espe­rar en las antesalas! ¿No cree que tengo toda la vida y el resto de Europa para esperar en las antesalas? Déjeme entrar. La palabra re­volución les inspiró una mirada de superioridad. Esto es la Generalitat, puntualizó. Y tenía razón, y yo tiempo de sobras para entender a quién se refería (Va siguiendo, FB). La sala tenía las paredes y el techo ta­pizados (Y ahora vamos al quid de la cuestión, FB). Yo había ido a resolver la compra de algunos francos franceses, muy difíciles de encontrar por aquel entonces y llevaba una orden especial. La pasearon por todos los despachos y se la pasaban de uno a otro..."
Esta larga cita está destinada a demostrar que: “Sencillamente esta gilipollas va y dice, ¡estoy haciendo la revolución!, ¡estoy haciendo la revolución!”. Todo ello “a la retaguardia y cuando no habían ni bombardeos, Y ¿qué quería? Pues cambiar por pesetas unos francos franceses... Esto no funciona”, y sigue con otro ejemplo extraído de una obra que habla de muchos otros temas, de las calles, de las mujeres, de “No se aceptan propinas”, que dio pie a un interesante cortometraje. De Mary Low, Bonamusa se limita a decir pocas cosas más: “…nacida en 1912, que estuvo en Barcelona durante dos o tres meses el año 1936, no más”, por lo que poco podía decir de los hechos de mayo. Sigue su itinerario, ajustando que “sólo había empuñado las armas en las pruebas de adiestramiento”, pero no dice media palabra ni sobre Juan Brea ni sobre el conjunto de un libro que resultó un inesperado éxito para la editorial Alikornio. Bonamusa pues, se concentra en unas líneas de Red Spanish Notebook (Cuaderno rojo español) para seguir con su discurso sobre la revolución inexistente. En ningún momento entra en liza con obras como las citadas de Pozo González o Izard, al menos de la primera que conocía sobradamente su trabajo académico.
El lector o la lectora podrán encontrar numerosas reseñas sobre el libro de esta militante trotskista y surrealista en la Red, pero sobre todo, pueden leerlo y comprobarán que lo que Bonamusa hace en su ponencia no es más que una mera burla prepotente Si mira bien se encontrará con la que escribió Orwell que se encuentra en la Web de la Fundación Andreu Nin, y en la que el autor de Homenaje Cataluña, dice lo siguiente:
Red Spanish Notebook (Cuaderno rojo español) proporciona un vivo cuadro de la España leal, tanto en el frente como en Barcelona y Madrid, en el primero y más revolucionario período de la guerra. Ciertamente es un libro partidista, pero no es peor por serIo. Los autores trabajaron para el POUM, el más extremista de los partidos revolucionarios y que luego fue suprimido por el Gobierno. El POUM ha sido tan vilipendiado en el extranjero, y especialmente por la prensa comunista, que era imprescindible dejar claras las cosas.
Hasta mayo de este año era muy curiosa la situación en España. Una multitud de partidos políticos que se eran mutuamente hostiles luchaban por salvar la vida contra un enemigo común y al mismo tiempo peleaban enconadamente entre ellos sobre si esto era o no una revolución además de una guerra. Habían ocurrido acontecimientos decididamente revolucionarios -los campesinos se apoderaron de tierras, fueron colectivizadas industrias, matados grandes capitalistas o expulsados, la Iglesia prácticamente abolida- pero no había habido cambio alguno fundamental en la estructura del Gobierno. Era una situación que podía derivar hacia el socialismo o volver al capitalismo; y ahora está claro que, si se lograse vencer a Franco, surgiría una república capitalista de alguna clase. Pero al mismo tiempo se producía una revolución ideológica que era quizá más importante que los cambios económicos poco duraderos. Durante varios meses grandes masas creyeron que todos los hombres son iguales y pudieron actuar según esa creencia. El resultado fue un sentimiento de liberación y de esperanza que es difícil de concebir en nuestra sociedad basada en el dinero. Y en esto es lo que resulta valioso el Red Spanish Notebook. Mediante una serie de cuadros íntimos cotidianos (en general pequeñas cosas: un limpiabotas rechazando una propina, un letrero en los burdeles diciendo: “Por favor, tratad a las mujeres como camaradas”) muestra este libro cómo son los seres humanos cuando tratan de comportarse como seres humanos y no como engranajes de la máquina capitalista. Nadie .que estuviese en España durante los meses en que la gente seguía creyendo en la revolución podrá olvidar esa extraña y conmovedora experiencia. ~ Ha dejado algo que ninguna dictadura, ni siquiera la de Franco, podrá borrar. .
En cualquier libro escrito por un partidista hay que esperar unos u otros prejuicios. Los autores de este libro son trotskistas -me figuro que a veces pusieron en aprietos al POUM, que no era propiamente trotskista aunque algún tiempo trabajasen los trotskistas para él- y por tanto sus prejuicios van contra el partido comunista, con el cual no siempre son del todo justos. Pero, ¿acaso es siempre estrictamente justo, el partido comunista con los trotskistas? Mr. C. L. R. James, autor del libro La revolución mundial, prologa el libro.
Anotemos que el tal prologuista, C.R. R. James fue el autor de Los jacobinos negros editado por Turner, e igual era otro gillipollas.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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