Según la versión ofrecida por la agencia oficial Xinhua más de una semana después de producirse la noticia de su fulminante cese, el ex secretario del Partido Comunista de China en Chongqing, Sun Zhengcai, está “sometido a una investigación” por “serias infracciones a la disciplina” que no detalla. La nota abunda en que el ya “caso Sun Zhengcai” responde a la exigencia de una “autogobernación estricta del Partido” y a la premisa de que “todos son iguales ante la ley” de modo que “nadie tiene el privilegio de no observarla”, sin excepciones.
Lo llamativo del caso es su contexto. En tres aspectos. Primero, que el hecho se produzca a escasos meses del XIX Congreso del PCCh, previsto para otoño, en el cual debe procederse a un reajuste importante de los máximos órganos de dirección del Partido. Segundo, que Sun no es una figura menor: se trata de un firme candidato al Comité Permanente del Buró Político y señalado por muchos como probable sustituto del primer ministro Li Keqiang a partir de 2023. Exponente de la sexta generación de dirigentes, Sun gozaba de prestigio por un talento reconocido a través del ejercicio de numerosos cargos de máxima responsabilidad a edad temprana, incluyendo su condición de miembro más joven del actual Buró Político. El principal hándicap de su carrera política es la proximidad al ex primer ministro Wen Jiabao (así como a Jia Qinglin o Liu Qi) y la falta de afinidad con Xi Jinping, el actual secretario general del PCCh, aunque este alabó en alguna ocasión su labor. Tercero, el sustituto de Sun es Chen Min`er, igualmente talentoso pero con el añadido de una virtud iluminadora, su afinidad con Xi.
Versiones no oficiales sugieren que la investigación de Sun está relacionada con la comisión de “errores políticos”, en concreto, con su actitud ambigua a la hora de erradicar la influencia y los vestigios –léase, sobre todo, los cargos sobrevivientes- del periodo de Bo Xilai en Chongqing. Recuérdese que Bo fue objeto de un escandaloso caso previo al XVIII Congreso (noviembre de 2012). Esta “laxitud” de Sun afectaría a figuras como He Ting, al frente de la policía, o al antiguo alcalde Huang Qifan. Otras fuentes van más allá y relacionan la investigación con su esposa, Hu Ying, bien relacionada con las esposas de procesados como Su Rong o Ling Jihua con proyecciones en la banca Minsheng, aquejada de una gestión más que dudosa.
Sea cual fuere la causa, la investigación de Sun es una advertencia clara de Xi a sus rivales en vísperas del cónclave de otoño. Xi reclama manos libres para hacer y deshacer a su antojo y la defenestración de Sun es el mensaje con el que aspira a neutralizar a sus oponentes, evocando la posibilidad de saltarse las reglas al uso en materia de sucesión en el seno del PCCh. No obstante, la destitución pudiera abrir la caja de Pandora de la lucha de clanes si sus adversarios no se dejan intimidar, alentando las luchas internas.
El principal ariete de la estrategia de Xi es la comisión de disciplina y su titular y aliado, Wang Qishan. El mandato de Wang debe expirar este año atendiendo a razones de edad y uno de los caballos de batalla del próximo congreso será su continuidad o no. Está por ver igualmente cómo le pueden afectar a Wang y otros dirigentes las denuncias del magnate financiero fugitivo Guo Wengui, que asegura disponer de información comprometedora y que afectaría de lleno al propio Wang por sus vínculos anteriores con el sector financiero (Wang fue viceprimer ministro en la etapa de Wen Jiabao) . Las normas relativas a la censura se están intensificando hasta niveles nunca conocidos al igual que la persecución de Guo en el exterior.
Xi y Wang se plantean el congreso de otoño como la oportunidad para consolidar posiciones de sus redes de fieles con la lealtad ideológica y personal como fundamentos principales de la promoción pasando la meritocracia a segundo plano. Sobre esa base, en los últimos años, el tándem Xi-Wang ha avanzado posiciones muy amplias en los escalones del poder provincial y también en el central, desde los ministerios al aparato de seguridad y militar. Con tal nivel de poder acaparado podrán condicionar la sucesión en la próxima década y hasta imponer un inusual tercer mandato del propio Xi.
Paradójicamente, la esencia de la tan alabada propuesta de gobernanza de Xi Jinping es la habilitación y sistematización de controles institucionales del poder, sometiéndolo a una “jaula de regulaciones”. La realidad es que su poder, en un contexto de alabanza creciente y chocante de sus habilidades de todo tipo, se afianza a medida que rasura los pocos controles que le quedan. Xi no se siente atado por criterios o preferencias anteriores e impone sus reglas.
Xulio Ríos
Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China
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