sábado, enero 06, 2018

El regreso de la URSS de André Gide



En torno a lo algunos han llamado “la cuestión Gide” se pueden numerosas fuentes comenzando por sus obras del propio Gide más relacionadas con el “compromiso político”: “Litterature engagé“e (Ed. Gallimard, Paris, 1950), o su Diario(selección, prólogo y traducción de Laura Freizas, Alba, Barcelona, 1999), amén como los siguientes estudios: Claude Martín, “André Gide par lui-même“ (Ed. Seuil, Paris, 1963); Jurgen Ruhle, “Literatura y revolución “ (Ed. Luís de Caralt, 1963, Barcelona); la mucho más minuciosa de David Caute, “El comunismo y los intelectuales franceses 1914-1966“ (Oikos Tau, Barcelona, 1967), del mismo autor, “Compañeros de ruta“ (Ed. Grijalbo, México, 1975), y sobre todo el de Herbert R. Lottman, “La Rive Gauche. Intelectuales y política en París 1935-1950“ (Ed. Blume, Barcelona, 1985). Las diferentes citas están extraídas de estos libros y por supuesto, el “regreso a la URSS” cono sus “Retoques” que ahora acaba de reeditar Alianza que también ha publicado otro clásico de la “herejía” antiestalinista, la “Medianoche en el siglo” de Victor Serge, autor del que, por cierto, se está reeditando buena parte de su obra.
La expedición comenzará en Leningrado donde Gide se encuentra con otros viajeros, en particular con el joven escritor comunista holandés Jef Last con el que mantendrá una gran amistad: David Caute se atreve a aventurar: “en el caso de Gide, los aspectos privados y públicos de su vida se confundieron y no es calumnia señalar que su tardío compromiso con el comunismo fue, en parte, promovido –aunque no provocado desde el comienzo- por consideraciones personales hacia ciertos jóvenes amigos, particularmente hacia el comunista holandés Jef Last. Y como entre los partidarios de Trotsky está el joven y atractivo autor de Straits in the Gate, Gide se sintió obligado a viajar, simultáneamente, en direcciones generalmente consideradas incompatibles (El comunismo y…, p.135). Esta conjetura, aparte de reducir drásticamente su evolución personal, no tiene en cuenta que Last: a) no fue nunca “trotskista”; b) que acompañó a Gide a la URSS sólo al principio; y c) en el Congreso de Valencia se mantuvo al lado de la posición más oficialista.
El 20 de junio, Gide aparece en la Plaza Roja al lado de Stalin, de Molotov y de otros altos dignatarios, y es el encargado de pronunciar la elegía fúnebre de Máximo Gorki. Esta es la situación cuando el 20 de agosto se opera un cambio en la posición de Gide. Sobre dicho cambio se han hecho diversas conjeturas, pero la más importante es la escenificación del primer proceso de Moscú en el que, la hipotética primera víctima, el propio Stalin, no es citado, y que concluirá con el fusilamiento, entre otros, de dos líderes de Octubre: Zinóviev y Kámenev. Pero el caso es que Gide manifestará su rechazo de una manera insólita: rechazando una invitación para ser recibido nada menos que por Stalin, el humilde “padre de los pueblos”. Su mayor informante en este terreno será Víctor Serge, responsable junto con Panait Istrati del primer “Retour” crítico sobre la naturaleza burocrática Rusia de Stalin, obra escrita a finales de los años veinte con el concurso de Víctor Serge y de Boris Souvarine, dos escritores estrechamente ligado a la Oposición llamada trotskista.
En noviembre del mismo año aparece su “Retour de l’ URSS”, que causa una extraordinaria conmoción en los medios culturales. A Gide le corresponde el doloroso honor de ser el primer escritor célebre que, desde la izquierda, denuncia el régimen estalinista. Se ha dicho que en su libro no se ofrece ninguna información particular, y aunque confiesa que no ha leído a Trotsky, sus argumentos son en no poca medida coincidente con los de La revolución traicionada, que éste había publicado un poco antes. Pero aunque no se trata de una de sus obras más elaboradas, el libro es un modelo de sobriedad que se apoya llanamente en los datos empíricos y psicológicos que ha presenciado. Así por ejemplo se congratula por la humanidad y la simpatía de la población, de la ausencia de pobreza en las calles moscovitas, pero le aterra ante la falsedad de los funcionarios y la uniformidad generalizada.
