La serie origen alemán realizada por el gigante de streaming Netflix es catalogada por la mayoría del público como unas de las mejores series de los últimos tiempos según algunas encuestas. Aquí un breve análisis y unos spoilers.
La promocionada serie cuenta con tres temporadas. En sus primeras temporadas, toma un matiz policial con una carga “científico/religiosa” que juega con la cuestión del tiempo y su dimensión relativa para luego, en su tercera temporada, finalmente transformarse en un compendio de lugares comunes.
El punto de partida de la trama es la desaparición de un niño bajo circunstancias extrañas. Avanzado el desarrollo de la historia, nos enteramos de que un relojero, frustrado por la mala relación con su hijo, inventa una máquina del tiempo, abriendo portales en cinco momentos de la historia humana. Más allá de lo ficcional de la serie, siembra dudas en el espectador por el enfoque reduccionista, a saber, de la gesta de los diversos descubrimientos científicos a través de la historia de la humanidad, en la cual no encontramos grandes desarrollos desde el aspecto individual sino colectivo.
En una primera aproximación, la serie confunde la cuestión técnica con la tecno-científica. Se diferencian porque, en la primera, no se necesita de conocimiento científico para generar, supongamos, un utensilio. En cambio, en la segunda, sí se necesita de conocimientos superiores para desarrollar un artefacto que transporte materia de un lugar a otro como pretende la serie. ¿Es posible que un relojero realice una máquina del tiempo? Aquí es donde el argumento nodal de la serie pierde toda verosimilitud por lo simplista de la idea, es necesario aclarar los puentes que teje la serie con los avances reales de la ciencia, principalmente el acelerador de partículas y los restos de material radioactivo en las profundidades del pueblo ficticio de Winden, que remite a los subsuelos de la Alemania actual y sus desechos radioactivos de gran peligrosidad. En la actualidad, luego de 50 años de investigación moderna, los científicos sólo pueden transportar apenas dos átomos por la complejidad del experimento.
En la historia de la ciencia moderna no existe ningún trabajo de gran envergadura donde se inventan o descubren fenómenos sin ningún tipo de carga teórica, conocimiento previo. El Proyecto Manhattan, posterior a la Segunda Guerra Mundial, con inicio en 1939 y su finalización en 1946, fundador de la Big Science -ciencia a gran escala- traza las políticas científicas posteriores que luego harán mella en la sociedad mundial con sus políticas de “progreso”. En su discurso, el presidente norteamericano Truman deja interesantes reflexiones sobre lo que luego pasaría en el mundo y principalmente América Latina con las políticas de alimentación, la centralidad en la carrera armamentística, etc.
Retomando la trama de Dark, cuesta creer que un individuo construya como lo pretendido por el relojero alemán dicho artefacto cuando en realidad dos científicos brillantes como Niels Bohr y Werner Heisenberg se les ha ido la vida en el estudio atómico de la materia (en tiempos de pandemia se recomienda la obra adaptada al teatro Copenhague, disponible en Youtube). Aquí no haré un análisis ético-científico-tecnológico del producto bomba atómica por su obvia complejidad, que no atañe a este artículo. En la obra hay interesantes aproximaciones a estas cuestiones filosóficos-científicas. Por otro lado, tenemos la carrera espacial como otro gran descubrimiento científico ganada por los soviéticos en 1957 a EEUU con el lanzamiento del Sputnik 1.
Si bien es una serie que trabaja con ficción, en momentos que enuncia a la ciencia para describir situaciones reales, materiales, lo hace con una superficialidad wikipediana tanto en sus dos momentos donde intentaron describir la mal llamada “máquina de dios”, sino el acelerador de partículas, como cuando explicaron la paradoja de Erwin Schrödinger para exponer el problema relativo del tiempo y la dimensión cuántica.
Abundan diálogos con pretensiones de complejidad para terminar con sesgos religiosos calvinistas –bien/mal; luz/oscuridad- sin aclarar nada, sino oscurecer aún más el pensamiento del televidente, no se aprovecha la tensión entre esas posturas riquísimas para construir una historia más verosímil y no cargada de metafísica -lo que no tiene explicación- confundiendo y sospechado desde mi crítica pretensiones intelectuales que no llegan a explicaciones realmente válidas para este momento histórico del pensamiento humano.
Dark, si bien tiene buenas actuaciones, cuenta con gran producción y es estéticamente cuidadosa, parece ser parte de los tiempos que vivimos en esta pandemia, donde las pseudociencias y la vacuidad de los discursos toman un rol protagónico no sólo en la maquinaria de pavada que prevalece en los tiempos de televisión abierta, sino en la que pretende tener un discurso novedoso para las masas como pretenden ser los grandes productores de contenidos de streaming en este caso.
Edgardo Orellana
09/07/2020
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