¿Recuerda Europa lo qué sucedió 40 años atrás?
El 30 de abril de 1975, Saigón caía. Los últimos estadounidenses huían del país. Vietnam se reunificaba, con arreglo a lo que se había firmado veinte años antes en un acuerdo internacional saboteado por Washington. La guerra de Vietnam, que duraba ya treinta años desde que Francia dio comienzo a su intento de reconquistar sus colonias perdidas de Indochina, llegaba a su fin.
Para los vietnamitas que murieron en esta guerra no habrá un minuto de silencio, no habrá ninguna conmemoración solemne, no habrá el “deber de recordar”, no habrá promesas de “nunca más”. Después de todo, los millones de vietnamitas que murieron no se consideran víctimas de “genocidio”. Fueron simplemente asesinados durante años de bombardeo masivo y masacre sistemática de un pueblo que quería ser independiente. ¿Qué tiene de especial todo esto?
En la vieja Europa se nos pone en guardia todos los días contra la repetición de los crímenes del nazismo, un fenómeno que lleva ya muerto más de medio siglo. Por el contrario, las causas de la masacre en Vietnam se han mantenido vivas y activas en las políticas de Estados Unidos, ya sea en América Central o el Cono Sur de África, o ahora, desde hace varios años, en Oriente Próximo. La “guerra contra el terror” ya ha costado más de un millón de vidas y está lejos de terminar.
¿Qué tienen que decir nuestros grandes humanitarios europeos sobre este asunto? ¿Ven acaso la conexión aquellos que deploran el creciente número de refugiados que se ahogan en el Mediterráneo? ¿Se dan cuenta de que es el mismo impulso militarista de Estados Unidos para remodelar el mundo la fuente fundamental de los desastres que están sucediendo hoy? ¿Cuántas llamadas nos convocan a abandonar el barco que se está yendo a pique de las guerras imperialistas de Estados Unidos? ¿Cuántas llamadas a firmar una verdadera paz con Rusia e Irán? ¿Cuántas nos instan a finalizar nuestra política de intervención perpetua como dóciles asistentes de Estados Unidos?
En la época de la guerra de Vietnam, líderes europeos ilustrados, como Olof Palme en Suecia y De Gaulle en Francia, se manifestaban públicamente contra la política de Estados Unidos. Intelectuales como Bertrand Russell y Jean-Paul Sartre movilizaban a la opinión pública contra la guerra. Las manifestaciones se producían incluso en países alejados del conflicto. ¿Y hoy? Nada. La opinión pública ha estado casi en su totalidad a favor de la guerra que destruyó Libia, en particular la opinión pública de “izquierda”.
El final de la guerra en Vietnam fue el fin de una era, la era de las luchas de liberación nacional, que sin duda constituyó el movimiento político más importante del siglo XX. Pero en Occidente marcó el inicio de la reconstrucción de la ideología imperial bajo la cobertura de los “derechos humanos”. En lugar de detener las luchas de liberación, ahora el objetivo sería subvertir y destruir los países que habían ganado la independencia.
La hábil manipulación que llevaron a cabo los medios de comunicación para despertar la “solidaridad” con la situación de los refugiados del mar vietnamitas y las víctimas de las masacres de los jemeres rojos camboyanas permitió que un amplio sector de la intelectualidad francesa y estadounidense abandonara cualquier esfuerzo por comprender las causas y los efectos de los acontecimientos. Después de todo, el Khmer Rouge nunca hubiera tomado el poder sin la combinación de los bombardeos estadounidenses del medio rural camboyano y el golpe de estado en Phnom Penh. El análisis se desechó y en su lugar se instaló una reacción emocional inmediata ante unos acontecimientos inexplicables. Un moralismo sin contexto favoreció la invención del “derecho de intervención humanitaria” con el fin de destruir las soberanías nacionales, el derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas.
En Francia, la anticomunista “nueva izquierda” surgida del mayo del 68, influenciada por la impostura intelectual de Bernard-Henri Lévy y sus cohortes, revirtió por completo la posición de la vieja izquierda. Mientras que la izquierda tradicional defendía la paz internacional y se oponía al intervencionismo estadounidense, la “nueva izquierda” daba la bienvenida a cada levantamiento, con independencia de su contenido político, y no mostraba interés alguno en la relación subyacente de fuerzas. Todo lo que importaba eran los “derechos humanos” tal como los definen y destacan los medios de comunicación dominantes.
Hoy esa nueva izquierda se halla en un callejón sin salida, ya sea en Oriente Próximo o en las relaciones con Rusia o China, haciendo compañía a una política estadounidense a la que ha contribuido a disfrazar ideológicamente. Cuarenta años después de que Vietnam obtuviera su libertad ya es hora de hacer una nueva evaluación e introducir cambios drásticos. Pero, ¿quién tiene el valor de recoger este guante?
Jean Bricmont
CounterPunch
Traducción del inglés por S. Seguí.
Jean Bricmont enseña física en la Universidad de Lovaina, Bélgica. Entre otras, es autor de la obra Imperialismo Humanitario: El uso de los derechos humanos para vender la guerra , Ed. El Viejo Topo . Puede contactarse en jean.bricmont@uclouvain.be
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