Como en las malas novelas policiales, donde siempre se acude al tópico de a quién beneficia o a quien perjudica la aparición del muerto, en el caso de Yemen habría que preguntarse más o menos lo mismo, si ya damos por descontado que Yemen es un cuerpo muerto.
Desde el inicio de la brutal agresión saudita y la coalición que dice liderar, el 18 de marzo pasado, Riad ha dejado bien en claro, una vez más, a favor de quién juega en el difícil contexto regional.
Es importante preguntarse, por qué razón los Saud, que tiene un conflicto de proporciones descomunales en la frontera norte, donde su vecino Irak, está sosteniendo una guerra con Estado Islámico, en la que Bagdad no lleva la mejor parte y mientras los califados de Ibrahim amenazan seguir extendiéndose como lo han hecho en Siria, hacia Líbano, Jordania y también a Arabia Saudita, Riad decide atacar a su vecino del sur Yemen.
El pequeño país, que si bien tiene un monumental peso geo-estratégico por su acceso al estrecho de Bab el-Mandeb (de Las Lamentaciones) por donde pasan unos veinte mil barcos al año, muchos de ellos petroleros que abastecen a países europeos. Yemen es el estado más pobre de la riquísima Península Arábiga, y si bien se libraba una guerra civil donde los estratos más deprimidos de la sociedad encabezados por el grupo chiita zaidí Ansar-Allah (partidarios de Dios) o Houtíes, por su líder el sheik Abdul Malik al-Houthi, juntos a los sectores sunitas más desfavorecidos, llevaban en contra del gobierno pro-occidental de Abderabu Mansour Hadi, que tras renunciar a la presidencia en febrero último, se exilió en el reino saudí, desde donde retomó su cargo y de alguna manera avaló el ataque de la coalición que además de Arabia Saudita la integran testimonialmente: Kuwait, Qatar, Emiratos, Egipto y Jordania, Afganistán, Sudán y Marruecos.
Los rebeldes hutíes desde septiembre último se habían apoderado de la capital, Sanaá, y otras importantes ciudades y provincias enteras del país y estaban próximos a imponerse ha las fuerza remanentes de Hadi: el ejército, a policía y mercenarios.
Los muertos y los daños producidos en Yemen por los bombardeos de la coalición y los milicianos de Hadi, vinculados también a al-Qaeda para la Península Arábiga (AQPA) y algunos, pocos todavía, de Estado Islámico, según fuentes occidentales, exceden los tres mil muertos, se calcula en más de diez mil los heridos y que ya sobrepasó el millón el número de desplazados. Las mismas fuentes entre ellas la Oficina de Coordinación Humanitaria de Naciones Unidas (OCHA), han denunciado que veinte de los veinticinco millones de habitantes necesitan ayuda para sobrevivir, aunque funcionaros de la OCHA, prevén que en las próximas semanas esta última cifra se acrecentará.
El 20 de marzo, apenas dos días después del inicio de los bombardeos sauditas, Estado Islámico hizo su presentación en sociedad con dos ataques suicidas a las mezquitas chiíes de Badr y al-Hashush en el barrio de al-Yarraf, en el norte de Saná, donde murieron ciento sesenta personas y trescientos cincuenta resultaron heridos.
La dura resistencia del movimiento Houtíe, y sus aliados sunitas, ha obligado a Riad a extremar sus esfuerzos. Sin éxitos concretos a la vista, a casi tres meses del inicio de los ataques, en los que se cree han participado pilotos israelíes y fueron tolerados por Estados Unidos y la Comunidad Europea, no se arriesgan a poner tropa en territorio yemení, lo que según todos los análisis, se convertiría en una carnicería para los sauditas.
Fuentes no confirmadas dicen que se han visto a dirigentes houtíes, en la ciudad sagrada iraní de Qom, y otros reportes, también sin confirmar, hablan de que pilotos iraníes estarían volando naves yemeníes.
