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sábado, junio 06, 2015
Crisis mundial y revolución tecnológica.
A propósito del debate Castro-Altamira
La Computación en la Nube o Cloud Computing es un fenómeno que emerge del desarrollo de Internet y las computadoras personales. Se trata de que tanto software como hardware que usualmente deben ser adquiridos como un producto ahora pueden ser obtenidos como un servicio. Este avance tecnológico permite abaratar costos, tercerizando la administración de los sistemas de computadoras, la manutención de los sitios de las compañías, e inclusive emprender empresas tecnológicas en Internet donde se tercericen todas las actividades excepto el desarrollo del software del negocio específico. A raíz de su potencialidad, este fenómeno es proyectado por algunos intelectuales como "una nueva revolución tecnológica"(Jorge Castro en Clarín, 26/01/14)a través de la cual la crisis capitalista actual quedaría superada.
Sin embargo, Martin Wolf, parafraseando a Robert Solow, Nobel 1987 en economía, cuestiona esta idea con un chiste: "vemos tecnología de la información en todos lados menos en las estadísticas de productividad". Y agrega: "después de un aumento alentador en la década de 1990 y principios de 2000, el crecimiento ha disminuido nuevamente".(Financial Times 02/14). Ilustran la afirmación casos como Facebook, Skype, Wikipedia, que constituyen servicios relevantes al internauta que han modificado aspectos de la vida, como el acceso a la cultura, las comunicaciones y los vínculos personales, por lo que tienen un gran valor de uso. Sin embargo el usuario no estarían dispuestos a pagar cifras significativas por ellos.
Muchas empresas también colaboran con esta situación. La automotriz Ford lanzó decenas de sitios en Internet (ej. Ford Social, Ford Mobile, Micrositios) para relevar o sensar qué modificaciones o innovaciones en los automóviles les gustaría a los clientes. Los científicos de datos analizarían millones de accesos a los sitios de la compañía y el equipo de marketing concluiría "razonablemente" cuáles cambios serían llevados a la línea de producción. Las decisiones estarían basadas en argumentos estadísticos (Dataconomy.com 11/2014). Según Ford, en parte esta estrategia le permitió salir de su crisis del 2006. Entre las modificaciones están la puerta trasera eléctrica del Ford Escape ó la señal de giro de tres parpadeos en el Ford Fiesta. Los clientes obtuvieron los cambios que querían en sus autos y los directivos de Ford maximizaron las ganancias y minimizaron la inversión. La aversión al riesgo capitalista de accionistas y directivos quedó intacta, la innovación fue "razonable". A la luz de las "innovaciones" que propicio en Ford la Nube ¿se puede pensar en una salida próxima a la crisis gracias de la mano de los avances tecnológicos, tal como disertó Jorge Castro? Mejor contraejemplo aún es el mayor proyecto de análisis de datos masivos o Big Data de la humanidad: la Agencia Nacional de Seguridad Norteamericana (NSA) que almacena todas los accesos a Internet de los ciudadanos del mundo. Estamos más cerca de un Cloud Computing para hacer la guerra que para salvar al capitalismo de las crisis. Proyectos tecnológicos que representen saltos cualitativos productivos escasean.
¿Que pasa al interior del fenómeno de Cloud Computing?
Los éxitos económicos alcanzados por la industria del software a través de la Nube y Big Data ocultan la tendencia a la crisis de la industria del hardware. Las investigación y desarrollo para la producción y miniaturización del hardware (que sigue laLey del Ingeniero Moore de Intel, ver recuadro) implica inversiones formidables y empuja a esas compañías a expandirse a nivel global para mantener la tasa de ganancia. La expresión cotidiana de esta tendencia se manifiesta en el ritmo de obsolescencia, que derrumba los precios de los viejos productos, cada vez que hay un nuevo lanzamiento.
Mientras la complejidad de la producción de software se mantiene relativamente estable, la de la industria del hardware es creciente. Esta dificultad por mantener la innovación en la industria del hardware significa un desafío económico para las empresas del sector.