Obviamente también se rebela contra el hecho de que los homosexuales sean deportados por cinco años, un aspecto que se convertirá en uno de los flancos preferidos de los dardos estalinistas cuando será puesto en la picota como un “típico representante de la casta intelectual burguesa en descomposición” con el que antes gustaban de presumir. Algunos de sus amigos de la izquierda como André Malraux, Jef Last o el inquieto Paul Nizan, le echaran en cara su inoportunidad estando por medio del ascenso de los fascismos, sobre todo en España donde todos se han comprometido en la primera línea.
Con la intención de contrarrestar los efectos del “Retour…”, el Kremlín invitó al escritor judío alemán León Feuchtwanger que escribirá Moscú 1937 que no destacará ni por sus méritos literarios y mucho menos por su veracidad; el propio autor reconocerá más tarde que se trataba de una apología de los “procesos de Moscú” y que nunca simpatizó con la revolución. Pero a pesar de la campaña denigratoria, el “Retour” alcanza en poco tiempo ocho ediciones. Del 23 al 30 de enero de 1937 tendrá lugar el segundo de los grandes procesos de Moscú; en primavera se suicidan dos estalinistas de primera hora, Ordjonikidzé y Gormarnik. En junio la caza de brujas se extiende al Ejército Rojo. A continuación comenzará una depuración sangrienta y masiva que se prolongará hasta finales de 1938. El 13 de marzo, en el momento del tercer proceso, Gide escribe en sus cuadernos: “Las nuevas ejecuciones en la URSS, donde el terror se exaspera y adquiere un aspecto de locura, nos ocupan el espíritu de tal manera que no hablamos de otra cosa”. En este contexto, exacerbado por las miradas críticas de los amigos del estalinismo, Gide decide precisar mejor su pensamiento con sus “Retouches” al “Retour de l’ URSS”.
Como señalaría la editora de sus Cahiers, María Van Rysselberghe, el primer libro es el propio de un hombre conmovido por el contraste existente entre la realidad y la utopía, en tanto que el segundo es el de un “hombre irritado”. En esta ocasión se trata de una requisitoria, de un “yo acuso” en toda la regla. En la URSS, escribe, el espíritu libre se encuentra más castrado, más banalizado que en cualquier otra parte y no duda en establecer una semejanza con la Alemania del momento. La delación se ha convertido en una virtud cívica, y constata la existencia de una miseria que había querido abolida. Su conclusión es rotunda: “…la República soviética ha traicionado nuestras esperanzas”. En este nuevo texto Gide trata de seguir con su ponderación, y no cuestiona la revolución. Lamenta su deformación y que no haya podido profundizar más en el sentido de la igualdad y la libertad. Es claramente una obra “reformista”, pero es infinitamente más de lo que el estalinismo está dispuesto a admitir.
Después de Retouches, Gide parece volver a la etapa anterior a su compromiso. Desde junio de 1937, su Journal trata exclusivamente de problemas relacionados con la creación literaria, pero no tardará en salir de nuevo a la palestra llamado por acontecimientos de mayo del 37 en Barcelona. Su posición en relación a la guerra civil española era ya bastante clara, y nada más comenzar Gide habló con pasión de un dilema entre todo lo que había de avanzado y noble -la República-, con todo lo que había de retrógrado y brutal -el franquismo-, y en su vehemencia, no dudó en levantar su copa por la victoria de la República en una cena con Stalin, justo cuando éste se había mostrado como un abanderado de la farsa de la no intervención y Pravda todavía no había tomado partido. Una carta le informa desde Barcelona de los procedimientos que se están empleando contra el POUM y la CNT, y esto le lleva entonces a apoyar una campaña internacional a favor de Andreu Nin y otros perseguidos junto con George Duhamel, Roger Martín du Gard y François Mauriac y otros prorepublicanos que envían una carta a Negrín exigiendo que se aclare la situación de los perseguidos. En este momento Gide manifiesta también su voluntad de asistir al Congreso de Intelectuales Antifascistas que el gobierno de Negrín ha organizado en Valencia con el soporte total del Komintern.
Pero esta este es ya otra capítulo en el que la URSS de Stalin aparece como la única potencia que apoya el esfuerzo numantino republicano.

Pepe Gutiérrez – Álvarez

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