La elección en cifras
La elección presidencial brasileña terminó con la victoria del derechista Jair Bolsonaro, con 57.5 millones de votos, mientras que el candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad, alcanzó los 46.5 millones. De pronto, la victoria aparenta ser un cheque en blanco al exmilitar, admirador de la tortura y de las dictaduras latinoamericanas, pero no es así. En primer lugar, Haddad salió victorioso en 2.810 ciudades, mayoritariamente en el nordeste (región más pobre y que vivenció, por primera vez, una serie de políticas públicas en el Gobierno de Lula), mientras Bolsonaro se impuso en 2.760; principalmente en las regiones sudeste, centro-oeste y sur. Bolsonaro venció en el 97% de las ciudades más ricas y Haddad en el 98% de las ciudades más pobres. Por otro lado, sumando los votos nulos, blancos y las abstenciones, 42.1 millones de electores optaron por no elegir ningún candidato, lo que representa alrededor de un tercio del electorado.
En los gobiernos estatales, el PT ganó cuatro Estados y administraba cinco; por su parte, el Movimiento Democrático Brasileño (MBD) –antiguo Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMBD), colectividad del golpista Michel Temer– redujo de siete a tres sus gobiernos estatales; el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) pasó de cinco a tres gobiernos. El Partido Social Liberal (PSL) –de Bolsonaro– saltó de cero a tres gobiernos. En efecto, en términos de población gobernada, el PSDB tendrá el mayor número (en función de São Paulo) de gobernadores estatales, seguido por el PT.
En cuanto a la Cámara, el PT tendrá la mayor bancada con 56 diputados (actualmente tiene 61), y el PSL 52 (ante los 8 actuales). El PSDB pasó de 49 a 29 diputados y el MDB de 51 a 34. En el Senado, también ocurrió el fenómeno de la pulverización, y su composición saltó de 15 a 21 partidos. El PT tuvo el mayor revés: de 13 a seis; el MDB tenía 19 y ahora tendrá 12 y el PSDB tenía 11 y ahora tendrá ocho. El PSL no tenía ningún senador y ahora conquistó cuatro escaños.
Porqué se produjeron estos resultados
Tales cifras revelan el efecto de la criminalización de la política emprendida por los grandes medios de comunicación y sistema judicial, para atender el avance del capital sobre el trabajo, materializado en los últimos años. Para promover esta arremetida fue fundamental derribar a Dilma Rousseff y apresar a Luiz Inácio Lula da Silva, retirándolo de la disputa electoral. Pues ocurre que, al hacerlo, para minimizar la creencia popular de selectividad y persecución política al PT y Lula, salpicaron a los partidos tradicionalmente representantes de las burguesías nacionales e internacionales. Así, también fueron prácticamente barridos en un acto de pulverización, capitaneada por el partido de Bolsonaro, una mezcla de conservadurismo y militarismo.
El desempeño del candidato fascista se consolidó a partir de la prohibición de la candidatura de Lula. Por un lado, la derecha no lo atacaba al creer que era el PT el adversario principal; por otro, el PT tampoco actuó para destruir su imagen, enfocándose en la promoción de Haddad y su vínculo con Lula. Sucede que la consigna de los movimientos sociales: "Elección sin Lula es fraude", también era un sentimiento popular y se reveló en el 1/3 de los votantes que no escogieron ninguno de los dos candidatos. Además, al criminalizar la política, la propia derecha extinguió su campo político, provocando el desplazamiento de sus electores a la extrema derecha. El PSDB, entonces, no pasó de un dígito, en una vejatoria derrota. Asimismo, Bolsonaro heredó esos votos, se posicionó como candidato de la apolítica o anti-sistémico, recaudando a los electores de fundamentalismo religioso y perspectiva moral conservadora. De esta forma, entre sus filas estaban desde la turba fascista y militar –su núcleo duro– a las personas que pensaban: "si nada sirve, que se solucionen las cosas ya o que explote todo de una vez".
Bolsonaro supo lidiar con el sentimiento popular de inseguridad y un debate que se cristalizó en la sociedad brasileña de avance del punitivismo penal, aunque con propuestas frágiles como "un hogar, un arma".
Por último, otros dos elementos fueron fundamentales para su victoria en la recta final: primero, el episodio del controvertido atentado contra su vida –hasta ahora todavía circulan versiones alegando que él, en verdad, estaría con cáncer y habría sido un gran armazón–. Siendo o no teoría de la conspiración, el hecho es que, con tal evento, él no participó de ningún debate en la segunda vuelta y así evitó ser expuesto y contrariado frente al electorado.
Segundo, conectado a aquel elemento, está el desplazamiento de su campaña de las calles y medios tradicionales de campaña hacia las redes sociales, especialmente el WhatsApp. En este caso, además de una comunicación unidireccional y sin cuestionamientos, el candidato creó una red criminal gigantesca de fakenews, esquema denunciado en las vísperas de la segunda vuelta, en el que millones de brasileños recibieron vídeos y noticias falsas, a partir del acceso criminal a sus datos por empresas que apoyaron su candidatura. Si el sistema de justicia funcionara con normalidad, necesariamente su candidatura debió haber sido retirada. El proceso se sigue tramitando en el Tribunal Superior Electoral.
Qué hacer frente al Brasil de Bolsonaro
Ante estos resultados, la extrema derecha buscará hacer que Lula cumpla su condena íntegra en la cárcel, desarticular organizaciones sociales y movimientos sociales de izquierda, sofocar los espacios universitarios y culturales –donde persiste una resistencia progresista–, aparte de impulsar un proceso de fascistización de la sociedad y aniquilamiento físico de liderazgos.
En el campo democrático-popular cabrá colocar en el orden del día la campaña nacional e internacional de liberación y juicio justo del presidente Lula, redoblar la defensa de sus organizaciones y entidades, recrear los lazos perdidos con las mayorías trabajadoras, a partir de la defensa de la democracia “concomitante” a la defensa de los derechos sociales y laborales de las clases trabajadoras, y crear medios de comunicación tradicionales y en las redes.
Defender abstractamente la democracia, en este momento, sólo nos colocará en pie de igualdad a la derecha derrotada. Impedir la reforma de la previsión, denunciar todos los ataques a los derechos laborales y políticas públicas son parte necesaria para que la izquierda vuelva a ser referencia en el seno popular.
Los tiempos son sombríos, pero el mismo movimiento objetivo de las clases trabajadoras, derivado de la mejora de las condiciones de reproducción social, tiende ahora a desplazarse en el sentido inverso, con la depreciación objetiva de tales condiciones. Compete a la izquierda realizar una defensa estratégica, sobrevivir y actuar sobre las contradicciones que han de surgir en el Gobierno de extrema derecha y ultraliberal de Jair Bolsonaro.
Daniel Araújo Valença
La Correo (Bolivia)
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