Por estos motivos, durante el transcurso de la primera década de este siglo, las compañías tecnológicas norteamericanas vendieron sus unidades de negocio de hardware a China. Las ventas de estas empresas norteamericanas llegaron a su cúspide con un debate público por la venta de la unidad de hardware de computadora personal de IBM a Lenovo en 2005. Se preguntaban si estas ventas masivas representaban una amenaza a la seguridad nacional (05/05/2015 USNI). El traspaso se realizó. Procesadores y circuitos de la maquinaria de guerra norteamericana ya se fabricaron en China. Queda en evidencia que el mayor enemigo para Norteamérica es la tasa decreciente de ganancia.
Pero la crisis sólo cambió de hemisferio y se sigue desenvolviendo. La alianza Samsung y Google llegó a su fin (Financial Times 6/1/15). Frente a la notoria caída de las ganancias de Samsung que responde a lo antes explicado (Financial Times 7/10/14), esta compañía comenzó una desesperada carrera por reemplazar el software en sus productos por uno propio, al que bautizó Tizen, de manera de quedarse con la parte del negocio que antes correspondía a Google y así revertir su situación. En India lanzó recientemente celulares con este software propio(Financial Times, 14/01/15)y también lo ha hecho mundialmente en su línea de smartwatchs, relojes "inteligentes", la nueva moda en dispositivos móviles.
La industria tecnológica no es homogénea. Más aún, las tasas de ganancia divergen, la del hardware se reduce y crece la del software. Las compañías de hardware luchan por sobrevivir, mientras que sus hermanas son las reinas del capitalismo productivo. Los riesgos, las fusiones y las quiebras imponen un ritmo de producción de hardware acelerado. Para cada nuevo procesador, una nueva aplicación de software útil y vendible debe acompañarlo al mercado. Si este ritmo se detuviera, la revolución digital se transformaría su antítesis: la crisis. Las ganancias de la industria del software, cada vez que los ciclos se completan, se vuelcan en parte al mercado financiero. Los emprendimientos tecnológicos disruptivos que transformarían en cadena decenas de industrias son pospuestos por la aversión al riesgo.
La revolución traicionada: el caso de Google Driveless
Google Driveless es el proyecto de Google para que los autos se conduzcan por sí solos, sin un chofer. El pasajero pedirá un auto a cierta hora en un domicilio e indicará el destino por su celular. Requiere de servicios en la Nube para que el auto se informe de la ruta a recorrer desde su inicio a su destino, el estado del tránsito y el horario de salida desde el garaje donde se encuentra estacionado. También, procesadores de decenas de millones de transistores. El proyecto ganó el desafío DARPA en el 2006, financiado por el Ministerio de Defensa, demostrando que el automóvil autónomo es una realidad. Pero la producción comercial se viene aplazando desde entonces.
La compañía aspira a modificar el modelo de venta actual de la industria del automóvil, a un modelo de negocio de alquiler. Las consecuencias para la industria son un dominó de transformaciones tecnológicas. Google modificó el modelo de compra e instalación de programas que se usan en Internet, ahora pretende repetir la experiencia en el mundo material: los autos. El nuevo modelo de alquiler reduciría costos, aumentaría la eficiencia del tránsito, el confort en el traslado, y las ganancias para Google, no para la automotriz:
La plena implementación de este proyecto enfrentaría la resistencia de la industria del automóvil y de sindicatos como los del transporte. Por estos motivos Google llegó a proponer la distribución de las horas de trabajo (Mashable 7/7/2014). Claro que no es el punto de vista socialista lo que la motiva a esa propuesta: varias empresas tecnológicas del Silicon Valley, entre ellas Google, realizaron acuerdos ilegales para poner un límite al salario de los ingenieros y programadores (NYT 01/03/2014). Además sus ingenieros trabajan mucho más de cuarenta horas semanales. La llamativa propuesta tiene origen en que Google encuentra demasiada resistencia para desarrollar su innovación y quiere sumar a los trabajadores en su pelea por descoronar a las automotrices.
Es claro que si se distribuyeran las horas de trabajo sin afectar el salario, los trabajadores de las automotrices y del transporte acompañarían. Los ingenieros de Google celebrarían la realización de su proyecto que asegura sus fuentes de trabajo. ¿Cuál barrera es más alta? ¿La del capital o la del mundo del trabajo? La ley de la historia de la humanidad es la lucha de clases, y su corolario el aumento de la productividad. La economía capitalista es la que atrasa en la actualidad.
Rafael Hacha
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