En las páginas de este diario, se informó y denunció en repetidas oportunidades sobre el genocidio cometido hace un siglo por Turquía contra el pueblo armenio y nunca reconocido. El mundo fue tomando conciencia y comenzó a reaccionar.
En los últimos días sucedió un hecho de vital importancia: el Papa ha visitado Armenia durante tres días y condenó al genocidio Armenio llevado a cabo por los turcos. Hasta ahora, durante un siglo, el Vaticano había callado y ahora, en boca de su máxima figura, ha producido una declaración bien clara.
Se trata de un genocidio inexplicable, como todo genocidio. Los hombres ahorcados en masa para no gastar balas y las mujeres con sus niños expulsadas de sus hogares y llevadas al desierto sin agua ni alimentos. Un crimen feroz e imperdonable cometido contra miles de personas.
Hace un siglo la mayoría calló. Luego, poco a poco y paso a paso fue quedando al descubierto y denunciado al mundo entero. Algunos países lo reconocieron, entre ellos la Argentina.
El Vaticano calló. Uno se pregunta: ¿por qué recién ahora? Un paso muy adelante del Papa argentino. Inmediatamente reaccionó el vice primer ministro turco Nurettin Canikil calificando de “desafortunadas” las declaraciones del Papa Francisco sobre el genocidio turco y lo acusó de tener “la mentalidad de las cruzadas”.
Nada de eso es cierto. El Papa ha denunciado un siglo después uno de los crímenes más atroces cometidos por la humanidad. Basta ver las fotografías de las madres muertas de hambre y de sed en el desierto y sus hijos sedientos y hambrientos observándolas.
La pregunta es: ¿Por qué el Vaticano reaccionó recién cien años después cuando ya el genocidio turco había sido repudiado por buena parte de los países del mundo? Y en esto queda claro el coraje del Papa argentino. Lo que queda es la Paz, limar todas las asperezas entre los pueblos y conseguir la necesaria colaboración entre ellos para lograr una existencia feliz de las poblaciones: sin hambre y sin conflictos.
Las minorías armenias, repartidas en varios países del mundo, luchan no solo para que se reconozca el genocidio sino también para que no se repitan los desencuentros entre otras etnias. Para que no se repita la conducta turca de diezmar con la muerte a sus minorías.
Lo están demostrando con sus acciones los armenios distribuidos en todos los rincones del mundo: no olvidar el genocidio armenio significa para ellos levantar la voz de la Paz, del encuentro entre los pueblos.
Tomar conciencia de que la violencia sólo trae violencia y no vida. Ese es el camino, el intercambiar los principios de pacificación y colaboración económica para conseguir una Paz definitiva entre los pueblos.
Turquía debe comprender definitivamente que con los pueblos que viven en sus fronteras debe desarrollar una política de hermandad y conciencia. Después del tratamiento que los turcos dieron en la primera guerra mundial a sus vecinos, los armenios, sólo cabe sacar una conclusión: la condena de lo sucedido y la reivindicación a futuro de la amistad entre los pueblos para eliminar los choques para siempre.
Eso se llama un gesto de nobleza y puede más que la tierra o el dinero. Comenzar una nueva época de intercambio en intercambios culturales, becas, muestras, espectáculos deportivos, campeonatos conjuntos y todo aquello que contribuya a mantener la mano abierta. Olvidar para aprender conductas nuevas. Abandonar el rencor indefinido que genera desasosiego y violencia, siempre.
Pero hasta ahora la información es diferente Se sabe que se juntaron armas y tropas en la frontera. Por eso ha sido tan importante dar a conocer que el Papa realizará un nuevo viaje a esa región: visitará a Georgia y Azerbaiján en setiembre próximo. Es muy buena noticia. Un Papa que se dedique a sembrar la paz entre los pueblos. Esa debe ser su misión.
Osvaldo Bayer
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