La crisis política en Venezuela ha adquirido un definitivo carácter internacional. De un lado, es significativa la decisión de Colombia de romper relaciones con Venezuela en rechazo a su convocatoria constituyente. Es que proviene de un gobierno que contó con el apoyo de Venezuela para desarrollar el ‘plan de paz’ con las Farc y porque el anuncio tiene lugar luego del fracaso de la gestión del presidente de Colombia ante el gobierno de La Habana para concertar una mediación entre oficialismo y oposición en Venezuela. Es claro que la oposición de Cuba a una mediación obedece a la negativa de Trump a ampliar el campo comercial entre los dos países abierto por Obama.
De otro lado, arrecian las versiones de que Trump podría establecer alguna suerte de embargo petrolero sobre Venezuela, si no afectando directamente la importación de crudo venezolano, sí bloqueando las transacciones financieras de la estatal Pdvsa – lo que sería lo mismo. Hasta la semana pasada, el panorama era otro: Trump había desechado un embargo, a pedido principalmente de las refinadoras de Chevron, mientras la cotización de la deuda externa de Venezuela subía, para satisfacción de los fondos buitres, de u$s0.34, en febrero pasado, a u$s0,53 – “y podría subir aún más”, de acuerdo al experto financiero del Financial Times (Lex, 18.7). “Un cambio de régimen, agrega, parece improbable por ahora”, pero incluso si ocurriera, concluye, “no necesariamente gatillaría un defol”. La explicación que ofrece es “la historia de Venezuela de priorizar a los bonistas sobre su propio pueblo”. La explicación adicional es que el capital financiero confía en una salida mediadora a la crisis política de Venezuela.
Rusia también se ha metido en la crisis. La petrolera rusa, Rosfnet, que es poseedora de un 50% de los activos de la refinadora de Pdvsa en Estados Unidos, Citgo, en garantía de préstamos otorgados por Rusia a Venezuela, ha planteado un canje de esa garantía por inversiones en la explotación en la cuenca del Orinoco, con derecho a exportación. La privatización completa de la explotación de la cuenca y la abolición del monopolio estatal de la exportación, liberaría a Venezuela de las consecuencias de un embargo a las ventas de Pdvsa (Financial Times, 25.7).
La operación de Rosfnet, el rechazo de Cuba a acoger una mediación y el apoyo que China brinda a Maduro, muestra un eje internacional de respaldo al gobierno de Venezuela. Demuestra, asimismo, que la Constituyente ‘nacional y popular’ que ha convocado el oficialismo es un canal para la privatización de las riquezas mineras en gran escala. Maduro se encuentra al día con el pago a los fondos buitres gracias al apoyo financiero de Rusia y China, contra la garantía de las reservas petroleras y las concesiones mineras. La Constituyente oficial ha sido convocada no solamente como un recurso para evitar una derrota en elecciones generales, sino también para puentear a la Asamblea Nacional gorila, que se ha opuesto – por supuesto que por ahora - a las privatizaciones en curso. La Constituyente, sin embargo, ha sido rechazada a nivel internacional como sustituto legal válido de la Asamblea Nacional.
Constituyente reaccionaria
Como se ve, la Constituyente no ha sido convocada para defender los intereses nacionales contra la derecha pro-imperialista, sino solamente para asegurar el poder de una camarilla corrupta, que está dispuesta a rematar el país para seguir a la cabeza del Estado. La hostilidad con la que ha sido recibida por los estados imperialistas y sus lacayos, obedece a que cerraría las vías a una mediación que facilite un tránsito ‘pacífico’.
El ex primer ministro de España, Rodríguez Zapatero, mediador crónico, ofreció al preso domiciliario Leopoldo López desactivar la Constituyente ‘emancipadora, en nombre del mismo gobierno, a cambio de una reanudación de los ‘diálogos’. La oferta fue rechazada de plano, con el reclamo de elecciones presidenciales inmediatas.
