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sábado, junio 06, 2015
La productividad en tiempos de estancamiento secular
Las tres alas del mainstream en la pos crisis 2008. El problema crucial de la baja productividad. Sobre la subsunción real del trabajo al capital. Unas líneas para la reflexión marxista.
En un reciente artículo y con motivo de la tercera reunión del FMI pos crisis 2008, Gavyn Davies señala en Financial Times, que si bien se esperaba que la gran crisis financiera de 2008 provocara un replanteamiento fundamental de la macroeconomía, siete años después aún se observan escasas señales de esa “gran transformación”.
Señala no obstante, que los políticos y teóricos más influyentes del maistream se encuentran divididos al menos en tres alas. Por un lado Larry Summers, promotor de la tesis del estancamiento secular. Por el otro Kennet Rogoff, una ala optimista que sostiene que el estancamiento desaparecerá ni bien culmine el desapalancamiento de la deuda. Por último y quizás más importante, Olivier Blanchard, conducción ideológica del FMI quién junto al departamento de investigación del organismo, tiende a coincidir con la posición de Summers. Lo que queremos señalar aquí es que una división similar se reproduce en un terreno, si se quiere más teórico, que tiene que ver con las causas y posibles derivaciones del débil crecimiento de la productividad en los últimos años y décadas.
El piloto de la prosperidad
Como anticipamos en artículos anteriores, economistas como Gordon, Eichengreen, Summers, identifican y discuten la disminución de largo plazo del crecimiento de la productividad. Existen argumentos contrapuestos sobre este asunto al que otra nota reciente de Financial Times define como “el piloto más importante de la prosperidad”. Señala el periódico británico que a pesar de que los fabricantes estadounidenses adoptan la automatización como parte de su estrategia contra la deslocalización hacia Asia, el crecimiento de la productividad en toda la economía norteamericana está cerca de un punto muerto. Además, un cuadro similar se presenta en todo el mundo, poniendo de manifiesto “el problema más acuciante de la economía mundial en la actualidad”. Menciona además que la debilidad del crecimiento de la productividad en los últimos años se encuentra en el corazón de por qué los países avanzados mantuvieron una rutina de bajo crecimiento desde la crisis, aún cuando el desempleo disminuyó. Como señalamos, la cuestión también constituye un gran núcleo de discusión al interior de la burguesía. Desde el punto de vista del pronóstico, el ala optimista sostiene que la pobre performance de la productividad sería un legado transitorio de la recesión. La desaceleración de la demanda mundial deprimió temporalmente la disposición de las empresas a invertir en nuevos equipos e ideas, y la perspectiva más cautelosa golpea la productividad. Sin embargo y también según Financial Times, datos recientes del think-tank Conference Board muestran tanto que el crecimiento promedio de la productividad laboral en las economías maduras se desaceleró desde el 0,8 por ciento en 2013 a un 0,6 por ciento en el 2014, como que la ralentización es previa a la crisis de 2008. Según la institución, la caída del crecimiento de las economías europeas y japonesa que comenzó en la década del ‘90, se relaciona con una más lenta adopción de tecnología. En Estados Unidos, por su parte, la más eficiente de las principales economías, la productividad comenzó a disminuir ya en 2005, como resultado de la caída de los dividendos que habían tenido un alto crecimiento en el contexto de la revolución de la tecnología informática (IT) de 1990. Según la Fed de San Francisco, la productividad en Estados Unidos creció cualitativamente entre 1995 y 2003, impulsada por el auge IT, con un crecimiento que duplicó el promedio de 1,5% fijado en los años ‘70, ‘80 y principios de los ‘90. En conclusión y también según Financial Times, aunque la productividad -que indica cuán eficientemente se utilizan los insumos como la mano de obra y el capital-, tiende a evolucionar durante largos períodos, las lecturas de The Conference Board, confirman una tendencia de largo plazo de debilidad de crecimiento que está haciendo saltar las alarmas en todo el mundo. El problema estuvo incluso presente en el último discurso de Janet Yellen quién invocó la productividad “relativamente débil” de la economía de Estados Unidos. Pero, a decir verdad, la burguesía no parece tener claridad alguna sobre las causas que explican este significativo fenómeno.
