sábado, junio 13, 2015

Guerra contra el Estado Islámico



En los días de la decadencia del imperio chino, altos funcionarios desarrollaron una manera práctica de encarar reveses y derrotas militares por potencias extranjeras. Simplemente anunciaban que las heroicas fuerzas del emperador habían logrado una victoria más contra el enemigo bárbaro.
Para dar honor a esos funcionarios, comprendieron que la mendacidad en serie constituía solo una solución a corto plazo para sus problemas y que las noticias sobre las calamitosas derrotas de China no podían ser permanentemente suprimidas. Pero creían que para cuando esto fuera evidente, una de las fuerzas ocultas de su país entraría en juego que les daría una tremenda ventaja en cualquier prolongado conflicto.
El secreto factor en la victoria de China en las guerras –expertos asesores habían dicho a los funcionarios– era que China era el principal productor de ruibarbo del mundo. Éste era muy utilizado en la medicina tradicional china y era considerado la única cura efectiva para el estreñimiento. Esos expertos aconsejaron confiadamente a los responsables políticos de esos tiempos que todo lo que tenían que hacer era cortar los suministros de ruibarbo a Occidente y que sus dirigentes terminarían por verse forzados a humillarse para implorar por la paz.
Por cierto, es bastante fácil ridiculizar la risible e ilusoria idea de esos mandarines caídos en el olvido hace años, sobre cómo justificar hábilmente las derrotas y tratar vanamente de detener el avance de los bárbaros. Pero sus auto-engaños tienen mucho en común con los de políticos, soldados y diplomáticos que tratan de detener el aparentemente indetenible progreso del “Estado Islámico” (ISIS) en Iraq y Siria en los 12 meses desde que ISIS capturó Mosul el 10 de junio de 2014.
Las desalentadoras experiencias no han impedido que dirigentes occidentales y regionales sean influenciados por ráfagas de falso optimismo. Antes de la caída de Mosul, nadie parecía prestar mucha atención al hecho de que ISIS había capturado Faluya y estaba operando libremente desde la frontera iraní a Alepo. Después que ISIS capturó en junio pasado gran parte de Iraq septentrional y occidental, podría ser tomado en serio, y así fue, brevemente. Pero entonces intervino la conspiración de especialistas en Medio Oriente, que afirmaron que ISIS era solo el antiguo partido Baaz con disfraz islámico, mientras en Bagdad se convirtió en opinión ortodoxa que ISIS había llegado a un acuerdo con los kurdos que habían dado una puñalada en la espalda al ejército iraquí.
Esta teoría, ampliamente compartida, de un complot ISIS-kurdo fue desprestigiada cuando ISIS atacó y derrotó a los kurdos iraquíes en agosto. Pero la acción de ISIS provocó una campaña aérea de EE.UU. en su contra, y los ataques aéreos estadounidenses fueron vitales para impedir que ISIS desbordara la milicia kurda siria que combatía heroicamente por defender la ciudad de Kobani durante un sitio de cuatro meses y medio.
A comienzos de este año, el Pentágono presentó un fantástico escenario sobre una inminente recuperación de Tikrit, y el 31 de marzo el gobierno iraquí finalmente recuperó la pequeña ciudad después de un ataque de un mes de duración. Aproximadamente en esos días me di cuenta de que era tratado con escepticismo cuando trataba de persuadir a la gente de que ISIS ganaba fuerza en lugar de debilitarse. Es verdad, ISIS no había logrado tomar Kobani, pero había resistido el bombardeo de por lo menos 700 ataques aéreos de EE.UU. en un área confinada, una prueba fehaciente de la disciplina y resolución de sus fuerzas. Hablé con numerosos ex miembros de ISIS y confirmaron que ISIS estaba reclutando a jóvenes locales por doquier. Si el auto-denominado califato tiene una población de seis millones, el área de reclutamiento es muy grande.
ISIS no opuso mucha resistencia en Tikrit y podría haberla conservado con solo 500 combatientes. Pero su caída condujo a absurdas esperanzas en Bagdad y en todo el mundo de que ISIS se estaba derrumbando, aunque existía poca evidencia real de que así fuera. Más importante aún, el ejército iraquí no se estaba recuperando después de las derrotas del año pasado. Un funcionario de la seguridad iraquí me dijo que calculaba que su verdadera fuerza de ataque era de solo entre 10.000 y 12.000 hombres (División Dorada, SWAT y unas pocas unidades más). Esto fue antes de la debacle de Ramadi.