La posición de López ha abierto una crisis en la oposición de derecha, la MUD. Uno de los principales mentores de la derecha, el presidente de la consultora Datanálisis, Luis Vicente León, denuncia la convocatoria a una “hora cero”, por parte de la oposición (Perfil, 29.7), como un camino ciego que escalaría en una violencia sin final evidente. Toda la orientación de la presión internacional está dirigida a imponer una salida negociada. La dirección política de la derecha se encuentra de nuevo dividida – con más intensidad, incluso, que en el pasado. Lo demuestra el planteo que hizo votar, en fecha reciente, en un referendo privado: intervención militar y gobierno de unidad nacional. El primero supone una escisión en el ejército y la posibilidad de choques entre fracciones de las fuerzas armadas, y lo segundo un co-gobierno con el bando vencedor.
El oficialismo no reconoció todavía una intención de cambiar el régimen político – deja las puertas abiertas, Una de sus voceras aseguró a Telesur que la Constituyente podría convivir con la Asamblea Nacional en funciones. Es que la Constituyente tiene lugar en medio de una etapa de disgregación del oficialismo. Por un lado crece el llamado ‘chavismo crítico’, al que se acaba de incorporar un general – ex jefe de Inteligencia de Chávez - que se encuentra sancionado por parte de Estados Unidos, sin muchas evidencias, por narcotráfico. Desde CNN llamó “a evitar una guerra civil”. El apoyo de Cuba a la convocatoria es condicionado: la fracción del número dos del régimen, Diosdado Cabello, es hostil al castrismo (Stratfor, 28.7). El chavismo gubernamental se encuentra dividido en cuatro o cinco fracciones, con hojas de ruta diferentes y precarias. La “revolución bolivariana” ha pasado de un régimen político plebiscitario y bonapartista, a un régimen bonapartista minoritario de facto, sostenido por una cúpula militar. El programa “antiimperialista” se ha desvanecido. Se ha convertido de relativa o limitadamente progresista, en reaccionario. La Constituyente en danza, es reaccionaria.
Guerra civil
La posibilidad de una guerra civil, como consecuencia del impasse aparente, supone el enfrentamiento de dos grandes sectores de masas. No es lo que ocurre en Venezuela. Lo que sí podría ocurrir es un enfrentamiento entre fracciones militares. Es lo que estuvo a punto de ocurrir en abril de 2002, cuando los comandos de paracaidistas rescataron a Chávez de un golpe militar. Es probable que vuelva a ocurrir, claro que en mayor escala. Podría ser el pretexto para una intervención internacional. América Latina sería sacudida hasta sus cimientos. Es lo que tiene que tener presente la izquierda revolucionaria del continente, abandonado sus fantasías acerca de desarrollos electorales y democratizantes.
Más allá de las movidas callejeras de la oposición de derecha e incluso de movilizaciones masivas, la oposición al gobierno viene creciendo, en forma lenta pero firme, en los barrios y masas pobres e incluso en los bastiones territoriales del ex chavismo. Esto no es una señal de guerra civil, es lo contrario: una unión objetiva de clases enfrentadas, que se oponen al gobierno. La incorporación de sectores populares, sin embargo, difiere de la derecha en método y en orientación – no constituye un frente único. No tiene objetivos políticos de algún tipo y está lejos de apoyar el ascenso de un gobierno macrista. La izquierda debe separar a esas masas de la derecha, que ejerce la batuta opositora, y ofrecer una estrategia independiente, no sumarla a esa derecha, y de ninguna manera mantenerlas en el corralito de los verdugos oficiales. Esta diferenciación política entre la oposición derechista y burguesa, de un lado, y la obrera y popular, del otro, tendrá lugar sin ninguna duda, no importa los rodeos que dé, en el curso de la crisis. Abreviar el proceso evitará mayores sufrimientos y alejará el peligro de una victoria derechista estratégica.
El gobierno utilizará todos los medios para disimular el fracaso de la convocatoria a la Constituyente que ha puesto a votación. Habrá un boicot enorme. Su instalación la convertirá en un centro de ataque de la oposición que maneja la calle y, eventualmente, de las masas populares que se hunden cada vez más en la miseria. Será, con certeza, el escenario donde aflorarán las divisiones del oficialismo; las riñas dentro del ámbito cerrado de las camarillas, se harán públicas. El propósito de cambiar el régimen chavista pluripartidario, por otro de partido único estatal, puede convertirse en un bumerán.
La bancarrota capitalista mundial está sacudiendo los cimientos de las sociedades capitalistas de América Latina.
Jorge Altamira.
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