La ciudad de Palmira, Tadmor en árabe, capital de distrito que alberga una muy célebre ciudad antigua, acaba de ser conquistada por los yihadistas del Estado Islámico. Políticamente, esto podría convenir a la dictadura de Bachar Al Assad. Pero militarmente constituye una dura derrota.
A nivel propagandístico, constituye una verdadera ganga para el régimen. La opinión pública planetaria teme una catástrofe cultural, en la medida en que los yihadistas podrían saquear los tesoros culturales de la ciudad antigua. Es horrible constatar que esa amenaza parece conmover más al mundo que la suerte de millones de refugiados y refugiadas sirios, de los 200.000 muertos y muertas y 13.000 personas torturadas hasta la muerte (en cuatro años), aunque sea legítimo preocuparse por un patrimonio histórico de la humanidad….
Por otra parte, Palmira albergaba un campo de prisioneros, el más tristemente célebre centro de tortura de Siria, donde algunos detenidos permanecían desde hace decenios. Ahora en manos de Daesh [Acrónimo en árabe de Estado Islámico], hay un nuevo peligro para los presos políticos no yihadistas.
El lunes 25 de mayo, el régimen sirio ha efectuado al menos 15 ataques aéreos sobre la ciudad de Palmira, habiendo matado al menos a cuatro civiles y teniendo por objetivo de los ataques el sector del hospital. El mismo día, Daesh ha llevado a cabo también masacres. El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), con base en Londres, pero conectado a fuentes de información en Siria, evoca los nombres de al menos 217 personas “ejecutadas” por los verdugos del Estado Islámico. Entre ellos, soldados del régimen, pero también al menos 67 civiles, entre ellos 14 niños…
Presiones sobre Bachar Al-Assad
Hasta ahora, el régimen baasista ha tolerado, incluso promovido, la emergencia de Daesh (a quien compraba aún en 2015 petróleo producido en los territorios bajo su control). A ojos de la dictadura, es preferible aparecer como opuesto a un enemigo así más que como opuesto a un movimiento popular contra la dictadura. Sin embargo, la caída de Palmira no debería convenirle, pues a partir de esa ciudad, hay un eje de carreteras que permite avanzar directamente hacia la gran autopista Norte-Sur que une Damasco con Homs y Alepo.
En realidad, el régimen está todavía más a la defensiva ahora que hace algunos meses. Esto se explica por la ofensiva militar desencadenada en la primavera de 2015 por una nueva coalición militar, denominada Djaich al-Fatah (Ejército de la conquista). Esta coalición reagrupa en particular a salafistas (que constituyen su fuerza principal), el Frente Al-Nusra (hasta ahora cerca de la red de Al Qaeda, pero que sufre presiones para tomar sus distancias respecto a ella), y grupos islamo-nacionalistas. Se encuentra en competencia hostil con Daesh.
Los éxitos militares de la nueva coalición están ligados a su vez a una nueva política de varias potencias regionales: Turquía, Arabia Saudita y Qatar. Desde el cambio acontecido en el trono de Arabia Saudita el pasado mes de enero, el reino se ha acercado más a las otras dos potencias regionales con vistas a un apoyo común a ciertos grupos rebeldes de Siria. El lobby prorégimen sirio, muy activo en Francia, utiliza toda esta actualidad para intentar obtener un acercamiento con el sanguinario régimen de al-Assad. Así, en un comunicado publicado el 25 de mayo, el diputado Jacques Myard (UMP) escribe: “¿Porqué continuar exigiendo (…) la salida de Bachar al-Assad, cuando lucha contra Daesh?”. La prosa de este diputado muy de derechas es en estos momentos repetida en varias páginas web neoestalinistas de los márgenes del PCF, que defienden encarnizadamente al régimen sirio. Un antiguo aliado de la URSS no puede equivocarse…
Bertold du Ryon
El Anticapitalista
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