La verdadera balanza del poder militar entre ISIS y sus enemigos –tan diferente de la propaganda auto-engañosa– se hizo extremadamente obvia el 17 de mayo cuando ISIS derrotó a soldados de elite iraquíes para tomar Ramadi. Cuatro días después, el 21 de mayo en Siria, ISIS hizo huir en batalla al ejército sirio y capturó Palmira, y desde entonces ha atacado a unidades de la oposición siria al norte de Alepo y en la ciudad nororiental de Hasaka.
Hay que destacar tres puntos respecto a por qué estas victorias son particularmente significativas. En primer lugar, ISIS está atacando en múltiples frentes a muchos cientos de kilómetros de distancia, mostrando más fuerza militar que el año pasado. Segundo, está ganando a pesar de ataques aéreos estadounidenses que supuestamente deberían haberlo parado en seco y estar demoliéndolo. Tercero, estos últimos ataques no fueron una sorpresa como en Mosul, sino, a pesar de que habían sido previstos, los ejércitos iraquí y sirio fueron incapaces de detenerlos.
¿Cómo reaccionaron los responsables políticos occidentales ante estas sorprendentes derrotas? Lamentablemente, su reacción fue muy similar a la de esos funcionarios chinos de hace un par de siglos. Negaron la dimensión de los desastres militares y pretendieron que es ISIS el que está en retirada. El Secretario de Estado Adjunto de EE.UU. Antony Blinken afirmó que el territorio controlado por ISIS se está reduciendo y que “más de 10.000” combatientes de ISIS han sido muertos en ataques aéreos estadounidenses. El primer punto es probablemente infundioso y es, en todo caso, carente de significado en una guerra de casi-guerrilla, mientras altas bajas de ISIS sugieren que tiene muchos más hombres armados de lo que se cree generalmente y todavía está atacando en tantos sitios al mismo tiempo. El Secretario de Estado del Reino Unido Philip Hammond insistía en que la captura de Tikrit, por la que ISIS no opuso dura resistencia, fue más importante que la caída de Ramadi por la que el ejército iraquí había combatido durante meses. Ambos hombres hablaban después de una conferencia en Paris sobre cómo combatir extremistas y que había decidido que no se necesitaba una nueva estrategia.
Muchos de los dirigentes en esa reunión escucharon evidentemente palabras calmantes de sus asesores y servicios de inteligencia sobre cómo alguna versión contemporánea del monopolio chino del ruibarbo condenaría ISIS a una derrota a largo plazo. Durante el año pasado he escuchado un torrente de razones espurias por las que ISIS terminará por ser derrotado, aunque ninguna de ellas ha sido justificada por los eventos. Una favorita de EE.UU. solía ser “armar a las tribus suníes”, pero eso solo dio resultados en 2006-07, cuando era respaldada por 150.000 soldados estadounidenses, y en Iraq contra al-Qaida, que era mucho más débil que ISIS. Tribus en Iraq y Siria que probaron algo semejante por segunda vez han sido masacradas.
Optimistas me aseguran que ISIS desaparecerá porque su extremismo y violencia disgustan a la gente que gobierna. Esto podrá ser válido en cuanto a sus sentimientos, pero no se presentará a elecciones y matará a todo el que se le oponga. Otros argumento es que a ISIS se le acaba el dinero, lo que, incluso si fuera correcto, no va a desplazar a un culto religioso de gran salvajismo que cree que cuenta con inspiración divina. ISIS puede ser derrotado, pero solo cuando se dé prioridad total a lograrlo y cuando los responsables políticos rechacen recetas auto-engañosas para lograr su fin.

Patrick Cockburn
Znet/The Independent
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Patrick Cockburn es corresponsal en Oriente Medio de The Independent; antes trabajó para el Financial Times. Ha escrito tres libros sobre la historia reciente de Irak y un ensayo, The Broken Boy; junto con su hijo, ha escrito un libro sobre la esquizofrenia: Henry’s Demons. En 2005, ganó el Premio Gelhom; en 2006 el Premio James Cameron y en 2009, el Premio Orwell de Periodismo. Su próximo libro es The Jihadis Return: ISIS and the New Sunni Uprising.

Este artículo fue publicado originalmente en The Independent

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