Todo terminó desastrosamente para Trump, entre los días 31 de octubre al 1 de noviembre de este año 2018, aunque comenzó antes. Se trata de una derrota, que puede ser considerada como el Girón dentro de las Naciones Unidas.
Todo comenzó, cuando se pretendió, por la administración norteamericana, de protagonizar una condena contra Cuba, por “violación de los derechos humanos”, en los propios salones de Naciones Unidas, varios días con antelación a que se sometiera a la Asamblea General de la ONU, la Resolución contra el bloqueo económico comercial y financiero de Estados Unidos Contra Cuba. Querían crear el ambiente necesario contra Cuba, para las patrañas que vendrían después.
Con posterioridad a la primera derrota, ya el gobierno estadounidense tenía también preparada otra patraña. La de una enmienda, que poco antes de ser sometida a su discusión en ONU, la convirtieron en ocho, para tratar de presionar por modificaciones al documento cubano y complicar la votación de la resolución cubana en la Asamblea General.
Tales enmiendas, tenían como objetivo central, adulterar el carácter condenatorio de la resolución cubana, restándole su filo político de condena a la política del bloqueo de Estados Unidos, contra Cuba, por medio de una sarta condenatoria sobre derechos humanos. Logrando, además, contar con algo de que aferrarse para tratar de legitimar la ya histórica agresión contra Cuba.
Se quería que tales enmiendas, sirvieran para confundir y desviar la atención de la comunidad internacional, del objetivo fundamental y de hacer perder fuerza a la resolución cubana que, en 26 ocasiones, había sido aprobada por la inmensa mayoría de los países, con lo que Estados Unidos había sido condenado. En esas enmiendas, se utilizaba la artimaña de acusar Cuba de “violación de los derechos humanos”.
Con el mayor descaro y sin la más mínima consideración, el gobierno estadounidense, haría votar en ocho ocasiones, al pleno de la Asamblea General, ejerciendo, además, abiertas presiones contra sus miembros y con el propósito de dilatar el proceso y restar peso y atención al acto de aprobación de la resolución cubana. Lo que ha resultado ser siempre el momento más importante de la confrontación entre Cuba y Estados Unidos, en Naciones Unidas.
Un proceso, que, dentro de la Asamblea General, en las ocasiones anteriores había demorado apenas medio día, fueron en esta ocasión, necesarios dos días de dos largas sesiones, para la votación de la resolución cubana. Todo lo cual devendría un castigo para la representación norteamericana, que vería como paulatinamente, se desmoronaba su invención para agredir a nuestro país.
Tuvieron que sufrir, por la propia malsanidad y descaro con que ellos mismos lo habían diseñado, cómo se iba desbaratando, ante sus ojos, cada enmienda, que eran derrotadas, con más de 60 votos de abstención para cada una y apenas tres votos de aprobación para la totalidad de las ocho.
Fue posible disfrutar los rostros de la delegación estadunidense, que se iban tornando cada vez, más grises, asombrados y asustados, sobre todo el de la representante de Estados Unidos en Naciones Unidas, Nikki Halley, que observaba aterrada, como su despedida del cargo, de embajadora ante las Naciones Unidas, se acercaba a la pesadilla, que concluyó, cuando al votar la resolución cubana contra el bloqueo, esta resultaba aprobada por 189 votos, con solo dos votos en contra –Estados Unidos e Israel- y ninguna abstención.
Todo el desprecio, la prepotencia y la miseria humana, que había caracterizado siempre la actitud de la Embajadora, ante la comunidad internacional recibiría entonces, el premio merecido. Despedirse del cargo, con la peor actuación y resultado, que ha tenido un embajador norteamericano, ante el conclave internacional más importante dentro de la diplomacia mundial.
Creo, que solo un acto de decencia diplomática, del que ella nunca hizo uso, frente a la comunidad internacional, fue lo que impidió, que la inmensa mayoría de los allí presentes, no la despidieran con una “soberana trompetilla”.
Las caras de asombro, de la representación norteamericana, eran la viva expresión de la seguridad que habían sentido, hasta ese momento, por considerarse reconfortados y triunfantes, ante la maniobra que habían preparado. La prepotencia imperial, que siempre ha acompañado a la política exterior de Estados Unidos, no les había permitido concebir lo que allí estaba ocurriendo.
La inmensa mayoría de los países volvían a condenarlos, dándoles su apoyo a Cuba, por vigésimo séptima vez, derrotando a Estados Unidos y a la delegación que los representó, en el plenario de la asamblea general de Naciones Unidas.
Una derrota, como la sufrida ahora por Estados Unidos, tiende a fortalecer la respuesta que la comunidad internacional le está dando a Donald Trump, ante la pretensión de situar su política exterior en el mismo centro de la hegemonía mundial.
