No hay duda, por diversas razones, en este país (de países) la derecha siempre ha tenido la iniciativa. Lo pudo hacer con mayor fuerza cuando la experiencia de la Iª República (con “la Commune” como telón de fondo) se estableció un “compromiso histórico” entre la burguesía ascendente y los componentes del viejo régimen: monarquía, terratenientes, Iglesia, espadones), el mismo que funcionó durante la Restauración y que, con las variantes propias de los tiempos, sigue funcionando en la Segunda. De otra manera no se explica “pequeños detalles” como el hecho de que 130.000 republicanos sigan enterrados de cualquier manera en las cunetas, o que la poderosa “nomenclatura” conservadora haya sido capaz de mantener toda una trama informativa delirante en relación al 11-M con una impunidad carente de parangón.
Tampoco la hay en el hecho de que esta derecha que se ha atrevido a sostener medidas de saqueo contra el pueblo trabajador mientras se sucedían los ejemplos de corrupción, pierda ahora dicha iniciativa con todo lo que tiene que perder. Es en se cuadro donde se sitúa lo que ya podemos llamar el “escándalo Zapata” con el que Esperanza Aguirre quiere encarnar el papel de una Mandela municipal, de dama ofendida por la “canalización” del “holocausto judío”..
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Los hechos del “Holocausto” son bien conocidos, se sabe que hasta el inicio de la guerra en 1939, los judíos asesinados habían sido unos pocos centenares en su tierra alemana y que los que empezaron a huir se encontraron con una insolidaridad generalizada. A la mayoría le importaba que los nazis habían comenzado desde 1933 a acosarlos y perseguirlos con leyes y actos violentos contra la población hebrea, a requisar sus bienes en beneficio de la “obra social” del nuevo régimen cuya capacidad de resolver problemas causa sensación cuando no admiración, de ahí que su influencia creciera entre las élites más reaccionarias convenidas de que, tal como expresaba Helmuth Grima en Cabaret, podían servir para barrer a los comunistas (o sea al movimiento obrero), pero que luego se adocenarían. El exterminio masivo empezó con los judíos que los alemanes capturaban en las regiones conquistadas de la Unión Soviética, allá en el verano de 1941 en un tiempo en el que la ecuación “judío=bolchevique” era muy común para toda la derecha. En menos de cuatro años la “solución final” segó las vidas de más de cinco millones de hombres, mujeres y niños, casi la mitad de ellos en Polonia, judíos más comunistas, gitanos, republicanos españoles a los antes aprovechó como esclavos en beneficio del III Reich y de sus grandes industriales que tenía muy claro eso de que había que trabajar más y ganar menos. El “nacional-socialismo” causó esa destrucción y la Segunda Guerra Mundial fue el escenario apropiado en el que se expandió esa brutalidad justificada por las razones ultraimperialistas a la que se apuntaron los demás fascismos, entre ellos el hispano al que tanto habían ayudado a ganar la guerra contra el pueblo. Obviamente, para que todo eso fuera posible, tenía que haber mucha tropa dispuesta a identificar a los otros como sus enemigos o a considerar aceptable el exterminio, o al menos como algo que no estaba en su mano evitar. Eran los que habían aprendido que en esta vida era mejor estar al lado de los más fuertes y sí era “de los tuyos”, pues mejor que mejor.
Pero toda esta demostración de extrema barbarie (y locura porque racionalmente el exterminio no ayudaba para nada al esfuerzo de guerra, distraía tropas y recursos), no se hizo visible de la noche a la mañana. Durante muchos años el tema quedó más en el fondo, hasta que los supervivientes, familiares y comprometidos impusieron su propia “memoria histórica”, una verdad que no se quería contar, asó por ejemplo, sí bien Hollywood comenzó a bosquejar casos tempranamente, no fue hasta finales de los cincuenta que el tema se situó en películas de serie A. Todos recordamos como estas películas fueron o bien censuradas o bien cortadas o deformadas por una censura que se mostraba “revisionista” avant la leerte.
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El régimen franquista tuvo que cambiar en 1945, incluso trató de llevar a los procesos de Nüremberg a…las autoridades republicanas. El nazismo siguió teniendo sus cómplices entre el personal adicto, revistas como Primer plano arremetían furiosamente contra los alegatos antinazi, el régimen protegía a numerosos personajes del fascismo derrotado (León Degrelle fue el más famoso), y entre nuestros militares era muy habitual declarar aquello que el único error de Hitler fue perder la guerra, lo cual, visto desde la perspectiva española no deja de ser cierto. Desde entonces, los ejemplos de canalización del “Holocausto” han sido innumerables, basta recordar los ejemplos diversos “barones” de la marca socialista como Bono, Iglesias, Vázquez, entre otros, que hasta hace poco compraban la oleada independista con el “holocausto”. En el lado de los “populares” los ejemplos “revisionistas” comienzan con el mismísimo Manuel Fraga Iribarne, hasta atravesar toda la COPE, el llamado “Brunete mediático”. Peo si lograron mantener la relación 11-M-04=ETA, dejarlos cuando les interesó sin que nadie se atreva llevar el debate delante de cualquier volquete de tertulianos, no resulta extraño pues que sus fontaneros hayan encontrados los tuits alusivos a la “solución final y a ETA, y otros que encontraran.
A mí modesto entender y desde mi pasaje de articulista en la Red, así como las lecturas de algunos diarios que mantienen espacios abierto, en las redes la suma de “freakis” políticos resulta alarmante, en verdad alucinante. Creo que, tal como me comentaba la amiga Diana Cordero de Kaos no hace nada, la temperatura ha bajado en los últimos tiempos, lo que significa que existen otras perspectivas, otras preocupaciones y que muchos han hecho su camino entre el dislate nihilista y la militancia seria. Lo que he leído de Guillermo Zapata me hace pensar que media toda una evolución considerable entre el ayer y el ahora, Por lo tanto, a Guillermo le queda mucho por hacer.
Por lo tanto, “su caso” hay que verlo ante y sobre todo como un ejemplo de la guerra sucia mediática, por lo que entiendo que su dimisión se hacía inevitable, una medida obvio de contrición obligada en coherencia con esa evolución. También tendría que servir de advertencia a otros y otras que en sus inicios no supieron medir lo que escribían porque sí ocupan un cargo de unidad popular no se lo van a perdonar y tienen todos los tribunales mediáticos a su favor. Por otro lado, pienso que el hecho tendría que rendir un beneficio pedagógico, explicar quienes son aquí los judíos y quienes los señores. Desde este punto de vista, sí se llega a escenificar un monográfico sobre la cuestión tal como parece plantear la señora Aguirre, pienso que esta sería una ocasión extraordinaria para poner la historia en su sitio.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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