La polémica sobre las causas
Los intentos de explicación son múltiples. Financial Times señala entre las opiniones de distintos analistas, que las empresas no están invirtiendo lo suficiente en nuevos equipos e ideas, que están “desperdiciando” dinero en recompra de acciones y dividendos y que la disminución de largo plazo en la inversión como porcentaje del producto resulta un lastre importante. Por ejemplo, según un informe del instituto Apen y la Fundación MAPI, existe “un retraso significativo de la inversión de capital” en los Estados Unidos, resultando un importante factor que contribuye al bajo crecimiento de la productividad. Mientras en 2014 el PBI real estuvo en alrededor del 8,7% por encima de su nivel a fines de 2007, la inversión interna privada bruta creció apenas el 3,9% en el mismo período. Otro argumento se asocia al hecho de que el sector servicios –en el que el crecimiento de la productividad es mucho más lento que en la manufactura- ocupa una parte creciente de las economías avanzadas.
Algunos señalan que este argumento, no obstante, es impotente para explicar tanto la tendencia reciente a la disminución del crecimiento, como el hecho de que incluso en los países llamados “emergentes” la tasa de incremento de la productividad también se ha ralentizado. Un amplio sector coincide –aunque hay disidencias- en que se desarrollaron en los últimos años, grandes avances técnicos como la robótica, los motores auto conducidos o el genoma humano, entre otros. También hay amplio consenso en que las áreas de innovación tienen escaso peso en el conjunto de la economía. Es decir que las nuevas invenciones no se incorporan como factor cualitativo a la reproducción ampliada del capital, cuestión que explica el ralentizado cecimiento de la productividad y en última instancia, de la economía.
Aún cuando se trata de un problema ciertamente complejo que merece ser estudiado en profundidad, la cuestión remite a una cierta independencia entre la invención y la creatividad humana de un lado y las posibilidades del capital de ponerlas en práctica para el crecimiento capitalista de la economía, del otro.
Subsunción real
En principio la baja inversión parece ser uno de los elementos claves que contribuyen a explicar la cuestión. El problema es que la teoría económica burguesa, en el mejor de los casos, se conforma con las explicaciones inmediatas y jamás indaga las causas últimas. ¿Qué explica la baja inversión? Sólo adelantaremos aquí breves elementos para reflexionar sobre el asunto. Frente a la crisis de los años ‘70 y como parte de la ofensiva neoliberal, el capitalismo absorbió a China y Europa del Este colocando la conquista de lo perdido como condición necesaria de su expansión y supervivencia. Pero esa misma absorción, bajo la forma de la tendencia a la sobreacumulación de capitales en China y su conversión en un nuevo competidor por los espacios mundiales de acumulación, replantea hoy el problema a un nivel más “global” y complejo. Hasta cierto punto Rosa Luxemburgo puso el asunto en términos agudos al señalar que el capitalismo no puede subsistir económicamente más que penetrando la sociedad en un sentido capitalista, pero sin consumar esa penetración. Decía que una sociedad capitalista pura es una contradicción. Puede verse en gran parte a la llamada “globalización” como expresión de esa contradicción, resultante del esquema neoliberal que como dice Summers, permitió los años de crecimiento moderado pero “aceptable”. Sin embargo, tanto la crisis de 2008 como las condiciones actuales de la recuperación, ponen de manifiesto la contradicción. Las alarmas del capital suenan y en el horizonte se dibuja la necesidad de conquistar nuevos espacios para la acumulación sin los cuales la inversión permanecerá débil. Y esa inversión débil es en gran parte el factor que impide poner a tono las nuevas invenciones con un grado de reproducción ampliada que permita una expansión vigorosa de la economía capitalista. Hasta cierto punto esta incongruencia se pone de manifiesto como límite de la capacidad del capital para expropiar los saberes y capacidades humanas poniéndolos al servicio de la producción incrementada no sólo de valores de uso, sino de valores de uso portadores de valor y por tanto de plusvalor, sustancia única creadora de capital. La disminución del crecimiento de la productividad expresa entonces, al menos como tendencia, los límites del capital para la subsunción real del trabajo al capital. O, dicho de otro modo, pone en cuestión al modo específicamente capitalista de producción.
Paula Bach
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