Tras el Brexit, son numerosos los expertos que señalan a Dinamarca como el próximo país que se planteará su permanencia en la Unión Europea. El peligro de contagio enciende las alertas.
Dicen que después de la tempestad llega la calma. Dicen. Pero el Brexit no ha sido sino el primer trueno que puede abrir una larga noche de tormenta donde aparezcan nuevas nubes que emborronen el cielo. Las veintiséis estrellas ya no brillan igual que antes y algunas amenazan con apagarse a medida que su parpadear se intensifica. Mientras tanto, el pánico y la incertidumbre han atracado cerca de Bruselas y caminan a paso decidido por toda Europa a medida que las borrascas del contagio avivan las filas antieuropeístas. Nigel Farage ya avisó: “Después de nosotros, Dinamarca se irá de la UE”. Sin embargo, ¿será Dinamarca el próximo en salir?
El país nórdico, que entró a formar parte de la UE al mismo tiempo que el Reino Unido, ha compartido con éste el euroescepticismo como bandera de su membresía, votando siempre “no” cuando se le ha preguntado sobre una mayor integración en la UE. Un ejemplo de ello fue el rechazo al Tratado de Maastricht en 1992, que obligó a negociar una entrada condicionada a clásulas opt-out o de exención por las cuales pueden decidir si adoptan o no una determinada normativa en materias como política monetaria y seguridad. La existencia de estas cláusulas volvería a ser objeto de referéndum en el año 2000 para permitir la entrada del país en el euro, pero nuevamente el pueblo vetó aumentar la europeización en Dinamarca. Por último, en diciembre de 2015 volvieron a rechazar el levantamiento de estas cláusulas para evitar ceder competencias en materia de Justicia y Seguridad. El caldo de cultivo parecería el idóneo para que pudiese brotar un “no” definitivo a la UE.
Lo cierto es que el debate se halla más vivo que nunca. Han sido principalmente dos los partidos que han alzado sus voces para reclamar la celebración de un referéndum: Lista de Unidad, de extrema izquierda, y el nacionalista Partido Popular Danés (DF), primera fuerza política de derechas tras las elecciones generales de 2015 y soporte principal de la coalición de gobierno que preside un miembro del tercer partido más votado, Lars Løkke Rasmussen.
No obstante, dentro del DF se advierten posturas divergentes. El ala más radical ha enviado un ultimátum claro al Presidente del Gobierno: o promete convocar un referéndum o debe dimitir. Algunos ya le ponen fecha al referéndum: 5 de junio de 2017, día de la constitución danesa. Por el momento, Rasmussen se opone frontalmente a esta opción, aunque si el partido que sostiene su legislatura actúa en bloque contra él, no tendrá más remedio que ceder o convocar nuevas elecciones.
Por otro lado, Kristian Dahl, presidente del DF, aplaza las reivindicaciones de sus compañeros y propone que el referéndum se celebre una vez se haya negociado un acuerdo entre la UE y el Reino Unido. Dahl lo expresaba de la siguiente manera: “Dinamarca debe presionar para que RU consiga el mejor acuerdo posible, y después de eso, será muy natural preguntarle al pueblo danés si quieren seguir el camino del Brexit”. Estas palabras evidencian que por el momento los antieuropeístas no tienen una alternativa mejor que la UE para darle la vuelta a unas encuestas que muestran únicamente un 27% de partidarios de salir del club, según Norstat.
K. Dahl rechaza la convocatoria inminente de un referéndum percatándose de que el antieuropeísmo aún está verde en Dinamarca, a pesar de que existe un contingente del 40,7% que apoya la convocatoria de una consulta, según la agencia Ritzau. No obstante, a diferencia del Reino Unido, el escepticismo danés tiene como foco la soberanía perdida y se oponen a construir más alto en Europa, pero no a derrumbar los puentes ya tendidos. Algunos reclaman un traje a medida que ciña la libre circulación de trabajadores, con su consiguiente dumping social, o el acceso automático de los extranjeros a ciertos subsidios estatales pero, en general, la gran mayoría de los daneses no son adversarios del proyecto europeo en sí.
Por esto, el DF necesita un revulsivo que convierta el euroescepticismo danés en verdadero antieuropeísmo. Y lo tienen. La estrategia será esperar al resultado de las negociaciones entre Reino Unido y la Unión Europea, para valorar el precio que cuesta salir de la UE. Si Dinamarca intuyese que puede conseguir un buen acuerdo con la UE en el que recuperase las parcelas de soberanía cedidas conservando los beneficios del mercado común, el DF no dudaría en remover sus estructuras para conseguir un nuevo estatus jurídico para el país. Es por estos motivos por los que algunos argumentan que la UE debe sentarse a la mesa con una postura de negociación dura evitando que el Reino Unido consiga un acuerdo comercial lo suficientemente interesante como para despertar el interés de los antieuropeístas.
Los expertos, en cualquier caso, consideran que, de momento, es improbable que Dinamarca llegue a celebrar un referéndum sobre su permanencia en la UE. Básicamente, porque sólo la extrema izquierda pide una salida total y porque los sondeos no reflejan que exista ese deseo entre la población. A pesar de sus desplantes, la evolución del europeísmo de los daneses ha sido muy superior a la de otros países, y seis de cada diez estiman que la pertenencia a la UE es beneficiosa. Pero no debemos dejarnos engañar por las encuestas, que no son más que porcentajes puntuales que cambian según la coyuntura que viva el país en su relación con las instituciones europeas. Un ejemplo de esto ha sido Suecia, donde los partidarios de la UE han caído del 59% en otoño de 2015 al 39% actual. Sin duda, la inmersión en una campaña rupturista tras la convocatoria de un referéndum y la introducción del tema en la agenda mediática podría invertir la relación de fuerzas sobre el asunto en Dinamarca.
No obstante, incluso la negativa a celebrar un referéndum no significa que Dinamarca renuncie a pescar en las aguas revueltas del Brexit buscando un acuerdo más favorable con la UE en puntos similares a los que trató Cameron en octubre. De cualquier modo, a día de hoy no parece probable una salida de Dinamarca de la UE, los vientos antieuropeístas soplan por Copenhague, pero los muros que se han construido durante cuatro décadas de unión son demasiado fuertes. Sin embargo, el Brexit ha supuesto un claro toque de atención a las estructuras de la UE. Únicamente de ellos depende que los suelos que sostienen el europeísmo no se conviertan en arenas movedizas.
Fran Ferrera
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