Si bien el movimiento chií zaidí de Yemen difiere de la ortodoxia chií de Teherán, se entiende que ideológicamente se encuentra mucho más cerca que del wahabismo saudita la versión más extrema del Islán, la misma que ha dado sustento filosófico a grupos como al-Qaeda y Estados Islámico.
De guerras prolongadas
De agudizarse el conflicto e Irán participar de forma más contundente en él, la guerra podría prolongarse por mucho tiempo y el país de los Ayatolas, conoce muy bien la tragedia de ese tipo de conflicto, son muchas las cicatrices del largo conflicto que mantuvo con el Irak de Sadam Husein que alentado y apoyado por Occidente se lanzó a un conflicto que duró ocho años (1980-1988) y dejó más de un millón de muertos y en estado de ruina a ambos países. Expertos aclaran que para Teherán, Yemen no ha sido nunca una prioridad, que durante esta última década el apoyo fue escaso.
Irán se encuentra en plena discusión de condiciones por los acuerdos nucleares que en buena parte ya ha firmado con Washington, como para posicionarse en un nuevo escenario bélico, teniendo también en cuenta que posee extensas fronteras con dos países donde los movimientos terroristas se mueven a sus anchas Irak y Afganistán.
Quizás en el conflicto yemení tenga mucho que ver los acuerdos nucleares de Washington con Teherán, y habría entonces que buscar entre los principales “perjudicados” de este pacto, cualquiera sabe: Israel y Arabia Saudita.
El odio visceral de la derecha israelí a Irán es conocido, de todas maneras ha intentado embarcar a Estados Unidos en una guerra contra Teherán, agitando los clásicos fantasmas del antisemitismo y el peligro a lo sobrevivencia del Estado de Israel, si Irán accediera tecnología nuclear, olvidado que Tel-Aviv cuentan con más de ciento cincuenta misiles con ojival nucleares listos para usar y además de ser el país de la región que cuenta con esa tecnología. Tel-Aviv ha probado todo para impedirlo, desde el asesinato de científicos iraníes a atentados de falsa bandera y no ha podido lograrlo, por lo tanto embarcar a Irán en una guerra entre musulmanes no sería un mal plan.
Siguiendo este razonamiento esta guerra lanzada por Arabia Saudita contra Yemen, sin duda tiene mucho que ver con estos acuerdos Estados Unidos-Irán.
No hay que olvidar que la rivalidad entre el chiismo iraní y el wahabismo saudita ponen a los dos países en los puntos más extremos en el Islam. Su odio esta acendrado en siglos de competencia, ya no solo religiosa, sino también económica.
Arabia Saudita ha conformado con Israel una poderosa alianza para el desprestigio de Irán, y esta se ejecuta ahora en Yemen.
La reunión de Anwar Majed Eshki, general retirado saudí y ex asesor del todo poderoso príncipe Bandar bin Sultan, veinticinco años embajador saudí en Estados Unidos, con Dore Gold, ex embajador israelí ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde se trataron fundamentalmente asuntos relacionados con el programa nuclear de Irán y, de forma no tan cosmética, el boicot comercial que los países árabes mantienen contra Israel el “Movimiento Boicot, Desinversión y Sanciones” (BDS). Desde la creación de este movimiento en julio de 2005, el régimen sionista ha perdido cerca de quince mil millones de dólares. Una alianza más sólida con las monarquías del golfo y un acto de guerra de Irán es todo lo que necesita Israel.
En una nueva escalada de provocaciones se pueden enmarcar los atentados a las mezquitas chiitas de al-Qatif y Damam en el este del reino saudita, donde murieron en total unas veinticinco personas y provocaron un centenar de heridos, ambos atentados producidos los viernes 22 y 29 (día santo musulmán) y que rápidamente fueron revindicados por Estado Islámico, siempre tan útil para un barrido como para un fregado.
Las buenas consciencias que nunca faltan han llamado a una reunión de urgencia a las partes el próximo 14 de junio que se celebrará en Ginebra intentando un diálogo para solucionar el conflicto yemení, pero como en las malas novelas policiales habrá que esperar una maniobra sorpresiva del asesino.
Guadi Calvo
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