No es nada despreciable, lo que habría beneficiado, a Trump, que Cuba hubiese salido derrotada de esa confrontación, pues la connotación, que tuvo esa derrota, aunque es solo simbólica, es decir no vinculante, evidencia que Estados Unidos no cuenta ya con la fuerza, que en otros tiempos tuvo, para decidirlo todo a su favor. Y su significado es aún mayor, para los países más pobres y pequeños como Cuba.
Pero del mismo modo, como JF. Kennedy, sufrió la derrota de Girón, e inmediatamente buscó como desquitarse. Ahora Trump, por medio de J. Bolton, diseña un golpe para aliviar el impacto de la derrota.
Y el golpe, parece venir por la vía del manejo que quieren hacer de la Helms-. Burton, con la compañía de sus aliados internos contra Cuba. Dígase marco Rubio. Ileana Ross, Bob Menéndez, y otros.
Parece ser que la estrategia ha sido diseñada sobre la base de los elementos siguientes:
Pasar el manejo de la Ley Helms-Burton a la casa Blanca.
Eliminar la suspensión semestral del capítulo III de la Ley mencionada.
Activar el proceso de reclamaciones de las propiedades estadounidenses en Cuba, que había quedado detenido, y que incluye a las propiedades de aquellos que se convirtieron posteriormente en ciudadanos de esa nación.
Continuar y agudizar las presiones de las multas a la banca, que intentase facilitar a Cuba la utilización del dólar.
Presionar aún más, para evitar el comercio exterior de Cuba. Así como la llegada de posibles inversiones, particularmente, de compañías norteamericanas.
Afectar al máximo posible la actividad del turismo cubano.
Como buenos “perros hueveros”, continúan en su intención con el bloqueo, aunque ya en 27 ocasiones, les hayan quemado el hocico.
Lo cual no consideramos fácil, debido a las razones siguientes:
Estados Unidos, no logra ya, cómo antes, que sus socios europeos, lo sigan en la política de agresiones contra Cuba. E incluso, existen negociaciones para establecer mejores relaciones entre Europa y Cuba. Lo que significa que Europa ha roto las cadenas de la dependencia que la ataban a tener que replicar la política agresiva de Estados Unidos hacia Cuba.
Las brutales presiones comerciales sobre China, están afectando también a los aliados europeos de Estados Unidos. Que no comparten esta política de Trump, que comienzan también a afectar la economía norteamericana.
Países, como Alemania, no responden como antes lo hubieran hecho, a las presiones norteamericanas sobre Rusia. Más bien entran en negocio. De lo cual es un ejemplo el gasoducto.
Rusia está fortaleciendo los mecanismos, para profundizar sus relaciones económicas con Cuba. Considerándolo como un asunto estratégico.
China y Rusia continúan incrementando sus relaciones económicas con América Latina y Cuba, disputándole el histórico traspatio a Estados Unidos y colaborando en la superación de la crisis económica en Venezuela.
Estados Unidos ve cómo crecen internamente los intereses de una mejor relación económica y política con Cuba.
Marco Rubio y el sequito que lo sigue, choca con los obstáculos, de sectores de negocios, que no solo quieren relacionarse con Cuba, sino que, además, se sienten preocupados sobre una política de Trump, que afecta los intereses de Estados Unidos con sus históricos aliados.
Trump cuenta con un conjunto de dificultades internas, que le imposibilitan oponerse a relacionarse con Cuba de manera absoluta.
La ultima provocación con los llamados “ataques sónicos”, se viene diluyendo, dentro de un soberano desprestigio.
No es nada despreciable lo que habría beneficiado a Trump que Cuba hubiese salido derrotada de esa confrontación, después de haberla ganado en 26 ocasiones.
Los resultados de las elecciones de medio término, el 6 de noviembre, puede complicarle el panorama político interno a Trump, pues, si los demócratas logran controlar el congreso, el presidente puede verse muy cerca del juicio político. De no ser así, las presiones sobre Cuba y Venezuela continuaran como hasta ahora y se agudizaran.
Si Trump, logra las ventajas en las elecciones de medio término, lo cual no es descabellado pensarlo, se envalentonará en su política y en el 2020, podremos tenerlo cuatro años más en la presidencia de Estados Unidos.
Trump cuenta con fuerzas para decidir las cosas a su favor; son esas, la unidad republicana a su alrededor; sectores muy ricos y poderosos, a los que les conviene su política de reclamar para Estados Unidos el centro hegemónico de la política mundial. A cualquier costo, aún el de una guerra mundial.
De todos modos, pase lo que pase, continuarán existiendo sectores políticos y de negocios, que seguirán presionando hacia la mejoría de las relaciones con Cuba. Tal y como se puso claramente de manifiesto con la visita del presidente Díaz Cannel a Nueva York.
Solo que el reto para Cuba, continúa siendo, hacer crecer su economía y poner en practica todos los ajustes en su política económica, que le permitan desatar al máximo sus fuerzas productivas.
Por qué no debemos nunca esperar, que el levantamiento del bloqueo, nos pueda llegar de una actitud política humanitaria, por parte de cualquier administración norteamericana.
Esteban Morales
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